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Antiguo 04-feb-2005  

Dedicado a Asera, mi buen compañero de Caída...





El mal poco tiene que ver con la inmoralidad, con la tentación de la carne, con el sufrimiento infligido a otros...

Todo eso no es más que su pellejo. La chicha de eso que conocemos como “Mal”, si tal cosa existe, es otra: el conocimiento absoluto, la soledad, la muerte, el sufrimiento interior...

Pues el diablo sólo sabe de miradas profundísimas, abrasadoras; de almas sin coto, de terribles palabras que uno pronuncia en soledad, recién apurada la copa del dolor; de últimos suspiros...


El Ángel Caído no persigue a los hombres, tentándolos, no. ¡Qué estupidez! Como si el Diablo se preocupara por los hombres, por los demás caídos...

Al contrario... Satanás sólo habla con Él, con nadie más. Sólo a Él le considera un interlocutor válido. El resto somos escoria, es más, le irritamos, como los compañeros de Job irritaban a este, en su terrible sufrimiento.

“Pero quiero hablar con el Omnipotente, quiero discutir con Dios. Vosotros no sois más que charlatanes, médicos de quimeras, todos juntos” (Job, 13, 3-4)

Sí, el buen Job, el santo y paciente Job... ¡qué necedad calificarle con semejante simpleza! Basta oír su majestuoso, profundo, terrible monólogo (dirigido a Dios, sólo a Él) para comprender que era uno de los míos.

“Perezca el día en que nací y la noche en que se dijo: Ha sido concebido un hombre. Aquel día hágase tiniebla, no se acuerde de él Dios desde lo alto, ni resplandezca sobre él la luz. Lo reclamen la tiniebla y la sombra mortal, caiga un nublado sobre él, le invada súbito un eclipse. La oscuridad se apodere de él, no se compute entre los días del año ni entre en la cuenta de los meses. Y aquella noche sea estéril, ignore los clamores de júbilo. La maldigan los que maldicen el día, los que suelen despertar a Leviatán. Se oscurezcan las estrellas de su aurora, espere la luz y no le llegue; y no vea los párpados del alba, para ocultar a mis ojos el dolor. ¿Por qué no quedé muerto desde el seno materno? ¿Por qué no expiré al salir del vientre? ¿Por qué me acogieron dos rodillas y me dieron de mamar dos pechos? Ahora yacería tranquilo, dormiría ya y tendría reposo...” (Job, 3, 3-13)

“¿Por qué da él la luz a un desgraciado, la vida a los que tienen amargada el alma, a los que desean la muerte, que no llega, y la buscan más que se busca un tesoro: que se alegrarían ante un túmulo, exultarían si encontraran un sepulcro... a un hombre cuyo camino se ha borrado y a quien Dios asedia por todas partes? Si, ante mi comida se me arranca el llanto, como el agua se derraman lamentos, porque me sobreviene todo lo que temo y lo que me recelo me sucede. No tengo calma, no tengo paz, no hallo descanso; sólo la turbación me invade.” (Job, 3, 20-26)

“Meses de aflicción se me han dado en herencia, se me han asignado noches de dolor. Al acostarme, digo: ¿Cuándo llegará el día? Y al levantarme: ¿Cuándo será de noche? Y, ahíto de inquietud, divago hasta el crepúsculo...” (Job, 7, 3-4)

Este libro de la Biblia, amigos, es lo más cercano que el hombre ha estado jamás de transcribir ese monólogo del que hablo, el que Satán dirige a Dios desde el primer día.


Pocos son los que escuchamos esa voz (Al Diablo sólo se le oye, no se le ve: es simplemente una voz).

Sus palabras retumban en cada rincón del Universo y nunca cesan. Nunca.

La mayor parte de los hombres jamás oirá sus palabras, salvo en la hora postrera. Sólo morirán una vez. Sólo pronunciarán una solitaria vez el monólogo de Job y después, cerrarán los ojos. Y eso será todo.

Pero otros, un puñado...


Antes dije que el Ángel Caído no cesa en su discurso, ni por un solo segundo. Su único interlocutor válido es Dios y a Él dirige sus palabras, como es lógico.

Pero vuelvo a repetirlo: es un monólogo, toda vez que Dios no contesta. Ni una sola palabra ha salido de sus labios desde el día de la Caída. Pero él, el ángel caído sabe que está ahí... Sólo él, de entre nosotros, sabe a ciencia cierta que Dios está ahí, escuchándole, en silencio. De ahí su insistencia...

Nosotros no contamos con esa maravillosa certeza. Nosotros sólo podemos aspirar a la “fe”, pues nunca hemos visto su cara. Él sí, pues estuvo a su mismísimo lado, conoce de su existencia.

Por ello sigue hablándole, una y otra vez, y lo seguirá haciendo, hasta que el Todopoderoso rompa su silencio. Ojalá nosotros tuviéramos su obstinación, pero para eso hace falta “saber”. Y nosotros no “sabemos”, sólo “dudamos”. Pues jamás hemos visto Su rostro...


