Sé que no caigo bien a nadie, lo sé aunque no me lo digan directamente, pero es esa extraña sensación de que la cosa no está funcionando, de que hay cierto aire de tensión en el ambiente, y sabes que eres tú, porque si no estuvieras, el resto de personas allí reunidas fluiría en distendida conversación.
La gente cercana sigue con esa absurda fe en decir que no pasa nada, que hay que seguir, que son paranoias, que ese instinto evaluador de las situaciones no es más que una invención mental, pero es mentira. La herramienta que utilizamos para saber cuándo una situación nos es favorable o desfavorable es lo que nos permite sobrevivir, y en este caso, en las relaciones sociales.
Pienso que de no ser por la lástima que causo, no darían siquiera una sola oportunidad para integrarme con ellos.
No se puede usar un calzador para asimilar forzosamente algo que se debería dar de forma natural. Pero en mi caso es imposible, tarde o temprano la gente acaba por decepcionarse de uno, y pasa del punto.
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