El sentimiento de que no hay elección posible nos agobia y deprime.
La sensación de que vamos allá donde nos lleva la corriente sin pretender o querer elegir a dónde ir y qué hacer.
Uno es mucho más feliz cuando desde el centro de su ser usa su capacidad de elección. Uno es más feliz cuando participa en la vida, a su manera, dejándose llevar por lo que siente en ese momento, más allá de los miedos. Cuando te dejas arrastrar por la corriente exterior, dejas paso a que la depresión se apodere de tí, una depresión de la que no puedes salir a base de fuerza, porque ya te la ha chupado. Sólo puedes salir dejándote llevar por tus elecciones, esas que nacen de dentro, fáciles, que fluyen naturalmente. No hace falta esforzarse en luchar. Sólo concentrarte en tu interior. Escucharte.
Cuando dejas que los demás elijan por tí, cuando te prohíbes manifestar opiniones, gustos, necesidades, deseos... te estás maltratando, como quizás alguna vez hicieron contigo.