¿Lo habéis oído alguna vez? Ya dije que las palabras de su discurso retumban en el mundo, ¡y con qué fuerza!.

Palabras bellísimas, profundas, terribles... a veces suplicantes, otras de condena, de imprecación. Lo más cercano a su voz, para que os hagáis una idea, es el monólogo de Job. Aunque lo más horrible de todo es el silencio que sigue a cada blasfemia, a cada ruego, a cada lloro.

Visto que Él no contesta, el Diablo vuelve a empezar su letanía.


Somos pocos los que oímos...

Como dije, la mayor parte de los hombres sólo oirá a la hora de la Verdad, en el último suspiro.

El oído agudo, la mirada profunda es nuestra condena. Si bien, lo admito, a veces gusta escuchar tal o cual frase del Ángel. Pues él es el supremo caído, él sabe lo que la mayor parte de los hombres desconoce. Y oírlo depara, a veces, un extraño placer.

Pero la mayor parte de las veces, duele... no os hagáis, pues, ilusiones. Nadie querría ser Fausto.


Aunque yo y otros oigamos, somos hombres. Es decir, tenemos nuestras defensas, nuestros modos de distraernos. Oír constantemente esa voz, hablando, nos llevaría a una tensión interna excesiva.

Hay poco de voluntario en esta distracción, entiéndase; es la naturaleza del hombre, la pasta de la que está hecho, la que sepulta el monólogo del diablo en sus oídos, no un esfuerzo voluntario extremo, ni nada parecido.

En mi caso concreto, por ejemplo, el sueño ha sido un gran aliado. Nunca he tenido problemas para conciliarlo. Recuerdo que dormí incluso el día en que murió mi padre. Despertar cada mañana te da la ilusión de comenzar algo nuevo. Sólo la Vida discontinua es soportable.

Ni Dios ni el diablo conocen los placeres de la soñarrera. Este último, por ejemplo, no tiene la más mínima defensa contra “lo que sabe” y esto le crea una tensión espiritual extrema, que sólo él podría soportar, por otra parte, pues como digo, él al menos tiene la certeza de que el Todopoderoso existe.

Un hombre, un simple hombre, jamás podría haber llegado a donde ha llegado él, y mucho menos sobreviviría, en el caso hipotético, casi milagroso de alcanzar ese horrible punto al que señalo...


Además del sueño, están mis circunstancias personales. Por suerte, he vivido en medio de una familia feliz, y rodeado de personas amorosas. Personas buenas, en el más noble sentido de la palabra. Y eso, aun sabiendo ciertas cosas, te da un punto de confianza. En caso de haber estado rodeado de otras cosas, lo que sé quizás me hubiera destruido, pero la suerte siempre me ha acompañado.

Es más, diría que quizás debido precisamente a ello, siempre he tratado de rodearme de ese tipo de personas: animosas, de buen fondo, con una inteligencia sana. Gente que ve las cosas con pureza.

Ese siempre ha sido un buen escudo contra ciertas cosas.


Luego está la escritura, claro, mi exorcismo diario. Suelto diez cosas terribles y estas parecen perder fuerza. Aunque no me gusta escribir de las cosas “que sé”, eso también es verdad. Prefiero tratar cualquier tema trivial, mundano... No hay nada mejor que nadar en la superficie de la Vida, nada más placentero. Sin salirse del agua, pero sin internarse en los abismos, tampoco.

Me gusta mucho ese punto intermedio que hay entre ser actor y espectador de la Vida, incluso diría que ese punto es mi paraíso personal. Por una parte, me permite no sentirme un idiota, actuando, contra todo lo que sé; y por otra, me libra de cierta terriblez que sólo habita en las miradas profundas (en esas miradas abrasadoras de la que hablaba antes).


No, no, no... sé lo que estáis pensando. No estoy diciendo que finja, ni mucho menos. Os vuelvo a repetir que estas defensas (estas y otras, vaya, cada cual tiene las suyas) pertenecen a la pasta, a la mismísima naturaleza humana.

Cuando hago algo, lo hago a pesar de todo lo que sé, contra todo lo que sé... pero pocas veces me descubro en contradicción conmigo mismo. Y las pocas veces que lo hago, surge en mi boca una extraña sonrisa..

¡Oh, ojalá conociérais esa sonrisa! Es la que nace del supremo absurdo.

Y es que en verdad, os lo aseguro, no hay nada más maravilloso que hacer algo, algo que está en contradicción con todo lo que tú sabes... y aún así, hacerlo. Lo vio bien el viejo Cioran, otro de los oyentes del diablo. Uno de los elegidos (o de los condenados, vaya)

Enamoriscarse de una mujer, lanzarse a escribir sobre, yo qué sé, la libertad del hombre, o la autodeterminación de los pueblos; quedarse horas extasiado ante la contemplación de un paisaje... contra todo lo que uno sabe. ¡Qué maravilla!

