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Antiguo 13-sep-2007  

Hola! La verdad es que estoy muy contenta de haber encontrado por fin un espacio en el cual poder "hablar" con mayor certeza de que entienden lo que se siente.
Mi nombre es Alejandra, tengo 31 años, vivo en Bs As, Argentina. Hace unos meses me han diagnosticado este trastorno y debo decir que sentí cierto alivio al poder entender de a poco qué es lo que me estaba pasando. Estoy haciendo terapia grupal y tengo esperanzas de que pueda mejorar un poco.
En general en el aspecto relacionado con las ideas y lo intelectual me siento bastante bien, segura de mí misma. Mi problema se nota y lo siento más en lo que refiere a las relaciones íntimas, ya sea con mi pareja, con mi familia o amigos.
Luego de la sesión de grupo del viernes pasado me quedaron un par de ideas dando vueltas en la cabeza, pero no podía atar bien los cabos. Y fue recién el martes que me puse a escribir sobre mi niñez y la sensación que viví cuando, a mis 11 años, mis padres se separaron y mi papá es como que desapareció, no se preocupó más por mí. Y salió un cuento. Nunca había escrito un cuento, yo escribo poesía, y la verdad es que me asombró muchísimo. Lloré mucho al escribirlo y luego lo leí varias veces más, lloré sólo en las dos primeras lecturas, como si con cada lectura lo fuese sanando.
Lo comparto aquí con ustedes, quizás pueda ayudarnos de algo.
Gracias por estar, realmente necesitaba un espacio así...

Niña Esmeralda:

Una vida puede ser una gran carrera a ninguna parte. Una carrera que nunca se alcanza, con huellas que tapan sombras y nortes atravesados. Sí, una vida puede transcurrir así. Queriendo no estar donde se está aunque ayer se quiso estar ahí. Una y otra vez. Un sinfín borroneado. Una eternidad despedida, sin despedidas.

Así fue la vida de esa niña que de grande creyó no haber nacido nunca, que creyó ser sólo un suspiro de inspiración pero nunca esperma y óvulo desenfrenado. Sin embargo podía ver la punta de sus pies y darse cuenta de eso la atormentaba.

Ella sólo recuerda que sabía bailar. Y cómo lo hacía, realmente se destacaba. Su escaso cabello rubio brillaba como estrellas de sol debajo de esa redecilla rosa que sostenía su rodete y le estiraba la cara. Siempre con el mentón arriba, los hombros hacia atrás y los pies equilibrando todo su cuerpito con pequeñas zapatillitas de punta. Le gustaba girar, dar vueltas, marearse. Sonreía al hacerlo. Sus ojos brillaban más que los flashes que se escapaban del público. Verla era como ver un ángel con la mirada verde esmeralda cautivadora de aplausos. Ella era una dama, una damita, una mujercita en miniatura, con sus cuentos de niñas hermosas que jamás eran más hermosas que ella.

Pero un día el cuento de su vida había dado las 12 de la noche y se creyó calabaza y agachó la cabeza y sintió que no perdió ningún zapato, y que ningún príncipe azul querría buscarla. La esmeralda de sus ojos se convirtió en mar. Y ella dejó de bailar. Y ella comenzó a correr. A correr sin parar. A correr sin mirar. Y corrió tanto, tanto, que se separó de sí misma. Se convirtió en dos. Nadie entendía por qué no paraba de correr. Ella decía que estaba buscando algo, que no sabía bien qué, pero que creía que la vida no podía tratarse de esto, que sentía un vacío, que no le encontraba un sentido a nada. Pero todo esto lo decía mientras corría y a quienes pudieran seguirle el ritmo. Nadie la acompañó mucho tiempo. Ella siempre decía que se sentía sola, que por eso seguía, que por eso siempre iba al frente y hasta hubo gente que la admiraba por eso. Pero nadie, ni siquiera ella, veía a la que se quedaba atrás. A la que por más que corriera y corriera nunca podía alcanzarla, porque se quedaba pequeña, tan pequeña que no había ninguna posibilidad de igualarle el tamaño de los pasos.

En sueños, la pequeña veía a la de adelante parar, detenerse, sentarse, dejar de avanzar. Entonces apresuraba el paso, cada vez más y más y, cuando ya estaba a punto de alcanzarla, siempre se despertaba. Ni siquiera en sueños ambas podían abrazarse para volver a ser una. Una sola. Una entera. Una, con sus dos zapatos, el mentón en alto y la mirada verde esmeralda.
 
Antiguo 13-sep-2007  

Estaría bien que cada uno viviese su sueño, a veces lo pienso, pero al momento siempre termino recordando lo de Calderón, los sueños sueños son.
 
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