Qué interesante. De algún modo -pero sin usar, tan indiscriminadamente, el "por fin"-, supongo que llegué, sino a un modo de no destruirse en la fundición con la Nada, sí a un punto de encuentro con ella (Nada es no-personas y tiene no-derechos, pero los tiene, ¡carajo!), de saber qué se puede y qué no. No es cuestión de disolverse, de apresurarse o angustiarse por el acto, cualquier acto, pues es, más bien, el reconocimiento recíproco de la coexistencia como un estado necesario. Se puede decir que es el coraje y valor de un perro, supongo: se defiende cuando la agreden y, después, yo me defiendo de su necesaria retribución; aunque, por supuesto, para hacerle justicia se debe decir que el primer agresor es quien se atreve a ser, a romper con la oscuridad y el silencio perpetuo.
¿Qué se venimos de ese vacío? ¿Qué el hueco es de profundidad o trascendencia? Sí, es un hecho, pero ¿y qué? Puedo condenarme a padecerlo y pudrirme por lo que dure, o superarlo -sin por ello evocar un insulto en esa acción- en la medida en que lo reconozco como realidad latente y constante a Todo. Me quedo con la segunda por eliminación en oposición de la primera opción, es decir, ésta es tentadora en la necesidad de decaer, de implosionarse a sí mismo, pero estoy cansado de ello, de plantearme las tinieblas como absoluto, sobre todo cuando, en principio y a su (o mí) pesar, no existe ningún problema.
Esperar a ver qué se sucede de las determinaciones y, lo digo atrevidamente, esta "refrescante" perspectiva.
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Severo documental ese de Urbílogo. Lástima no haberlo visto completo. A ver cuándo lo vuelven a pasar. Por ahora será ver los clipcitos que hay en YouTube, además leí que como que son exclusivos en-línea o algo así.
Por otro lado, tal vez el no pensar en nadie más (¿Egoísmo u cualquier otra cosa? Por lo menos puede ser introspección o, si no claramente, reflexión (escuéta)) es lo que lleva estrellarse con estas ideas.
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