Todo está en la actitud, hay que animarse y luchar, hay que que poner de tu parte...
Comentarios muy típicos que se oyen mucho a o largo de tu vida como fóbico social.
Pero luego el tiempo, la gente y tus vivencias diarias te demuestran que todo eso que te han dicho no es real, no vale nada, es humo.
Cuando hay personas que te dicen esos comentarios te preguntas qué les mueve. ¿Es maldad? ¿Es una forma de humillarte? ¿La gente tiene una vida maravillosa y por eso piensan así?
Responder a estas preguntas te tortura porque nunca consigues ponerte en la situación. Estás indefenso. Es como presentarse a un examen sin haber estudiado nada.
Primero te preguntas: ¿es que acaso la vida de los demás es maravillosa? Sabes que no, que todo el mundo tiene sus problemas. Muchas veces peores que los tuyos.
Luego piensas, ¿intentarán humillarme? Pero claro, ¿por qué iba a hacerlo? Es absurdo pensar que alguien que se supone que te aprecia o que simplemente no tiene nada contra ti, intente humillarte. ¿No?
En vista de este razonamiento, optas por lo que parece lógico: cambiar tu actitud. En tu cabeza se rumia la idea: ¿Qué demonios! -te dices- está claro que soy un quejica y siempre pienso mal. Soy una llorona. ¡Es hora de ser positivo!
En cuanto a amigos, sólo es cuestión de animarse y ser más sociable, aunque tu fobia te esté destrozando por dentro.
En cuanot a mujeres, no es cuestión de belleza exterior, simplemente no le he gustado a esa persona. ¡Ella se lo pierde!
Ahora eres otro, ahora comulgas con lo que te han dicho. Es cuestión de actitud! Ahora sales más, quedas con esos colegas con los que quedabas poco, te ríes al ritmo de unas cervezas, aguantas bien los rechazo porque, recuerda, es cuestión de actitud. Vistes mejor, te concentras más en tu vida e intentas mejorar en lo posible.
Y así va pasando el tiempo, parece que todo mejora !bien!. Has conseguido aprobar esos exámenes que suspendías, rindes un poco mejor en el trabajo, has conocido a gente nueva que te invita a sus cumpleaños, a sus barbacoas... o a lo que sea. Tienes nuevos amigos con los que salir de juerga.
En cuanto a mujeres... bueno, no conoces a muchas. Ha habido algún medio acercamiento que ha acabado en nada, tienes el teléfono de alguna y... poco más. Pero bueno, nadie dijo que fuera fácil.
Loas días pasa. Uno cualquiera decides que tienes ganas de salir. Llamas a tus colegas, pero parece que se excusan mucho; debe ser que ya tienen sus vidas. No te habrás dado cuenta, pero tu amigo Jose se ha casado, tu colega Juan está comprometido y tus compañeros de curro se han ido a pasar el fin de semana con su familia recién formada...
Te has quedado sin salir, ¡vaya! Es evidente que la gente tiene su vida, no siempre van a estar disponibles, claro.
Los días siguen. No recibes muchas llamadas. Las conversaciones por Internet con esos amigos que apenas ves se reducen a contar brevemente como estáis. Algunos llevan meses sin hablarte. Cuando intentas hablar con ellos, parecen ausentes y te contestan con frases tajantes que no invitan a seguir la conversación. Muchas veces la contestación de esa persona se reduce a un: "bueno, X, ya nos veremos. A ver si nos tomamos unas cervezas y me cuentas"
Los días pasan. En el trabajo el silencio te abruma. La interacción con tus compañeros, fuera de las obligaciones laborales, se reducen a un "buenos día"s, a un "qué tal te va", a unas risas con el programa de televisón de ayer. Parece que te llevas muy bien con uno de tus compañeros, pero curiosamente sólo le ves en el trabajo. Sabes que fuera de allí apenas puedes quedar.
Las compañeras se muestran más frías, a veces secas. Sus sonrisas son automáticas, sus preguntas son corteses pero sin sustancia. Intentas sociabilizar a pesar de tus fobias, pero notas cierta frialdad por parte de ellas.
Los prolongados siencios de tu casa comienzan a molestarte, los contínuos días insulsos te hastían. Has cumplido treintaytantos y, por si no te habíaas dado cuenta, te has quedado solo.
¿Qué ha pasado? ¿en qué he fallado?
Y aquí es cuando un escalofrío recorre tu cuerpo. La respuesta es como un rayo que atraviesa tu cerebro: Te han estafado.
No era la actitud. No era cómo te comportaras. El fallo eres tú, como persona. El físico ha sido crucial. Durante todos esos años, no has querido ver la cruda realidad: No es culpa de tu actitud, es culpa de cómo eres; tanto física como intelectualmente. En lugar de cambiar tu persona, te creíste que sólo era cuestión de cómo se afronta la vida.
Ahora, intentas cambiar a la desesperada. Vas al gimnasio, aguantar las humillaciones con madurez, te formas para mejorar intelectualmente, trabajas más para poder ganar más dinero.
Pero es demasiado tarde. En cuanto a la vida social, a nadie le importa ya lo que hagas y a nadie le importa ya quien seas. Bastante tienen los demás con sus problemas.
Las ideas chupiguays de que todo está en la actitud y que hay que ser positivo bombardean tu subconsciente. Te debates entre la culpabilidad y la fantasía. Ya nada es igual.
Los años pasan y todo cobra cada vez menos sentido. Los que te hablaban de aquella "actitud positiva" han desaparecido de tu vida, los que escuchan tus problemas ahora te acusan de quejica, notas cierta falta de respeto por parte de los demás. Incluso notas como si te trataran como a un adolescente... que nunca llegaste a ser.
Con suerte, te casarás con alguna mujer que nadie quiere para que a los pocos años te deje tirado, con divorcio, hijos en tu contra y pensión alimenticia. Llorarás amargamente cuando comprendas que las palabras "te quiero" que ella te había dicho, no significaban nada.
Tu vida terminará en casa de tus padres, probablemente con un padre ya facellido y una madre desgastada por la vida y maldiciendo tu fracaso. Usando a tus hermanos como espejo comparativo.
Te han estafado. ¿Por qué? Nunca lo sabrás, ya que a nadie le importa. Vivirás el resto de tu vida completamente solo cargando con tu propia estulticia.
PD: Joder, vaya tocho que me ha salido.