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Antiguo 02-dic-2015  
Cuentista

Todo el mundo lo había llamado así desde el principio. A mi no me parecía una invasión.

Un buen día, en distintas partes del mundo, llegaron. Eran de un color muy pálido, grisaceo, sin pelos, cabezones, esmirriados, bajitos... la imagen que uno se hace en general de un alien, por lo demás, eran similares a los humanos, pero con todos los rasgos minimizados. Pequeños orificios en lugar de orejas o nariz, etc. Sus dedos eran largos y tenían 4 en cada mano. ¿Quién sabe? lo mismo alguno de los que decían haber sido abducidos decía la verdad.

Esos iban metidos en escafandras cuando salían, pero la mayoría del tiempo, iban dentro lo que por asociación en seguida la gente empezó a llamar tanques. Que no se parecían en nada a los tanques, salvo en que desde luego eran resistentes. Una especie de burbuja que en vez de con ruedas se movía con cientos de pequeños tentáculos no mayores de un brazo y que podía adquirir mucha velocidad y sortear cualquier obstáculo o subir por paredes completamente verticales, pegarse al techo, navegar... de vez en cuando los tentáculos dejaban un hueco libre por donde se veía al tipo grisáceo de ojos fríos mirando al exterior.

La mayoría de ellos estaban en tierra (según las autoridades). Y en tierra, los acompañaban otros animales. Entre el tanque y esos animales, apenas salían en sus escafandras. Los animales eran algo más pequeños que un gorila y algo más grandes que un chimpancé, pero sin duda algo más inteligentes. Se observaba una clara diferencia entre los machos y las hembras, en ambos casos, la zona de la cabeza tenía más pelo, recordaba a la melena de un león. Pero en los brazos y piernas de los machos, siempre más grandes, había también un exceso de pelos que recordaba a las crines de los caballos. Sus ojos despedían un brillo que solo puede describirse como malicioso al mirar algo, como si siempre estuviesen pensando como joder a alguien. Se desplazaban de manera encorvada, no se podría decir que eran ni bípedos ni cuadrúpedos porque corrían sobre dos patas y se movían a menudo así, pero las dos manos servían mucho como medio de locomoción también y tocaban suelo casi todo el rato con alguna de ellas. Cada uno de ellos llevaba una especie de mochila mecánica y una serie de herramientas sin duda provistas por su amo gris, que eran lo que los volvía más peligrosos, más fuertes de lo que cualquier animal podría haber sido, como si su fuerza no fuese suficiente. Y herramientas que bien podían usar como defensa. Además, aunque la mayoría del tiempo se dedicaban a hacer vida normal, cuando el tipo de la burbuja lo deseaba, sin duda tomaba control directo de ellos, probablemente a partir de la mochila que se conectaría con sus nervios o vete tú a saber. Y a la hora de hacer cualquier tarea, se coordinaban genial.

¿Y por qué lo habían llamado invasión? porque los tipos iban a su bola. Completamente: Todos los intentos de comunicarse, tanto con los tipos en los tanques como con los peludos, habían sido ignorados completamente. Y entraban en granjas, en fábricas, en bases militares, en ayuntamientos... y allí cogían lo que querían, alimentaban a los peludos, investigaban (por medio de los cilios de su tanque, o bien mediante el control de los más grandes y rara vez saliendo de la escafandra)... y a veces, los peludos, con un comportamiento similar al de los monos pero más astuto y tal vez cabría decir más sádico, jugaban con los humanos que se tropezaban. Y con su fuerza descomunal y sus herramientas, podían coger a un hombre por sus dos brazos, tirar y arrancarle uno de ellos, taladrarle una pierna, hervirle el estómago por dentro o cosas así, tras lo cual emitían un sonido similar a una risa.

No había habido una reacción directa por parte del gobierno, que de momento solo había recabado datos de los primeros avistamientos y que no sabía cómo habían llegado, pero por supuesto, había habido reacciones por parte de la gente cuyas vidas habían destrozado. Y aunque, con mucho esfuerzo, habían conseguido matar a algún cuadrúpedo, todos los que se habían enfrentado a ellos, habían muerto.

Sin embargo, por alguna razón que a nadie le quedaba muy clara, los aliens a veces respetaban a algunos individuos.

La tensión de los ciudadanos y las discusiones estaban a la orden del día. Y al no haber demasiados de ellos en el mundo, tal vez unos 100000 repartidos por todo el globo,casi todos seguido por un grupo especializado militar que informaba de su paradero y documentaba lo que hacían, con tanto secreto como podían lograr cuando por ejemplo uno iba por el medio de una avenida. Todos los que vivían lejos de algún, como sucede con las guerras, solo lo veían como algo incluso divertido o de lo que hablar en el bar.