Y hacerlo todo animosamente, quiero que esto se entienda bien, no hay nada de fingimiento en lo que digo.. ¿se me comprende? No, creo que pocos acertarán a penetrar el fondo de lo que estoy diciendo ahora.

¿No habéis hecho algo, no sé, por ejemplo, alargar vuestra mano y acariciar el rostro de la persona a la que queréis, justo tras una discusión que os ha hecho odiarla profundamente, y con ella a la Vida entera?

Pues bien, es algo así, algo parecido a eso (sólo parecido). Siento no poder explicarme mejor. Quizás sea imposible hacerlo, quizás lo que digo sólo pueda ser vivido.

Es extraño... estoy aquí, soltando todo este lodo que hay en mí, ¡y ya he pensado tres veces en el mensaje que escribiré a Drdoom sobre la mediocridad de los Beatles!. Incluso he estado a punto de dejar esto de lado y ponerme a escribir ese otro mensaje. ¿Se entiende algo de lo que digo? ¿No es absurdo?

No, no creo que lo sea... si me habéis comprendido, Sólo un puñado de vosotros podrá hacerlo, en verdad. He leído muchos de vuestros mensajes a lo largo de este tiempo, algunos sois maravillosas personas (la gran mayoría). Luego, están los últimos monos de la corte de Satanás, por así decirlo. Adoran a su Señor, pero nunca le han oído. Fingen el mal, porque nunca lo han contemplado en vivo. Creen, los muy mentecatos, que el mal es la inmoralidad, o el sufrimiento inflingido a otros, y no saben nada... Nunca “le han oído”, nunca... aunque le adoren. Es más, si se acercaran a su Señor, este les apalearía, como se apalea a un perro. A Satanás le atrae la grandeza...

Por suerte, la mayor parte de vosotros nunca acertará a entender, a fondo, lo que acabo de escribir. Sois hombres y mujeres de mirada pura. Sólo moriréis una vez (si al leer esto pensáis en vuestro sufrimiento personal, no, ya os digo que ese dolor, íntimo y poderoso, sin duda, no basta, hace falta algo más... eso no es morir, lo que he contado es morir, morir es “saber”, es “haberle oído”, es “oírle” constantemente en su terrible monólogo).

Y vivir, vivir es... hay muchas formas de vivir. Una es la ignorancia, el gran don, y otra, probablemente la mía, vivir pese a todo lo que sé, contra todo lo que sé, contra todo lo que mis oídos han escuchado y mis ojos han visto.

Pues su voz, sus palabras, retumban en todos los rincones del Universo... Y para quien es capaz de oír, no hay escapatoria, más allá de las que la naturaleza humana, a cuentagotas, nos concede.

(Nuestra alma es, por lo común, tierra arrasada...)


Estas son mis últimas palabras aquí. Quizás haya vuelto estos días al foro, sólo con el fin de pronunciarlas.


Quien me entienda, susurrará: “Lo has dicho todo”

Y el resto... bueno, el resto me mirará con esa mirada perpleja de los bienaventurados.


Íñigo
 
Antiguo 04-feb-2005  

Iñigo, Iñigo, no tengo ninguna intención de meterme donde no me llaman, pero sin la menor animadversión, ni intención de ser ofensiva, por mi parte, quiero decirte solo una cosa:

Ese discurso tuyo, solo es posible darlo en un pulpito. Fuera de el no tiene sentido, no se ajusta a las personas que no viven en esa iglesia, y no tiene sentido para los que no creen en ella.

Podía exterderme más pero este mensaje está dedicado.

Dicho esto, tengo que aclarar, que cada uno es libre de decir lo que piense (incluida yo espero), y de elegir el lugar que más se adapte a sus gustos.

No intento criticarte. Solo decirte que estás equivocado.

Saludos afectuosos.
 
Antiguo 04-feb-2005  

¡Por Dios, Asera!... Nos conocemos ya bastante como para que lo de “el mal y la inmoralidad” fuera dirigido a ti, no, macho, no.

Más bien a otros que entran aquí a joder y a pinchar con su agujita de gancho, esa que las viejecitas utilizan para apartar al gato gordinflón de su sofá preferido, ya sabes, cuando quieren ver “El diario de Patricia”... y se creen por ello los heraldos del Santísimo Señor Lucifer.

O a los que tras voltear la cabeza diez veces, vomitar baba y gritar algo así como “¡La **** de tu madre!” ante el mensaje de un buen tío, se creen ya el alto almirante de las tropas satánicas, o cosa parecida.

Referencias personales, tío, referencias personales... nada que ver contigo.

Hay algunos que me sacan de quicio, brrr...

Ya hablaremos, Asera.

Un abrazo

Íñigo
 
Antiguo 04-feb-2005  

Enma, quita esa foto que me va a entrar anemia de la cantidad de fluidos corporales que estoy perdiendo....
 
Antiguo 05-feb-2005  

Hola, Asera.

Eres el hombre de la coherencia, macho. El tío más cabal de este foro.

A mí esa coherencia me está vedada.

