Los momentos trágicos en mi vida son muy comunes, y la forma en que me enteré de que Santa Claus y los reyes magos no existían no es la excepción.
Cursaba segundo año de primaria, un compañero de mi hermano gemelo le había dicho que había descubierto que los reyes magos eran los padres, lo que provocó que por varios días mi hermano estuviera preguntándole a nuestros padres sobre la existencia de estos seres.
Una de las mentiras que nos dijeron para despistarnos, fue mencionar un muñeco de acción que se me había roto y que supuestamente los reyes magos habían reparado, ya que éste no lo vendían por separado.
Mis padres querían continuar con el engaño, hasta que un día mi hermano gemelo no quería realizar su tarea, lo que provocó que mi padre se enfadara y gritara fuertemente que los reyes magos y Santa Claus eran los padres, acto seguido le comenzó a pegar con un cinturón. Mi hermana (tres años mayor) que ya había descubierto un año antes la verdad, comenzó a llorar porque quería que nosotros mantuviéramos la ilusión algunos años más.
Yo estaba impactado de la forma tan agresiva en que no los dijo, por lo que pregunté acerca de la reparación de la cabeza que se rompió del muñeco, y rápidamente mi padre entró a su habitación, sacó el verdadero muñeco roto y me lo arrojó en la cara para lastimarme.
Mi madre también comenzó a llorar por ver el maltrato que estábamos recibiendo, y más cuando le dije llorando que no volvería a asistir a la iglesia, pero el tormento no terminó, ya que mi padre nos amenazó para que no le dijéramos a otros niños el secreto de Santa Claus y los reyes magos, lo que provocó que cada momento en que algún niño mencionara el tema, tuviera mucha ansiedad debido al miedo que me daba de que se me escapara la verdad.
Cuando estaba con un primo un año mayor que yo, la ansiedad era peor, ya que si se me llegaba a escapar la verdad, había más probabilidad de que mi padre se enterara.
Mi tranquilidad con respecto a ese tema comenzó a retornar cuando iba en sexto año de primaria, ya que alguno que otro niño preguntaba si sabía sobre la verdad de los reyes magos, y cuando me confirmaban que ellos también sabían, sentía que un peso se me quitaba de encima.
A pesar de conocer la verdad, mis padres en compensación de ese momento tan trágico, continuaron comprándome por varios años más los respectivos regalos para esos días.
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