Hoy quiero lanzar un mensaje de esperanza a todos aquellos que, como yo hace años, estáis sufriendo a diario con este maldito problema. Quiero contaros mi experiencia personal y de cómo conseguí superar la FS.
Desde siempre he sido bastante tímido y me costaba relacionarme con las personas. Desde muy pequeño me he sentido poca cosa y alguien sin importancia. Para que entendáis el punto al que he llegado, cuando era pequeño y en clase el profesor pasaba lista y decía mi nombre me sorprendía de que yo ocupase un lugar en una lista. Me emocionaba que alguien pronunciase mi nombre. Esto también se observaba constantemente en mis sueños: yo veía a personas escalar edificios y todos estaban en la parte alta disfrutando entre ellos y yo abajo solo y sin poder subir. Otro sueña era que estaba en un ascensor oscuro y bajaba y bajaba a mucha velocidad y muy profundo. Yo quería subir, pero no podía, me hundía. Esto hacía que me relacionase muy poco con la gente, y me veían como un bicho raro. En el colegio sufría mucho acoso de compañeros, me pegaban, y todo eso agravaba mucho más mi problema. Después del colegio me iba a casa y jugaba solo. Tampoco he tenido hermanos, lo cual me ha hecho aún más difícil la tarea.
Según he ido creciendo he ido haciendo amigos, pero siempre en grupos muy reducidos. Con la pubertad comencé a sufrir “yuyus” como yo les llamo, y principalmente en transportes públicos. Yo vivo en Madrid (España) y en esta ciudad para moverte necesitas de los transportes públicos, que están muy masificados. El estar en el metro o en el autobús rodeado de tantas personas me producía un nerviosismo extremo, el corazón se disparaba, me costaba respirar, tenía una sudoración tan fuerte que salía con la ropa interior empapada en sudor y tenía que meterme en un servicio y secarme con un secador de manos para no ir empapado. Durante estos episodios sólo en pasaba en escapar de allí, ocultarme para que no me viese nadie lo mal que lo estaba pasando. Creía morirme. Pensaba que todo el mundo me estaba mirando como un bicho raro por sudar de esa forma y estar rojo. No se pueden describir con palabras lo mal que lo pasaba.
Con el tiempo estos episodios se producían cada vez que hablaba con gente, sobre todo con personas con autoridad o escala superior a la mía (jefes o superiores). El mundo se convirtió en “sitios seguros” y “sitios inseguros”, lugares donde me ocurría con más o menos frecuencia. También había personas “seguras” y personas que trataba de evitar porque con ellas me sucedía siempre. Era un estrés constante el pensar en lo que tenía que hacer ese día y en las situaciones o lugares que debía evitar. El salir de casa comenzó a ser un suplicio. Al final del día estaba agotado por el estrés de estar en estas situaciones. Apenas salía de casa con los amigos, no podía ir a comer o cenar con mis amigos, ni salir a tomar algo por miedo a que eso se repitiera. En definitiva, mi vida era una angustia constante y sentía miedo por casi todo. Llegó el punto hasta que llegué a decir en el trabajo que estaba malo y no fui a trabajar dos días por miedo a salir de casa. Mi problema se estaba convirtiendo en Agorafobia.
Fui a mi médico y le expliqué lo que me pasaba. Me recetó varias pastillas y tranquilizantes y al principio aquello funcionaba, pero con el tiempo mi cuerpo se fue acostumbrando y el problema seguía ahí. Las pastillas no solucionaban mi problema, sólo lo camuflaban temporalmente. Así pues, decidí acudir a un psicólogo para que me ayudara. Eso fue lo mejor que pude hacer.
Mi psicóloga, a la que tanto, tanto, tengo que agradecerle, me estudió, me intentó comprender y tras un análisis exhaustivo de mi persona me informó sobre la Fobia Social, el motivo por el que la tenía y cómo superarla. Me dio esperanzas diciéndome que se puede salir, pero uno tiene que querer y ponerle mucha voluntad y fuerza.
