Vaya post más penoso!, jaja. No pensé que fuese a escribirlo. Pero llevo días rumiando esto, o más bien, me vienen pensamientos intrusivos sobre ello y, ufff!, no sé cuándo se me irán.
Creo que necesito desahogarme.
No tengo amigos y mi vida social se reduce a quedar con hombres.
La combinación de “quedar con chicos y beber alcohol” es lo más estimulante que he encontrado hasta el momento y llevo años así, aunque llevaba bastante tiempo sin quedar con nadie.
Contacté con un “señor” de 52 años, no sabía la edad que tenía antes de quedar pero realmente no me importaba porque en los emails había bastante feeling. A los dos nos gustaba leer, escribir, el mundo del arte, la poesía…
Yo fui la que puse el anuncio y en el indicaba que soy más bien tímida y callada. En fin, los correos eran tan agradables que fui a la cita pensando que como poco podríamos tener una “bonita amistad”, más o menos lo mismo que él me había comentado.
Diré algo más sobre mi. Vale, tengo 42 años, no soy una jovencita, pero creo que soy atractiva y, en realidad, aparento menos edad. Fui arreglada y esas cosas. No iba pidiendo guerra ni en plan “busco hombre para toda la vida”.
El se describió, entre otras cosas, como alguien “con mucho encanto personal”, la verdad, tampoco me pareció para tanto, de hecho me dijo que se parecía a Gerad Depardieu de joven. En fin, que no era para tanto, aunque supongo que sí era un tipo seguro de si mismo.
No fui prevenida a la cita, en el sentido de que no pensé que pudiese suceder nada malo, así que no estuve pendiente de ciertas señales que igual debería haber atendido.
Sí que fui con la idea de no beber mucho porque esto, por experiencia, sé que puede arruinar un encuentro. Sólo me tome 2 cervezas.
Durante la cita estuve habladora -hasta dónde llego-, en fin, que tampoco creo que la cosa fuese mal.
Sí que es verdad que cuando llegó la hora de cenar y me vi sentada a la mesa con un “desconocido” - y sin demasiado apoyo “etílico”- me quedé bastante cortada y supongo que se evidenció cierta torpeza por mi parte, lo típico de los fóbicos -o de algunos fóbicos- que nos cuesta comer en medio de un montón de gente. Pero, en fin, un poco de torpeza, ¿es para tanto? La cita había sido normal y podría haber seguido siéndolo, en fin…
Dije que trabajaba al día siguiente -esto fue un sábado-, pero sólo para que supiese que no me podía ir a las tantas. El aprovechó este momento para dar por cancelado el encuentro -se notó mucho-.
Un paseíto al metro y adiós muy buenas.
Era -ya lo he dicho- un sábado…, las 11 y media de la noche, llevaba meses sin quedar… se me echó el mundo encima. Me parecía que toda la gente a mi alrededor vivía en un planeta diferente, fue horrible.
Me decía...Alguien con el compartía gustos, aficiones, hasta cierto tipo de sensibilidad, con el que había sintonizado…, alguien que por otro lado no era nada del otro mundo -tampoco me importaba-, en cuestión de poco más de 3 horas me da “boleto”.
Y, no, no creo que se sintiese inseguro o cosas así.
¿Qué pensé? Pues que no le gusté sencillamente, que igual me vió algo sería..., o la cortedad en el restaurante, o…, ¿o qué? Me gustaría saber la respuesta para no seguir dándole más vueltas. ¿O simplemente es lo que toca por tener cierto grado de fobia social, no poder conectar del todo -ni con “tus iguales”- y a aguantarse se ha dicho?
Mi triste noche acabó en un cine, buscaba un refugio -en plan lamerse las heridas-, pero como había demasiado gente , simplemente me metí en un baño, previamente compré unas cervezas, y me dediqué a tomármelas y a escuchar música, de paso soltar alguna lagrimita y cosas así. La verdad, no me hizo ningún bien, buscaba evadirme y creo que me hice aún más daño.
Me gustaría saber cómo ven otras personas la situación, ya sé que no me debería calentar la cabeza con esto, pero, por el momento, no puedo.
No comentarios hirientes, please.
En fin, ¿qué pensais?