Puedo ir de la mano de cada uno de tus razonamientos, Asera (por eso tus discursos me perturban o me llegan), puedo seguirte hasta la última puerta, pero cuando llega la hora de sacar las últimas consecuencias, cuando llega la hora de ser coherente con todo lo anterior, con cada uno de los inatacables razonamientos que me han llevado hasta ahí... paff... algo me detiene, tío, y tú sigues adelante. Ahí ya te suelto la mano, no puedo evitarlo. ¿Qué me sucede, macho?

He estado pensando mucho sobre esto últimamente.

He pensado en las posibles razones: al principio me dije: “puede ser el miedo”. Después: “Puede ser el orgullo, el rechazo a admitir que este tío es mucho más cabal que yo”. Hombre, yo soy muy miedica y muy orgulloso, lo admito. : )

Cualquiera que me conozca personalmente, sabe que soy lo primero y cualquiera que me haya leído, jeje, sabe que soy lo segundo. Me encantan los púlpitos, sí, mira, en eso Enma acertó (cada vez que voy al santuario de Urquiola, miro que no haya nadie viéndome, abro la puertecilla que hay bajo el púlpito, subo por la escalera de caracol, pongo las dos manos sobre la baranda y, coño, me imagino lanzando discursos parecidos a los que lanzo aquí, en el foro, ante la mirada estupefacta de los fieles, jaja).

Vanidad, macho, soy un asqueroso vanidoso, sí. Pero ¿no es ese, en verdad, un pecado venial?

Hay defectos peores que ese, me parece. Y además, soy otras muchas cosas, tío, y cuando la gente me llega de verdad, no puedo menos de dejar esa vanidad de lado. Me pasa lo mismo con el miedo. No soy Juan sin miedo, coño, no, ni mucho menos, pero tampoco tan cobardica como para enfrentarme a ciertas cosas: el vacío, la muerte, la soledad, no sé... Aunque me tiemblen las piernas, que me tiemblan, y mucho.

Por tanto, no, no creo que vayan por ahí los tiros.

Cuando murió mi padre, estuve muy jodido, como es lógico. Durante muchos meses... Ciertas ideas me asaltaban la mente, mi cabeza me decía: “todo se acabó”, incluso me sentía desligado de todo y de todos. Incluso cuando mi madre o mi hermana hablaban de mi padre, yo no sentía nada, absolutamente nada, sólo como una ligerísimaima desesperación, nada de sentimientos desbocados ni de gritos de dolor, no, sólo una ligera sensación de vacío, sin más. Y un como estar desligado de todo y de todos. Me hubiera gustado sentir algo, joder, pero no, no sentía nada y es curioso, porque aquella “sensación” probablemente sea lo más terrible que he vivido. No sentir (más que esa levísima desesperación, o vacío, ya te digo, casi imperceptible, como un pequeño temblor) es lo peor que he experimentado nunca, curiosamente.

Después llegó el dolor y eso, tío, lo sentí como una mejora. Llegaron los gritos, los lloros, las emociones, todo eso, ya sabes. Y, joder, tienes razón, Asera, eso lo interpreté como una vuelta a la vida. Sufrir era (es) parte de la Vida. Como disfrutar. Quien está vivo, sufre. Y, bueno, ya te digo, yo interpreté el abandono de ese vacío, de ese desligamiento, como un “bien, ya vuelvo a estar en el camino correcto”, aunque fuera precisamente entonces cuando más “sufría”, cuando más dolor experimentaba.

Pero... y he aquí lo que quiero contarte. Cuando estaba en medio de ese vacío, ese sentirse desligado de todo y de todos, joder, esto no sé cómo explicarlo bien, pero de vez en cuando, muy de vez en cuando (dos o tres veces en todo ese tiempo) afloraba algo, como de lo más hondo de mí, de mi naturaleza, o de lo que soy, no sé... y yo lo interpretaba como un “esto no puede vencerte”. Bah, no, ni siquiera era eso, decirlo así es una tontería, y quizás no se entienda. Sencillamente sentía que en aquel vacío había algo, ¿sabes? El vacío parecía total, pero de repente, zas, esa pequeña cosa surgía y bastaba para que el vacío no fuera absoluto y eso, en cierto modo, me salvaba, me protegía. Y esa cosa era lo más íntimo, lo más profundo que había en lo que yo, la persona de Iñigo, “soy”, tío. Yo, y sólo yo, entiéndelo, Asera. Como comprenderás, no sé lo que es “ser” otros. Tú, sin duda, sabrás lo que tú “eres” en lo más hondo de ti. Olvida toda la retórica religiosa que haya podido soltarte desde el primer día en el que nos leímos. Eso sólo es juego y fingimiento, macho: cristianismo, Dios, religión... retórica, sólo retórica, y vanidad, por mi parte. Olvídalo todo, y te diré ahora, casi año y medio después, lo que es para mí “Dios”: esa cosa pequeñísima que había en medio de aquel vacío, ese es mi “Dios”. O vaya, yo lo interpreto así, por lo menos. Y es mío, de nadie más, sólo yo lo sentí, dos o tres veces en aquellos meses, esa cosita pequeña, minúscula, que hacía que el vacío dejara de ser absoluto, Asera. Me tomarás por loco, quizás, pero es que aquí, tío, te estoy hablando de lo que yo “soy” y ahí es donde tú me sueltas la mano, donde tú no puedes seguirme. Como yo no puedo seguirte en el último momento, cuando sacas la última conclusión y hablas de lo que tú eres en lo más profundo que hay en ti.

