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Antiguo 18-may-2016  
ex-HDSU

Fue una tarde de domingo dónde todo y nada pasó.

Carolina, Caro, Carao, Carolina Bela se llamaba y cantaba ... y cantaba mucho. La ducha era donde su voz daba todo de sí, donde ella se sentía más sí.

Fue una tarde de domingo, cuando entendió que ya había vivido todas las experiencias que se había propuesto vivir. Aprendió parkur, saltó con paracaídas, y sin paracaídas/él cayo en la rutina de la adrenalina.

Exprimió un libro con abundante ju(e)go de palabras, conoci-olió la fragancia de las heces de los ases de la música, literatura y de otras alturas... y esferas, como las personales. Individuos que siempre quiso conocer. Aprendió a tocar guitarra, compuso hermosas melodías que toco en lugares vacíos de indiferencia y cubiertos de amigos personales y musicales...

Fue, pues, una tarde de domingo, que se dio cuenta, o mejor dicho, que sentía que aún tenía que hacer y conocer algo más en su/la vida, pero no sabía bien qué. Sus brújulas exteriores marcaban el interior.

Carolina creía en la providencia, a la cual llamaba "Provi". Creía que lo provisible era lo invisible y que ella era pro vidente de lo in(e)vidente.

Carolina, Caro, Carao, Carolina Bela...

Una tarde de domingo leyó un cuento que le contó a su corazón lo que tenía que hacer. Le guiñó un ojo a la Provi y se fue al Bu.....templo más cercano a su intuición. Le dijo al monje de turno que el influjo de Saturno la trajo aquí y dándole el micrófono a su corazón, éste le dijo la razón de su llegada. Le contó de la falta de la ultima pieza de puzzle interior. El sabio le explicó que sabía cómo hallar el puzzle, y que sí cumplía con la única condición que le ponía, podía instruirle. Carolina aceptó sin titubear.

La condición era que debía hacer todo lo que el maestro le dijese, cuándo y cómo lo dijese.

Carolina, Caro, Carao, Carolina Bela.

Carolina pensó que la sometería a un estricto régimen de actividades físicas y espirituales, o que le haría comer vegetales. Pero nada de eso pasó.

Los días transcurrían, y ella seguía con su rito vital.

A veces escuchaba al sabio merodeando por su cabaña, sobretodo los domingos por la tarde.

Un viernes a la 01:00 AM, mientras escribía unas reflexiones que saco tras jalar por varias horas la cuerda del pozo, el maestro le pidió que lo siguiera. Era una reflexión sobre sí propio que Carolina considero importante, y le pidió al maestro un poco de tiempo para terminar lo que tenía en el tintero interior. El maestro repitió la orden. Carolina, sintiéndose frustrada, lo siguió.

Llegaron a una habitación de la casa del sabio, y el maestro le dijo que se sentara y meditara.

En las clases previas que le había dado de meditación, le explicó que la meditación puede canalizar las emociones exclamativas. Pero Carolina, pese a todos las explicaciones y tips recibidos, no lograba dejar de sentirse frustrada ni de pensar en parte que le falto escribir de su reflexión, que ya se le había medio olvidado. Trato de recordar, y para ello se tranquilizo y elimino todo el ruido mental que no le dejaba oír los susurros de su memoria inmediata o a corto plazo. Y logro traer de vuelta, al paso de media hora, la parte faltante de su reflexión, aunque no estaba 100% segura de sí era realmente la reflexión que antes había circulado por su mente. Aún así, se sintió mejor y desapareció su frustración.


Un domingo en la tarde, Carolina estaba acariciando las cuerdas de su alma acústica, y consiguió robarle una sonrisa en tono de sol mayor, y ambos rieron cómplices al son de la nueva creación que estaba a medio camino de ser lo que en su mente ya había completado...cuando el maestro entró y de nuevo le pidió que lo siguiese. Carolina le rogó al maestro que esperara solo un minuto, pero el maestro, como la vez anterior, repitió la orden. Carolina, sintiéndose enormemente frustrada e impotente, siguió al maestro, y trato de seguir también la orden de meditar, pero, de nuevo, le costaba mucho, y solo quería ir a retorcerle los testículos al maestro y plasmar en su guitarra la partitura que se había formado en su mente, y que era, probablemente, la más hermosa que se le había ocurrido nunca. Sintió un gran deseo de regresar a su cabaña y dar las caricias faltantes a su guitarra, pero logro controlar su enorme deseo. Y después de 15 minutos pudo mitigar sus emociones y silenciar su mente.


A la mañana siguiente, el maestro despertó a Carolina a las 04:00 y le dijo que lo siguiera. Carolina que, como esta vez, solía dormirse a las 02:00, se encontraba con mucho sueño e irritada, y estaba a punto de mandar al maestro a besar el culo de un elefante con diarrea, se contuvo y lo siguió. El maestro se detuvo en el jardín colindante y ambos se sentaron. El sabio le dijo que su lección había terminado. Y le dijo lo siguiente:


Maestro: Carolina, tu lección ha terminado.

Carolina: ¿Cual era la lección, maestro?

Maestro: ¿Cual dirías que es?

Carolina: Sospecho que es sobre la trascendentalidad de la vida. Sobre el relativo valor de las cosas que creemos importantes.

Maestro: Así es, Carolina. La música, por ejemplo, que es tu gran pasión, no es más que una subjetividad emocional, o una subjetividad emocional compartida, sí llega a ser oída por oyentes afines. La vida esta hecha por relatividades y ninguna es más importante que otra. Todas son piezas del Gran Puzzle, y tienen igual importancia, aunque algunas sean grandes, y otras pequeñas, aunque algunas sirvan para encontrar a su vez a otras.

La vida es un río que nunca se detiene y las prioridades de una persona, no pueden anteponerse al de ninguna otra. Porque tenemos diferentes brújulas emocionales y pasionales, y todas salen de la misma fabrica.

Muchas veces es el ego disfrazado de trascendentalidad lo que no deja trascender a las personas. La grandiosidad de una emoción o pasión - como la que se siente al componer una bella melodía- puede olvidarse al día siguiente y la vida de quien la compuso continua, no es más ni menos importante, ni rica, ni plena, ni tiene, ni tiene más o menos sentido. El hoy es lo verdadero trascendental, porqué el presente es la más hermosa melodía de la creación o de la existencia, del Universo, es lo que hace que la vida tenga sentido. Cada día se resetea nuestro cassete, y otra canción comienza a sonar, esperando ser escuchada por el silencio interior.


Carolina, Caro, Carao, Carolina Bela.

 
Antiguo 09-jun-2016  

muy bueno!!
 
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