El problema no es con aceptar la tristeza, sino con el drenaje que hace de la energía vital. Es agotador, necio y quizá contraproducente renegar de la tristeza, pero... ¿se puede ser proactivo al mismo tiempo que se la carga al hombro?
Porque sí: se va, viene. Es lo natural, lo propio de la experiencia humana corriente. No hablo de depresión, de tristeza perpetua, pero si la tristeza esporádica impone desidia esporádica, ¿cómo mantener los proyectos, los ímpetus, las ambiciones? ¿Y qué de las exigencias de la cotidianidad material? -léase "trabajo".
En la acción se reconforta el alma, creo, al menos así lo expresaron varios sabios que mal recuerdo. Pareciera que es esa la trampa de la tristeza: persuade a la inacción para poder prevalecer durante más tiempo en el alma, como todo parásito que busca propiciar las condiciones para su subsistencia. La acción recupera el enfoque hacia la naturaleza dinámica del tiempo, de los estados siempre cambiantes, de la inexistencia de lo perpetuo. La tristeza enraíza firmemente en la ilusión de lo estático, de lo que jamás cambia, por eso huye de la acción que recuerda el devenir; el que acciona sale de su tristeza porque experimenta en sus manos el cambio sujeto al inexorable paso del tiempo, y no puede ya escapar del inminente olvido de aquello que lo entristecía (o, si no olvido, su metamorfosis).
Así, el entristecido que cae en las redes paralizantes de la tristeza no hace más que edificarse un invernadero donde la desdicha pueda florecer y fructificar indefinidamente, recinto de húmedos sentires y memorias, de oscuras perspectivas y negras interpretaciones. Es preciso congelar el tiempo, huir de las estaciones primaverales que acaecen para todos aquellos que conocen que, pese a lo intenso que pueda ser, todo dolor es pasajero. Vemos entonces con claridad cuán engañado por su propia tristeza está el suicida que, en la ilusión de que nada jamás cambia, es vencido por el horror de un instante de dolor que él mismo hizo eterno. Como un parásito que acaba con la vida de su huésped.
---
Delirios catártico-reflexivos. Peldón.
|