Bueno, esa era la situación, eso era lo que sabía o al menos había oído y visto en el telediario y en internet el señor Grajo. Pero, como unos cuantos, en lo que realmente tenía interés él, era más en su tecnología que en otra cosa. Grajo estaba terminando su trabajo de fin de carrera en el MIT y precisamente se había especializado en medios de locomoción alternativos. Todos estaban de acuerdo en que hacerse con un tanque, o con una de las mochilas para otros campos, daría un salto de varios años a la tecnología actual. Para Grajo, que nunca había sido un individuo especialmente social y siempre se había sentido apartado del destino de los demás, todas esas muertes (que no sumaban en realidad ni por asomo a las de una sola guerra medianamente grande) no significaban nada. Al menos fue así, hasta que se fue oyendo la noticia de que uno de ellos se acercaba al lugar.

Y aunque es la clase de noticia que por más que se acerque no te la crees, al fin, un día, apareció la esfera, que vista en persona parecía aun más grande. Y también los peludos, que intimidaban mucho más que en la tele. Y también más agresivos en este caso. Según llegaron, mataron a tres personas, el equipo encargado de seguirlo: a uno lo cogieron por una pierna y lo lanzaron con tanta fuerza que golpeó el tercer piso dejando una mancha roja en la pared, a otro lo mordieron y lo devoraron parcialmente estando aun con vida, dejándolo moribundo en un charco de su propia sangre en el suelo, faltándole el hombro izquierdo, toda la pierna izquierda y un trozo de abdomen. Y al tercero simplemente lo apartaron de un manotazo y eso le partió el cuello.

Todos se habían refugiado en los edificios o habían salido a correr. Y cuando el alien salió de su escafandra y echó a andar hacia la puerta, con sus cuatro vasallos haciendo un rombo alrededor de él y visiblemente alerta contra amenazas, muchos echaron a llorar y a gritar, muchos empezaron a quejarse.

Grajo trató de pensar un plan. Por algún motivo, a él que nunca le habían prestado mucha atención, se le acercaron unos cuantos, con cara de querer pelear y una sonrisa en la cara, como si les divirtiese la situación, para preguntar qué debían hacer. Aun en ese momento, Grajo solo podía pensar en que el tanque estaba vacío. Y se le ocurrió armar a la gente con las herramientas del lugar (que no eran pocas) y mandar a los que se veía más dispuestos a resolver así el asunto, a luchar rápidamente, para que al menos no incitasen a la lucha en el interior del edificio cuando todos estuviesen quietos contra un enemigo que no podían vencer.
Apostó a unos cuantos en las ventanas con la clase de inventos que pueden esperarse del MIT, no a lo Half life pero casi, incluidos productos químicos corrosivos etc. Hizo una pequeña barricada... unos cuantos dirigían, otros obedecían con distintos grados de iniciativa, otros estaban en shock y unos cuantos iban por libre y trataban de esconderse en distintas partes del edificio o tenían sus propios planes como tratar de saltar por la ventana, usar la salida de incendios, etc.

Al fin, los "invasores" irrumpieron en el edificio. Alguien fotografió a un valiente conserje que, armado con un simple tubo de hierro, se abalanzó sobre uno de los monos. El conserje era un hombre hecho y derecho de pelo en pecho y desde luego no le faltaba fuerza, pero no consiguió nada con su ataque.

De pronto, alguien detonó un explosivo. Murieron muchos, el edificio entero fue demolido. El escafandrado no murió, pero si, por primera vez desde que habían llegado, fue herido. Y corrió a refugiarse en el tanque. Grajo fue el único superviviente humano de pura chiripa, ni la onda expansiva le había destruido los órganos internos por pura potra de estar donde estaba y como estaba, ni el edificio al demolerse le había caido encima porque los escombros lo habían protegido. Antes de quedar incosciente, logró arrastrarse hasta el pedazo de materia orgánica de la pierna que había caído del alien, después, trató de quitarle la mochila a uno de los grandullones, pero solo consiguió arrancarle una especie de aguja de esta que iba directamente a la columna. Habría una investigación más adelante, el gobierno acordonaría la zona, pero nadie le iba a quitar eso. Los metió en su minicaja fuerte personal que siempre llevaba en el bolsillo, ocupaban muy poco. Después llegó hasta su coche y lo dejó en la guantera, tenía intención de llegar al hospital, pero se quedó allí tendido.

Días más tarde, con ayuda de su pareja, una genetista, descubrió algo de lo más curioso, el adn de los escafandrados y los de la mochila era prácticamente igual... y más raro aun, sin duda provenían de los humanos.
 
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