La ira desgasta muchísimo, ya sea el espíritu, la mente o como queramos llamarlo. Hasta físicamente nos desgasta.
El deseo constante e insaciable también nos va minando, porque nos hace sentir vacíos y no apreciar lo positivo que tiene cada uno de nosotros.
La hostilidad y el egocentrismo, que nos impiden ponernos en el punto de vista de los demás y nos alejan de mantener relaciones saludables.
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