Para los que sufren en silencio de sudores excesivos y eritrofobias galopantes. El resto no lo entenderán...
Érase un hombre a un pañuelo pegado
érase un pañuelo de tela,
érase un pañuelo blanco vela
érase un hombre deseoso de ser amado
érase una tela fina y delicada
érase la tierra deseada
érase un ser humano digno pero encorsetado
érase la prenda tibia y humeda
érase refugio, cornisa, tenada
érase la salvación de todo ahogado
érase tormento y calor desenfrenado
érase la lluvia fresca, el viento desatado
érase la luz, un oasis acariciado
érase paciencia, érase conciencia
de que todo pasará, de que el sudor
y la verguenza, y el temor, y el abatimiento
como briznas de hierba sopladas por un abanico
se irán y no volverán más
hasta la próxima jornada.
Homenaje a Francisco de Quevedo, gran escritor de nuestro siglo de luces para el arte de la escritura, el XVII.
Reíros de vuestros miedos, limites, carencias y temores y confeccionad una poesía a la altura. Yo os desafío, oh jóvenes perillanes