Porque tú eres tú, y yo soy yo, Asera. Siempre llega un momento, en las relaciones personales, en las que hablamos desde un ámbito propio, nuestro sanctasanctorum, por así decirlo. Y ahí nadie puede seguir a nadie. Ahí estamos irremediablemente solos, con lo que de verdad “somos” en el fondo.

Por eso, yo no puedo seguirte, tío. Sölo hasta cierto punto. Y creo que haberte seguido hasta allí es bueno, me parece la máxima muestra de respeto y de amistad que una persona puede conceder a otra.

Aquí, lo has repetido muchas veces, Asera, viniste no tanto a que te entendieran, cosa imposible, sino a decir lo que tú “eres”, a expresar tu propia “naturaleza”, lo más hondo que hay en ti, sin fingimientos. Y que nadie te tomara por loco al hacerlo. También, supongo, a pulir tus sentimientos, tu conocimiento de ti mismo, con la experiencia de otros, y con lo que otros te decían. Y en eso, tío, eres el rey. Para hablar como “la voz más vieja del mundo”, macho, es imprescindible antes haber escuchado como “el oído más viejo del mundo”. Y tú nos has escuchado como nadie en este foro (al menos, a mí, y también a muchos otros). Incluso cuando fingíamos. Te has ganado mi respeto, macho. Hoy te lo puedo decir. Mi respeto absoluto. Porque tú has hablado siempre, desde el primer día en el que entraste en este foro, desde lo que “tú eres”, y sólo desde ahí. Otros no podemos decir lo mismo. Mira, a mí me ha costado casi año y medio hacerlo (hoy lo he hecho). Siempre he estado hablando desde la periferia, desde la vanidad, desde la Biblia, desde los libros... fuera de lo que yo “soy”, en verdad.

No sé si hay “algo” más allá de mi Vida, Asera, no puedo decírtelo... porque quizás lo que yo te digo que sentí sólo pertenece a ella, y con ella (y conmigo) muere, pero de esa experiencia nace mi confianza en el aquí y en el ahora, y también en el “allá”, cuando me llegue la hora de la muerte. No nace de la Biblia, de Jesucristo o de Dios sabe donde, de lo que yo “no soy”, vaya. Sino de mi mismísimo centro.

Hablabas antes del infierno y del “Mal”, entre comillas, y tienes toda la razón, has dado en el clavo, tío: destruir, o destruirse, y saber que jamás uno podrá salir de todo eso. Como el yonkie que ha llegado demasiado lejos o el psicópata al que ya no le importa nada. He ahí lo más cercano al infierno, sin duda.

Pero... ¿sabes lo que yo sentí en esta ocasión de la que te hablo, para resumirlo en pocas palabras? Que, pase lo que pase, soy incapaz de destruirme e incapaz de destruir, hasta el final. Que ese vacío jamás podrá ser tan absoluto como para arrastrarme con él. Porque esa cosa pequeña que había en el fondo, Asera, “soy” yo (y sólo yo, ojo). Del resto, nada sé, y jamás podré saber. Como tú bien dices, uno sólo puede hablar desde sí mismo. Por eso, y sin metáforas, ateniéndome a la más objetiva verdad, puedo decirte, como te dije en su día, que eres la voz más vieja del mundo (o al menos de este foro, vaya). ¿Sabes por qué? Porque eres la primera voz que ha hablado desde lo que “uno es”, desde lo que tú eres, y, coño, es que nos has obligado a acabar hablando también a nosotros, al resto, desde lo que nosotros “somos”. ¿Te das cuenta? Bueno, hablo de mí, vaya.

Joder, yo en tu caso, me sentiría orgulloso, macho. Hay que ponerte una **** estatua en la página principal, ¡coño! ; )

Jaja... ya en serio.

¿Recuerdas cuando te dije aquello del planeta extraño y errabundo, en aquel viejo mensaje de despedida? Te sentó como una patada en los cojones...

Pues bien, sólo ahora empiezo a comprender el daño que probablemente te hice, entonces no me di cuenta de cuánto pudo haberte jodido aquello, en verdad.

Perdona que regrese por un momento a la poesía para decir esto que te voy a decir, Asera, pero aquel planeta extraño, macho, se me ha acabado haciendo la cosa más cotidiana del puñetero universo. Me he acostumbrado a contemplarte, tío. Y cuando desaparezcas de este foro, será para mí como si hubiera desaparecido la mismísima luna, para que veas cuán “extraño” me pareces ahora.