En mi caso, por diversos motivos personales, tenía problemas de autoestima. Esto se reflejaba en mis sueños, en mis conductas y en todo lo que hacía. Veía a la gente como un peligro constante y eso me hacía odiarles y huir de ellos. Yo no me consideraba nadie, no merecía la pena, no era nada, no era bueno, no merecía ni siquiera vivir. Cuando hablaba con la gente sentía que yo no estaba a su altura, que esa persona era mucho más y mejor que yo, y eso me hacía sentir mal y por eso comenzaba a sudar.
Me dijo que la fobia social no se cura con medicamentos. Estos tan sólo camuflan y tapan el problema que está dentro. Nosotros mismos creamos la gran bola que se forma dentro de nosotros y sólo nosotros podemos destruirla. Los medicamentos lo suavizan, pero nuestra mente sigue y sigue produciendo los pensamientos y mientras estos no se sustituyan por otros no se acabará nunca. Es como si a una persona con una infección y que por ello tiene dolores le das pastillas para el dolor, tapas el dolor, pero la infección sigue ahí y hará que aumente y aumente. Debes quitar la infección para destruir el problema.
Como he dicho, la fobia social en mi caso vino producida por una ausencia casi total de autoestima, de no sentirme nadie. Pues es en eso en lo que hay que trabajar. Mi psicóloga me hizo escribir dos listas: una con mis cosas positivas y otra con mis cosas negativas o que no me gustasen. Evidentemente la primera fue mínima y la segunda fue enorme. Me hizo repetir diariamente mis buenas cualidades en voz alta, para que las creyera. De la lista mala me rebatió algunas porque no se las creía y de las otras me dijo que si de verdad me molestaban, que las modificase. Según ella, no sirve de nada lamentarse si no se hace nada por cambiarlo. Hay que luchar. Si me quejo de que me duele la cabeza y no tomo nada para que se me quite, no estoy haciendo nada y no tiene sentido el quejarse. Uno tiene que poner remedio. Así pues, comencé a intentar modificar las cosas negativas en mi persona. Comencé a ir al gimnasio para hacer deporte, me puse a dieta y comencé a aplicarme en mis estudios. Comencé a hacer actividades que me gustaban y que no hacía por miedo.
Respecto a los problemas de ansiedad extrema que se producían en lugares con gente, o cuando hablaba con gente, me indicó cómo tenía que proceder. Yo sentía miedo a hacer el ridículo, a que me mirasen. Pensaba que todo el mundo me estaba observando y me estaba criticando. Creía que veían en mi todos los problemas y cosas malas que yo había escrito en la lista. Mi psicóloga me hizo ver que todos tenemos problemas, incluso las personas más seguras de sí mismas. Todos tenemos momentos de flaqueza, incluso los más fuertes. Nadie lleva una vida sin miedos, incluso los más atrevidos y valientes. Me hizo observar a la gente y pensar en ellos como seres imperfectos, y que no eran mejor que yo. En cuanto al transporte público, me dijo que si me sentía mal me saliese en la siguiente parada, pero que luego volviese a entrar cuando me sintiese mejor.
