Daba igual el resto de su vida, daba igual como se comportase, era gorda y eso era lo que la definía a ojos de todos. Así que la llamaremos Gordi.
Gordi había tenido una infancia preciosa, hasta eso de los 7 años, cuando los niños comienzan a imitar mejor y a ser más hijos de ****. Tras lo cual no es necesario usar mucho la imaginación para saber qué clase de infancia tuvo ¿a qué anécdotas?
Sin embargo como es natural si tuvo sus amigos y amigas, algunos falsos y otros verdaderos. Y ella nunca dio mucha importancia a la popularidad y esos rollos, muy a pesar de muchos, no dejaba que las burlas hiciesen mella en ella. Y aunque se asustaba al ver a donde llegaban algunos por sentir que pertenecían a un grupo, a más de uno que no le dio pena, consiguió, incluso a pesar de que debido a su aspecto cualquier cosa que dijese era automáticamente infravalorada, dejar a más de uno de sus intentos de torturador, bastante más humillados ante todos que ella. Se centraba en su estudios, pues su sueño era ser ingeniera como su padre y demostrarle a él lo que era capaz de hacer.
La niñez se acabó sin que ella guardase rencor a nadie, ni nadie a ella, pero en la adolescencia ya hay mucho quemado aunque no lo parezca y comienzan a formarse sentimientos más complejos en las mentes capaces de albergarlos, los torcimientos llegan a su etapa estable de rotura y aparecen nuevos medios más sutiles de joder al prójimo. Ni que decir tiene que tampoco fue una adolescencia agradable. Muchos de sus amigos fueron vencidos por la presión causada por otros individuos que a su vez se lo achacaban entre todos aunque todos fuesen simplemente débiles y estúpidos, a la sociedad en lugar de a ellos mismos o a otros concretos siquiera.
También en ese entonces comenzó a darse cuenta de lo difícil que sería llegar a crear algo grande, rodeada de individuos que hablando de amor, solo odian. Sin embargo, estudiando cosas que no servían para nada, respondiendo a exámenes lo que los profesores querían que respondiese aunque fuese estúpido, tratando de no formar enemistades (y formándoselas inevitablemente), siempre pensando en que todo eso serviría para poder después empezar a hacer cosas de verdad, siguió adelante, ganándose por ello como es de esperar, el desprecio de todos sus compañeros, que como todos sabemos, se dedicaban por ejemplo a hablar en voz alta de ella entre ellos cuando ella estaba cerca para que oyesen sus comentarios, que a medida que fue creciendo, observó que tomaban siempre el mismo tinte "pobre, necesita que le echen un polvo", "-me da pena. -jaja, pues a mi me da asco". Y bromas más o menos directa, como encontrarse trozos de pizza encima de la mesa y que todos riesen sin que nadie hiciese nada, tampoco el profesor. Condones usados para que "sintiese lo más cerca que iba a tener nunca un pene", panfletos de "salvar a las ballenas".
Nunca nadie era el responsable, tampoco todos reían, pero nadie hacía nada. Ella era dura como el acero con el que pretendía trabajar. Al igual que ocurre en los casos de violación, no le jodía tanto el hecho de que todos esos estubiesen ahí, como de que nadie hiciese nada.
La cosa no cambió en la Universidad, pero ella siguió, ciega en su empeño, no se permitiría rendirse hasta haber hecho su maldito trabajo. Inevitablemente, oscuros sentimientos se le fueron metiendo dentro. Llegado a un punto se dio cuenta de que no la odiaban tanto por gorda, como por no preocuparse de su aspecto al punto de darle importancia como para llegar a torturarse a uno mismo o a otros por él. O algo así.
A medida que fue creciendo, fue quedándose más sola, pero tras varias entrevistas de trabajo al acabar la carrera, en las que, no ya por ser gorda sino por ser mujer, no la cogían para determinados puestos, consiguió empezar como jefa de seguridad de una pequeña fábrica. ¿por qué consiguió el puesto? porque a diferencia de la mayoría de gente con esa carrera, había estudiado bastantes cosas que no venían en los libros y no entraban en los exámanes. Y su cara, sus ojos, mostraban cierto fuego que hizo pensar al entrevistador, que sería capaz de manejar a los obreros.
No volvió a ver nunca al entrevistador. Su jefe resultó ser, sorpresa, un idiota. Que solucionaba cualquier problema gritando. Pero ella necesitaba el dinero. Y realmente veía muchas posibles mejoras en la fábrica, capaces de triplicar la productividad.
Los obreros de una fábrica o de una obra la mayoría de la veces son como niños, pero sin control, más grandes, menos estables. Ella habría hecho su trabajo más cómodo, más agradable, explicándoles varias cosas. Simplemente realizar una limpieza y ordenación, aparte de solucionar muchos problemas de seguridad, habría mejorado la vida laboral de esos hombres. Y probablemente lo habría conseguido, si no fuese porque su jefe, queriendo hacerse el colega delante de los obreros, se dedicaba a insultarla o a gritarle en público. Los niños y los obreros son simples en cuanto a autoridad y lo imitan todo. Y claro, no le hacían caso.
Más aun, se dedicaban a gastarle bromas. Incluso cuando ella solucionaba un grave problema de alguno, igual que en toda su vida, el agradecimiento era vacío y duraba unos instantes. Las bromas eran en ese momento, el pasar de las normas de seguridad. La gente iba sin casco, sin guantes, entraba en zonas donde no debería...
Un día, ella llegó a salvarle la vida a un obrero saltando sobre él para empujarlo instantes antes de que una máquina que podría haberlo partido en dos le arrancase la cabeza. Lo cual fue una broma durante días "qué desesperada está, se tira encima de la gente ya"
Finalmente, unq de las bromas que se puso de moda fue cortar el apagado de seguridad que ella por ley debía tener disponible en su despacho, para que ella se quedase al acabar la jornada a arreglarlo.
Un buen día, uno de los obreros, se pilló la manga de la camisa con el torno. No conseguían apagarlo, miraban a su despacho, hacia la ventana en lo alto desde la que ella podía verlos a todos. Donde ella sabía que estaba el cierre de seguridad cuyo cable habían cortado. La manga iba acercándose peligrosamente acero que giraba y emitía un ruido aterrador y todos miraban arriba, donde ella apretaba el botón que todos, incluida ella, sabían que habían cortado.
La mano fue cortada mientras a Gordi se le escapaba una lágrima. Así debía ser.