Bueno, fin de la poesía... que si no, vamos a acabar haciéndonos mamadas, joder. : )

En verdad, sigues siendo extraño, Asera, sí, pero como todos lo somos, si nos mostramos a los demás desde lo más profundo que hay en nosotros.

Es curioso, ahora mismo, después de decir esto, me siento inatacable. Podrían venir mil tíos con diez mil argumentos cada uno, tratando de rebatir esto que he dicho, esto que “soy” y ¿sabes qué?... No podrían, tú mismo no podrías. Porque cuando se habla desde lo que uno “es”, desde lo que sólo pertenece a ti, y a nadie más, nadie puede tocarte. Esa es tu fuerza, tu poder, Asera, lo que hasta ahora te colocaba, por mérito propio y por absoluta lealtad a ti mismo, por encima de todos nosotros.

Pero nos has enseñado, y sin sermones, no, tan sólo siendo lo que “eres” y hablando desde ahí, con el puto ejemplo. Sólo con eso. Haced lo que hago yo, hablad desde vosotros, sólo desde vosotros, eso nos has pedido a todos desde el primer día. Y te has salido con la tuya, macho...

Eres, en verdad, la voz más vieja de este foro.
 
Antiguo 05-feb-2005  

"vivir pese a todo lo que sé, contra todo lo que sé, contra todo lo que mis oídos han escuchado y mis ojos han visto"
A veces he creído intuir el significado de ciertas cosas que dices, pero dime, qué es lo que tus oídos han escuchado y tus ojos han visto?
 
Antiguo 02-mar-2005  

No, no está bien lo que he escrito, Asera. No digo que no sea cierto, sino que no está bien. ¡Es tan fácil refugiarse en el yo! Piénsalo por un momento: Tú mismo... ¿no te has encastillado en él?

Eso es pura táctica militar, por más que lo queramos disfrazar de sensatez. ¿Qué lugar puede uno defender mejor? Sin duda, los pequeños espacios, los palmos de terreno. Lo sabe todo aprendiz de estratega. Y, en la vida, el yo es uno de esos rincones de fácil defensa. Si tenemos una ágil espada, nadie podrá abordarnos jamás, en nuestro diminuto rincón. Y con el tiempo, esa aparente expugnabilidad acabará haciéndonos creer incluso que ese pequeño lugar propio es casi “sagrado” y que esconde todos los secretos de la Vida y el Universo (o al menos, el secreto de nosotros mismos). Estúpida falacia, que sirve sólo a los que se empeñan en hallar “la verdad”, o “su verdad”. Nadie es capaz de arrebatarnos ese trozo de terreno, y por ello mismo, creemos haber hallado “nuestro sitio”, creemos habernos encontrado a nosotros mismos.

Repites muchas veces el: “Demuéstrame que estoy equivocado”. Eso sólo lo dice un fanático buscador de la “Verdad”. Y cuando ves que nadie es capaz de refutar tus razonamientos, sin duda, piensas para ti: “Ah, estoy en lo cierto, o al menos, en mi verdad”.

Y no es así, Asera; no te engañes. Tú no posees la verdad, ni siquiera tu propia y personal verdad; sencillamente has encontrado el lugar desde el que tu mentira es más fácilmente defendible (como la de todos): el “yo”. Un lugar muy seguro, porque ahí se reciben pocas heridas. Los que tratan de refutarte, tratan de hacerte salir a campo abierto, a la vida, y he ahí su error. Tú sencillamente, te refugias en tu pequeño palmo de terreno inexpugnable, en tu rincón, y tarde o temprano, los “atacantes” acaban escaldados, con muchas heridas en el cuerpo. Y se van...

Crees que tu “poder” está en la fuerza de tu espada, en ti mismo, vaya.

Ni mucho menos, tu único poder es tu posición, tu emplazamiento. Si salieras mañana mismo a luchar a campo abierto, Asera, a la Vida, con todas las de la ley, acabarías derrotado (incluso a veces derrotado por ti mismo, como nos pasa a muchos, tantas veces). Sí, Asera, acabarías vencido... y lo sabes. Por eso te escondes en tu bastión y desprecias todo lo que ocurre a campo abierto.

Lo más terrible es que tus palabras podrían convencer a más de uno. Un mundo persuadido de la verdad de Asera sería un mundo de rincones propios, de bastiones mendaces, pero eso sí, inexpugnables.

Hablas de macabrez. Son las lógicas consecuencias de estar encerrado en un ataúd. Si yo mañana mismo oyese a alguien hablar desde dentro de una caja de madera, me invadiría el pavor, incluso creería que me hablan desde el más allá, desde la muerte. Y nada más lejos de la realidad, Asera: es sólo un vivo que se ha encerrado en su ataúd, y que habla desde allí a los demás vivos. No hay ninguna voz sobrenatural, pues, como yo muchas veces he creído de ti.

Es la voz más natural del mundo: la voz de alguien que sigue buscando su verdad, para escaquearse de su vida. La voz de alguien que, sobre todas las cosas, sobre la vida misma, teme recibir heridas.