Con la fobia social nunca, nunca, nunca hay que dejarse vencer. Si tienes vergüenza y sudas, no pasa nada, no intentes salir de esa situación, enfréntate a ella. Igual que tu mente se ha educado a sentir vergüenza en esas situaciones tienes que deseducarla a eso, tiene que desaprender ese comportamiento. Por muy mal que te sientas, debes enfrentarte a ello. Precisamente el esquivar esas situaciones hace que el problema crezca aún más. En el transporte público, cuando sudaba y me angustiaba aguantaba, y empecé a pensar “estoy sudando, rojo como un tomate, bueno, ¿y qué?, todos tenemos problemas, todos nos sentimos mal en algún momento, quiero superar esto y lo voy a conseguir, no me importa que todos me vean sudar, sudo porque sudo, no pasa nada”, y comencé a ver con el tiempo que mi mente comenzó a aprender que verdaderamente no pasaba nada. Comencé a salir con mis amigos y a enfrentarme poco a poco a todas aquellas situaciones que me producían angustia. Se pasa muy mal, pero hay que enfrentarse a ellas. Poco a poco, y lentamente, mi mente aprendió que NO PASA NADA y fue acostumbrándose. Incluso a veces llegaba a provocar a la gente para que mirase: hacía como que se me caían las cosas al suelo y que hiciesen mucho ruido, o hacía que me caía en el suelo, o iba con un calcetín de cada color y me subía los pantalones para que se viese, o me peinaba de forma rara para que todo el mundo me mirase, etc. Se trata de enfrentarse a ello, poco a poco. Con el tiempo comienzas a desaprender todo lo que tu mente ha aprendido y automatizado. Hay que reírse de uno mismo y quitarle la importancia que le damos. Cuando sudaba pensaba: “vaya, estoy como si saliese de una piscina, vaya pintas”, me reía de mi mismo y me veía en bañador saliendo de una piscina todo vestido. ¡Me estaba riendo! Automáticamente el sudor desapareció en aquel momento. Me sentí bien y comprendí que mi miedo es infundado, que no pasa nada. Me sentí fuerte y me fui a por mi siguiente meta. Una chica a la que conocí me comentó que ella también la padecía y que se le quitó haciendo lo mismo que yo, provocando las situaciones. Ella había leído en un foro que una chica se escribió en la tripa la frase "biba llo" ("viva yo" con faltas de ortografía) y se puso una camiseta corta. Cuando iba en el transporte público subía los brazos para que se le viese y la gente la mirase y se riese. Ella lo llevó a la práctica. Además, se ponía un zapato de cada tipo o cosas similares y así lo consiguió vencer. Claro está, esto sólo se debe hacer cuando ya has avanzado mucho en la recuperación, pues se puede producir el efecto rebote. hay que ir poco a poco.
Tras dos duros años de enfrentamientos a estas situaciones, provocando situaciones insólitas para hacer más el ridículo, acabé por vencerla. Hoy llevo una vida completamente normal. Tengo infinidad de amigos, salgo y entro sin preocuparme en los lugares seguros y los inseguros. Hablo con la gente con total libertad, sin acordarme de mis sudores. En el trabajo convoco reuniones donde yo debo de hablar delante de gente y no siento más que la típica vergüenza que todos sentimos. Hay que irse poniendo pequeñas metas en el día a día. Si te da verguenza ponerte en la mitad del vehículo de transporte, te pones más a posta. Si te da verguenza comer público, lo haces. Si te da verguenza sentarte en la mitad de la playa y quieres ponerte en una esquina, te pones donde se te vea bien. Si te da verguenza pedir la hora a alguien, la pides, etc.
Debido a que aún no he erradicado del todo mi problema de autoestima, de vez en cuando la fobia social intenta aparecer y siento como si el sudor quisiese volver, pero es muy de vez en cuando, y ahora que sé cómo luchar contra ella, la controlo automáticamente. Si estoy en el metro y noto un ligero sudor y veo que mi mente quiere empezar de nuevo con el miedo, me levanto, me voy al medio del vagón para que todos me vean y hago algo estúpido: tirar algo al suelo, hacer que me caigo, desabrocharme los cordones e ir con ellos colgando, etc. Provoco a mi mente y le reto: “ahora te voy a dar motivos para que sufras por algo, ahora sí que voy a hacer el ridículo, no puedes conmigo, soy fuerte”. Automáticamente el problema desaparece y me voy feliz al trabajo. La Fobia social es cobarde, y cuando te enfrentas a ella, se repliega y huye.
El truco está en no esconderse, en enfrentarse a ello, no te dejes paralizarte por el miedo y reacciona. Lucha, lucha con todas tus fuerzas y hazle ver a tu mente que no pasa nada, que esas situaciones de miedo y peligro son ficticias y creadas de la nada. Vemos peligro donde no lo hay. Cuando comienzas a ver que realmente no existe, es cuando tu mente se va haciendo fuerte.
Ánimo a todos. De esto se sale, pero sólo con esfuerzo y mucha paciencia. No os pongáis límite de tiempo, ir despacio. No os desaniméis por un mal día, existirán días peores y días mejores, eso nos pasa a todos los mortales, porque todos somos imperfectos (afortunadamente) y cometemos estupideces. Reíros de vuestros problemas, no les deis tanta importancia. Todo se supera, todos los problemas tienen solución, pero hay que luchar.