Todas las veces que intenté escribir un diario terminé dejándolo por no encontrar una verdadera buena razón que me motivara a ser constante. Al final, siempre era un tedio tener que dar el parte en algo que nada más yo iba a leer... y si ya lo sé, ¿para qué escribirlo?
Pero reconozco que hubiera estado bien guardar un registro de lo que pensaba en años anteriores, porque el tiempo pasa y "me olvido" de
quién era. Tengo por ahí algunas cosas escritas de aquellos intentos, y aunque es cierto que se puede llegar a sentir bastante vergüenza... Qué sé yo, es interesante.
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Jaja. No será casualidad que es de los que más me simpatizan.
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Hace un tiempo que reincido en la preocupación por la trascendencia. La muerte, lo que se deja, "aprovechar".
Aquellos personajes que trascendieron, de los que leemos sus obras o de los que sabemos sobre sus proezas todavía después de dos mil años... ¿Podrán disfrutarlo, o nada más se trata de gozar en vida de saber que se será recordado después de la muerte?
No debería tener importancia, porque no hay situación que implique más dominio de la sociedad sobre la vida de un hombre, que el valor de su existencia sea dado en términos de cuántos lo recuerden (y de qué manera).
Lo único cierto que es que tanto el que es recordado por milenios como aquél cuyo recuerdo se extingue junto con la vida de sus más allegados, acaban en la tumba. Y en el caso de que hubiera otra vida, ¿iba a estar molestándose el que es recordado en que lo recuerden? Antes que eso, tendrá bastante de lo que interesarse con su nueva vida, y de nada le serviría allá el reconocimiento de los que viven acá.
Así que la medida del auténtico éxito se encuentra en verse uno mismo satisfecho, al final, con la vida que se tuvo.
...
Ojalá eso redujera en algo los temores