A veces la gente no come, enferma, se le hincha la tripa, enflaquece y luego se caga encima para morir con una mortaja de moscas de colores que le besan los lacrimales y le ponen larvas en el culo. El olor es tan angustioso que inspira nauseas y sólo los buitres gustan de hacer compañía al espantapájaros reseco y putrescente que se cuece bajo la canícula.
Imaginad que os levantáis una mañana cualquiera y notáis entumecido un lado de la mandíbula, que vais al baño, como siempre, y os miráis al espejo. Todo parece normal, pero un hormigueo casi imperceptible os recorre el labio superior, así que decidís inspeccionaros el interior de la boca y descubrís un nido de gusanos viviendo en vuestras encías, entre mucosa purulenta y carne carmesí. Cuando sienten la luz y el aire fresco que les trae vuestra boca abierta las cresas empieza a contonearse y a escarbar hacia el interior, dejándoos ver el horrible hueco vacío que han construido entre vuestros dientes y muelas.
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¿Os imagináis el shock, el profundo desasosiego y asco insoportables? ¿Las ganas de llorar ante la incredulidad de que algo así haya sucedido de la noche a la mañana?
La soledad me hace pensar en gusanitos