Te vamos a relatar la historia de unas ranitas que un día salieron a
jugar, advertidas previamente por sus padres, de que no se alejaran
mucho, porque podría pasarles algo.
No hicieron caso y de repente se encontraron con una cubeta de leche;
se entusiasmaron y de inmediato se echaron a nadar; cuando quisieron
salir estaban tan cansadas que no pudieron hacerlo: el nivel de la
leche en la cubeta se encontraba a la mitad. Una de las ranitas que se
encontraba en la misma desesperada situación era sorda.
Al verse imposibilitadas para salir, comenzaron a pedir ayuda y al
cabo de un buen rato, sus gritos fueron escuchados.
Ranas y sapos acudieron en su ayuda, sin embargo cuando se asomaron al
borde de la cubeta empezaron a decir: "Ya ven, les dijimos que no se
alejaran porque podía pasarles algo: ahora por necias se van a
ahogar".
Las ranitas al escuchar esto empezaron a dejar de luchar, pero la
sorda al voltear hacia arriba sólo veía que enormes bocas se abrían y
cerraban al unísono: entonces pensó: "Qué bueno, están echando porras,
eso quiere decir que yo puedo". Mientras las otras desistían y se
ahogaban, la sorda continuó brincando con tal insistencia, que la
leche se convirtió en jocoque y de un salto salió.
Cuántas veces has dejado de luchar porque otros te han dicho que no
puedes, y lo has aceptado, sin hacer caso a la persona más importante
que eres tú. Si en estos momentos te encontraras junto a una fogata y
saltara una chispa a tu ropa, estoy seguro, que tu reacción sería
quitarla. De la misma manera debemos actuar cada vez que nos asalte un
pensamiento negativo