Érase un hombre a un pañuelo pegado
 

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Para los que sufren en silencio de sudores excesivos y eritrofobias galopantes. El resto no lo entenderán...

Érase un hombre a un pañuelo pegado
érase un pañuelo de tela,
érase un pañuelo blanco vela
érase un hombre deseoso de ser amado
érase una tela fina y delicada
érase la tierra deseada
érase un ser humano digno pero encorsetado
érase la prenda tibia y humeda
érase refugio, cornisa, tenada
érase la salvación de todo ahogado
érase tormento y calor desenfrenado
érase la lluvia fresca, el viento desatado
érase la luz, un oasis acariciado
érase paciencia, érase conciencia
de que todo pasará, de que el sudor
y la verguenza, y el temor, y el abatimiento
como briznas de hierba sopladas por un abanico
se irán y no volverán más
hasta la próxima jornada.


Homenaje a Francisco de Quevedo, gran escritor de nuestro siglo de luces para el arte de la escritura, el XVII.


Reíros de vuestros miedos, limites, carencias y temores y confeccionad una poesía a la altura. Yo os desafío, oh jóvenes perillanes

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Respuesta: Érase un hombre a un pañuelo pegado
 

:pensando: esa poesia la hizo para reirse de gongora, q como eran "enemigos" por llamarlo de alguna manera, y como gongora tenia una nariz grande hizo la poesia, la verdadera, para reirse de el por eso. a parte de dedicarle otras llamandolo homosexual como un insulto. asi q lo del homenaje... tengo dudas de si se lo merece.

Respuesta: Érase un hombre a un pañuelo pegado
 

Erase un juju pegado a una hembra
erase un juju peludo,
erase un juju como un felpudo
erase una hembra deseosa de ser penetrada
erase un juju deseoso de ser profanado
erase un clítoris deseado de mandanga
erase una hembra digna de ser ensartada

CONTINUARA.... O NO.

Respuesta: Érase un hombre a un pañuelo pegado
 

No hace falta irse muy lejos para explicar el origen de rivalidad entre Francisco de Quevedo y Luís de Góngora:

Wilkipedia

Durante la estancia de la Corte en Valladolid parece ser que circularon los primeros poemas de Quevedo, que imitaban o parodiaban los de Luis de Góngora bajo seudónimo (Miguel de Musa) o no, y el poeta cordobés detectó con rapidez al joven que minaba su reputación y ganaba fama a su costa, de forma que decidió atacarlo con una serie de poemas; Quevedo le contestó y ese fue el comienzo de una enemistad que no terminó hasta la muerte del cisne cordobés.

Con eso ya se demuestra que el pique Góngora-Quevedo se inicia claramente por el lado de Góngora, quien ve amenazada su posición de prestigio en el competitivo mundo literario del momento.

Pero ese no es el tema del hilo... simplemente un apunte para hacer reflexionar acerca de cual puede ser el origen de la creatividad del Siglo de Oro español: la lícita rivalidad entre dos mentes preclaras por conseguir la obra maestra.

Atenea, como vayas rebuscando entre las vidas personales de todos los genios y literatos que en el mundo han sido igual te llevas una gran desilusión: una mente brillante no siempre va asociada con una persona ejemplar. Y pruebas de ello tenemos a puñados... ahora mismo recuerdo a un personaje como Einstein que para la feminidad mundial debe resultar un desagradable tipejo puesto que ponía los cuernos a su mujer que no veas, era violento y desconfiado en grado sumo.

Respuesta: Érase un hombre a un pañuelo pegado
 

Jo, Stylius. Puede que no seas poeta (o poetisa, no tengo claro cuál es la adecuada) pero, sin duda, sigues el consejo de Baudelaire:

"Ser siempre poeta, incluso en prosa"

Yo tampoco tengo arte para la poesía. Pero, siguiendo el ejemplo de Verandris, voy a robarle palabras a un grande para describirme:

"Todos los acontecimientos se alinean en mi contra y espolean mi lenta cordura. Sin duda quien nos creó con este gran raciocinio que ve el antes y el después no nos dió tal capacidad, tan divina facultad, para que se pudriera por no usarla.

Ahora ya sea por instinto animal o por algún escrúpulo cobarde al pensar en los posibles efectos, un pensamiento que de cuatro tiene una parte de sabiduría por tres partes de cobardía, desconozco por completo por qué aún respiro para decir "hay que hacer esto", ya que tengo fuerzas, causa, voluntad y medios para hacerlo. Ejemplos tan grandiosos como la Tierra me exhortan.

Este gran impulso avanza, mudo e imponente. A las órdenes de un joven noble y sensible cuyo ánimo, acongojado por la divina providencia, se debilita ante cualquier peligro y ante la voluble fortuna por una simple y miserable cáscara de huevo. Ser grande de veraa no consiste en atormentarse por nada, sino en luchar hasta el último aliento cuando es la felicidad lo que está en juego.

Y yo ¿Qué haré yo? Mi vista ha sido asesinada, mi ánimo deshonrado. Me impelen la vida y la razón y dejo que duerman mientras, para mi descrédito, contemplo a veinte mil almas que desafían al azar por un momento de gloria. Como hacia su lecho marcharán hacia la incertidumbre, por un esteril momento del que apenas habrá recuerdos, ni serán sus propias formas capaces de recordar todo lo que en ello trascienda.

A partir de este mismo momento, todos mis pensamientos serán esperanzados o no valdrán nada."

Respuesta: Érase un hombre a un pañuelo pegado
 

El increíble hombre-farsa:

El hombre-farsa tiene cara de póker y alma opaca. Cada vez que sale de casa, selecciona cuidadosamente la máscara y el disfraz adecuados para capear a duras penas con sus rígidas interacciones sociales. Fullero de profesión y liante de vocación, el hombre-farsa nunca piensa en el resultado de sus acciones a largo plazo, confía ciegamente en su habilidad para reparar los posibles desperfectos de sus absurdos planteamientos.

Desde que ganó algo de dinero en alguna de sus últimas andanzas, el hombre-farsa bebe demasiado. Mientras apura su copa, a veces piensa en cómo empezó todo, en qué momento comenzó a ocultar su verdad, a hacer cosas sin sentido para no mostrarla y a exhibir una realidad que no le correspondía.

En cierta ocasión, el hombre-farsa me prometió que él algún día sería un hombre honrado, íntegro y transparente. Iluso de mí, le creí. No contaba con que en su repertorio prestidigitatorio también figura la habilidad para engañarse a sí mismo.

Respuesta: Érase un hombre a un pañuelo pegado
 

Vaya, Lou. Eso ha sido alucinante.