Cuando llegamos a un punto en el que tú no puedes decirme nada a mí, y yo no puedo decirte nada a ti... malo. Señal de que ha vencido tu filosofía, la filosofía del “yo” encerrado, y estamos cada uno en nuestro bastión, más solos y desamparados que la una. Eso sí, creyendo que nuestras “verdades particulares” son intocables. Y yo a eso me niego, Asera. Una vez encontrada la “verdad” te juro que no siento sino ganas de ponerme a buscar la “vida.” Palmaria evidencia, tío, de que una y otra son cosas distintas

Bueno, pues eso, que cojo la espada y me voy a luchar a campo abierto. Si te vienes, pues mejor, y si no, si sigues luchando desde tu pequeño bastión, pues hasta siempre.

Si algún día te apetece, ya sabes donde puedes encontrarme, Asera: luchando a campo abierto.

Un abrazo

Iñigo.

P.D: Uff, no sé si me ha salido el post un poco cañero, ahora que lo leo. Si es así, ya sabes que a mí me gusta wl whisky doble, sin bautizar. Así que no atisbes mal rollo alguno donde no lo hay, eso ya lo sabes. Yo cuando escribo, lo hago como un borracho, y al borde del delirium tremens, vaya.

P.D 2: Eres un cabrón... (entiéndase, siempre me haces pensar) El problema es que ni una sola vez desde que nos leemos, me has hecho vivir. Mal rollo, mal rollo....
 
Antiguo 08-mar-2005  

Sólo responderé cuando me vea interiormente impelido a responder. Cuando me conmuevas de nuevo. Hará un mes me conmoviste de tal modo que muchas cosas cambiaron dentro de mí. Y te lo dije en un mensaje. Lo fácil hubiera sido callarse, no reconocerlo. A mí esas cosas no me da ningún reparo reconocerlas, Asera.

Viví la crisis durante unos días, zarandeaste los cristales de mi caleidoscopio, y el resultado fue aquel mensaje. Una visión de mí mismo notablemente alterada, vaya.

Era sincero todo lo que te dije, porque era lo que en aquel momento sentía.

Sólo que aquella mañana en la que te envié mi último mensaje (“el del atropello”), los cristales de mi caleidoscopio volvieron a zarandearse. Y volví a compartirlo contigo, aunque fuera de forma concisa. Sentí cuál era mi error (el error que han cometido muchos de aquellos que han discutido contigo). Y te lo comenté.

Sentí que había caído en “tu trampa”, Asera, sin que eso te convierta en un tramposo. Estoy seguro de que vives y sientes hasta el último de tus pensamientos, y no vas por ahí preparando celadas argumentales, para ver cómo cae en ellas la gente.

Pero sentí que estabas equivocado, sólo eso. ¿Y qué? La opinión que Sigurd tenga sobre ti no es nada, es una minucia, Asera. ¿Qué importan dos pobres ojos humanos y la forma que en un momento dado tengan de mirarte? Soy sólo yo, Sigurd, un mono caído de un árbol hará decenas de miles de años el que te habla, coño. Lo importante para ti en este momento es cómo te miras tú a ti mismo, sólo eso.

Estoy preparando un mensaje, Asera, te estoy contestando, no lo dudes. Y quizás en él siga criticando tu forma de pensamiento, tu forma de mirar el mundo (la que conozco de este foro, vaya). O quizás no, no lo sé....

Bien puedo tomarme toda la vida para responderte, Asera, si te digo la verdad. Porque en este momento no me veo interiormente impelido a hacerlo, como hasta ahora. No tengo esa necesidad apremiante. Te veo con otros ojos, es sólo eso. Hasta hace unos días, tu pensamiento y tu sentimiento de la vida eran quizás opuestos a los míos, pero hasta en esa oposición, te veía gigantesco. Hoy (8 de marzo de 2005) me es difícil verte con esa estatura. Lo que, por supuesto, no tiene nada que ver contigo, es mi forma de mirarte la que ha cambiado. Tú sigues siendo el mismo.

Puede que mañana digas algo, incluso algo a lo que tú no das importancia, pero que haga que los cristales de mi caleidoscopio vuelvan a cambiar. Que me conmueva, que me zarandee. Me has sorprendido muchas veces en este foro... ¿por qué no habrías de sorprenderme de nuevo? Incluso puede que no necesites decir nada, puede que yo, por mí mismo, cambie mi mirada sobre ti de nuevo. Todo puede ocurrir.

Repito: te responderé cuando me vea interiormente impelido a responder. Cuando algo de lo que digas, a mis ojos, me conmueva, me zarandee; o cuando yo, por mí mismo y mi propio devenir en la vida, me conmueva otra vez, vaya.

Hasta siempre es... hasta siempre. Lo contrario de hasta nunca. No me he ido a ninguna parte, ni he dicho que me vaya de aquí, creo, en ningún momento. Sigo escuchándote con atención, Asera.

