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Quiero volver a ser una adolescente. Poder cantar a voz en grito por la calle, armar jaleo, corear, correr de un lado a otro, hacer guerras con globos de agua, hacer el tonto, tener ataques de risa floja, tener las piernas kilómetricas, y ese empuje, esa energía y esa sensibilidad desatadas.
Cómo lo echo de menos. Cómo echo de menos tener un grupo de amigos que se atreva a gritar, a hacer locuras, a tomar riesgos, que bailen, que griten, que hablen de libros, de pelis, de sueños. Amigas que te tocan, te abrazan y te besan todo el rato. Que te dicen te quiero, te trenzan pulseras de hilo y que te peinan el pelo. Amigos que se sientan a dos metros de distancia, que son fuertes, traviesos y que parecen querer ocupar todo el mundo de una zancada.
Quiero volver a sentirme capaz de cualquier cosa, con toda la vida por delante, con todos los sueños lustrosos, nuevos, con toda la vida reluciente y lista para darle un buen mordisco.
Pero sobre todo quiero volver a divertirme, a pasar la noche en vela, a pasar frío, y ver amanecer, a bailar bajo la lluvia sin que a nadie le preocupe que se le encrespe el pelo, a bañarme en cualquier sitio, sin importar cómo será la vuelta a casa, sin que importe qué pensará el resto de la gente. Quiero seguir trepando a los árboles, seguir sentándome a charlar en el suelo. Quiero volver a jugar al twister hasta ser una maraña de brazos y piernas. Poder pintar un brazo entero con un boli azul. Quiero volver a formar parte de algo.
Necesito amigos nuevos, amigos menos dignos, menos preocupados por su futuro, más inocentes, más salvajes, gente que no desprecie a otras personas por haber tenido una vida más dificil, por no haber acabado una carrera. Gente que no necesite gastarse un dineral en una cena, que se atreva a dormir en el suelo, y que salga, que salga de sus sofás, de sus rutinas, de su comodidad hogareña, y salga a la vida, a sentir, a experimentar, a jugar, a ser genuino, puro, libre, salvaje y creativo. Quiero dejarme llevar y no parecer rara por hacerlo.
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