El niño se subió al carro.
-Me da igual todo! Me da igual todo! -gritó saludando a la gente que observaba desde la acera. Solo que no había gente, eran sombras. Sombras de gente.
Una de las sombras se agachó para coger una lata de SpriteNiggers vacía que había en el suelo, y se la arrojó al niño a la cabeza.
Pero falló, porque el niño no existe. En realidad era un esqueleto gigante, por lo menos medía 20 metros.
Se movía sin músculos y veía sin ojos. Miró al niño y al público y les dijo:
-... -no les dijo nada. En vez de decirles algo, los niños se fueron corriendo.
Y corrieron y corrieron.
Pasaron los días y la lata de SpriteNiggers cayó por fin al suelo.
Muchos han muerto desde entonces, pero todos recuerdan cosas íntimas que no están relacionadas entre sí.
fin
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