Después de hundirme, salgo a flote. Hoy, me siento con algo de animo y eso que estoy reduciendo la paroxetina para cambiarme a la nueva medicación. Por fin, mi madre se da cuenta que estoy mal y ya no me presiona tanto. Mi abuela también ve que aquí me amargo. Mi padre aún no lo ve, pero trata de animarme. Ayer estaba tan hundida, me dolía tanto la soledad. Nunca desaparece ese sufrimiento.