En realidad, escribo este mensaje únicamente para decirte eso: que estoy ahí, escuchándote.

Responder te responderé cuando necesite hacerlo. Cuando me vea interiormente impelido a hacerlo.

Un saludo.

Íñigo
 
Antiguo 12-mar-2005  

Eres un buen cazador de pájaros, Asera. De esos que pululan en nuestra cabeza, ya me entiendes...

Has elegido el peor papel de todos en este foro: el de cazador de pájaros inútiles o dañinos.

¡Pim, pam, pum, fuego!

Nadie te lo agradecerá, por desgracia. Nadie ve los pájaros que dejas con vida, porque aquí siempre te vemos disparando. Te has ganado incluso una mala fama de escopetero, cuando tú no eres eso, ni mucho menos. Incluso hay en ti mucho de benefactor. Matas sólo los pájaros inútiles o dañinos que revolotean en nuestras cabezas. Ilusiones que podrían hacernos mucho mal. A los demás los dejas con vida.

***********

Quizás tu único error (que no es tal, sino en todo caso parte de tu naturaleza) es que en tu espontaneidad, o entre tus cualidades, no está la admiración por lo que “es”, por la existencia de las cosas que dejas con vida en tu escrutinio, que son muchas, sean terribles o gozosas, eso no importa.

Cierta vez dijiste que sentirte triste, a veces, te gustaba, porque te hacía sentirte vivo, te hacía sentir que eras vida. Pero lo decías como quien la mayor parte de las veces se siente indiferente, como quien le cuesta sentir o reaccionar ante las cosas del mundo. ¿Es así? Yo no te conozco lo suficiente como para decirlo, por eso te lo pregunto.

Eso sí, sospecho que esa sensación de la que te hablo, de sorpresa o admiración o arrebato ante lo que “es”, no es algo que hayas sentido muchas veces, que no forma parte de tus cualidades o de tu naturalidad. Si no, habría aparecido en muchas más ocasiones en tus escritos, y no sólo aquí y allá, de forma desperdigada.

Ya me dirás...

*******

En cambio, a mí esa sensación es algo que me acompaña desde que tengo uso de razón. Algo puede ser gozoso, terrible, alegre, triste, dañino... o mil cosas más, a mis ojos, pero difícilmente me provocará indiferencia. El verbo “ser” y lo que ello implica siempre queda muy por encima del atributo que lo acompaña, sea del signo que sea. Y me quedo siempre con los ojos como platos. Ríe, llore, o me desespere, da igual.

En verdad, lo que te contaba de la muerte de mi padre y todo eso en un mensaje anterior, tiene mucho que ver con esto que digo.

Eso es lo que, ignoro por qué razones, siempre acaba venciendo en mí. Es como si formara parte de mi naturalidad. No puedo evitarlo. Mi mirada siempre acaba clavándose en el poso, en la vida que hay en el fondo, más allá de la “forma” que esta adopta en un momento dado. A mis ojos, el atributo, sea cual sea, es baladí; y el verbo, el verbo “ser” siempre acaba imperando. Y admirándome.

Las cosas, tan fácilmente, podrían “no ser”... Fíjate sólo en la enorme facilidad con la que las cosas mueren aquí, en este mundo.

La muerte, el “no ser”, siempre me parecerá lo normal, Asera. Lo vivo, en cambio, me fascina. Lo coloques donde lo coloques en la jerarquía de las “realidades”. Me admiro hasta de los pájaros que matas, y que sé que son mentira, para que veas hasta dónde llega mi sentimiento.

*********

Muchas veces es eso lo que nos separa a ti y a mí. Algo afectivo, más que intelectual. En verdad, estoy de acuerdo con el 95% de las cosas que piensas, Asera, pero me saca de quicio cómo pareces sentir lo que piensas.

De ahí las cosas que te suelto, como con rabia: lo del ataúd, lo del planeta extraño, todas esas cosas. No es una cuestión, para mí, de diferencias intelectuales, que en verdad, no las hay. No es cuestión de poder o no poder negar lo que me dices, que no puedo negarlo, por cierto. La clave no está en el plano intelectual...

Sino que me gustaría que sintieras como yo, es sólo eso, en el fondo. Cosa imposible, lo sé..

Pero eso es lo que a veces me digo. Ojalá este tío sintiera las cosas como yo.

Y luego te suelto lo que te suelto.

Es posible que mañana te envíe otro mensaje, insultándote, o alabándote, o quién coño sabe qué, pero me gustaría que te quedases con este mensaje, Asera, que es lo más justo o lo más cercano a mi verdad, a lo que en el fondo pienso de ti.

Si mañana, pues, me ves ofendiéndote, o juzgándote, o haciéndote la loa, no me hagas ni caso y relee este mensaje.

Reléelo.

Pues siempre me sorprenderá y me admirará que Asera exista, más allá de las diversas emociones que me provoque hoy o mañana.

Íñigo
 
Antiguo 13-mar-2005  

Editado ^^
 
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