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Antiguo 01-mar-2009  
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Aprovecho para contar mi historia, creo que es el sitio adecuado para hacerlo. Nadie la conoce, porque a día de hoy acepto que fue una cosa mía personal, que sólo la viví yo. Aún así mi única intención es la de poder ser de ayuda con mis palabras.
Sinceramente creo que en el algún momento de mi vida padecí fobia social.

Todo comenzó de la forma más estúpida e inesperada. En el instituto.
Sucedió un día, en clase, nos encontrábamos escribiendo una redacción en silencio, cuando de repente sonaron mis tripas. Así de absurdo, de ridículo. La gente lo oyó, y me sentí morir de vergüenza. Nunca olvidaré el momento en que miré hacía atrás y vi la cara de una compañera sonriendo. Esa imagen la tengo grabada a fuego. La cara de esa chica fue el comienzo de todo.
Las tripas nunca más volvieron a sonar, (porque fue un hecho fisiológico puntual), pero en mi mente se desarrolló la idea de relacionarlo con el SILENCIO.
La lista posterior de hechos y momentos nefastos que vendrían durante los próximos años se fue haciendo cada día más grande.
Encontré una forma eficaz de aislarme sentándome en la última fila, sola. Era una forma de que el Silencio no me fuese tan latente, que si me sentaba en la primera, rodeada de gente. Pero con ello si conseguí "alejar" el silencio, también conseguí alejarme de la gente. Me aislé. Suena muy triste, pero lo prefería a volver a tener que vivir aquél momento de la redacción. De otra forma, el miedo al silencio provocó que ante cada momento en que aparecía, (en un aula suponed que a cada momento, sobre todo en los exámenes), tuviese taquicardias, sudores, bloqueo mental etc... imaginad lo difícil que es concentrarse en tales circunstancias para aprobar un examen, para sacar adelante mis estudios en definitiva.

Así estuve durante dos años, en que falté a clase asiduamente, (las clases que coincidían con la hora en que sucedió aquél momento de la redacción, ocho de la mañana). No faltaba a clase para vaguear por ahí, simplemente me despedía de mi madre en la esquina, y cuando ella hubo desaparecido, volvía a casa un par de horas. Una cuestión totalmente psicológica, a las diez de la mañana mis males habían desaparecido por arte de magia. Lo cual se tradujo en faltas de asistencia, y problemas en casa.
El miedo al silencio se apoderó de mí, de tal forma, que era incapaz de pisar "sitios silenciosos"... centros médicos, bibliotecas, incluso falté a una celebración familiar por no pisar una iglesia!. Ya no era el silencio por si sólo, sino el silencio rodeada de gente. Iba directa a un pozo sin fondo.
A parte de ello, comentar que en el instituto, siempre estuve condicionada por ser la "hermana de", la hermana de uno de los chicos populares, de los que forman el grupo elitista del lugar, no sufrí acoso, ni burlas, por ello, pero jamás se preocupó por saber que me pasaba, simplemente aceptaba que era el hermano de la "rara" de la última fila. Nunca se lo dije pero interiormente siempre estaré dolida con él por eso. Me falló mi hermano.

En cuanto a mis padres, especialmente mi madre, siento que nunca me entendió tampoco, sólo le importaban las cartas del instituto avisando de mi acumulación de faltas a clase, y poco más. Quizás me valió para el futuro, para saber que nunca haré eso con un hijo mío, no escuchar sus miedos y preocupaciones, por muy raro que me suene "Mamá tengo ansiedad en clase, me pongo nerviosa con el silencio".
A mis amistades tampoco les hice partícipes de mi problema, porque sabía que si no lo hacía mi madre, raramente, lo haría nadie... No culpe a nadie, y tampoco ganaba nada haciéndome la victima porque sentía que no tenía con quien hacérmela, así que sólo me quedó una persona en quien apoyarme y confiar, yo.
Y aquí es donde me gustaría explicar el motivo de mi relato, para todos aquellos que me lean y se sientan, aunque en circunstancias diferentes, identificados conmigo y como me pude sentir. Si tuviera que describir como me sentí durante aquellos años, diría que SOLA. Esa es la palabra.

Amigos, como deciros que el sentiros solos o incomprendidos, no tiene nada que ver con algo que gracias a dios sé que soy, FUERTE.
Después de tocar el necesario fondo al que tuve que llegar para levantarme, jamás me permití el hecho de darme pena y lástima, no me dejé llevar por lo irremediable. Mi clave fue repetirme eso todos los días. Hablarme interiormente, descubrir horrorizada cual era el fin del camino por el que había comenzado a andar, es decir, terminar al cabo de los años encerrada en casa con un verdadero problema, con una fobia descomunal, sin haber VIVIDO. Aceptaba que lo que me pasaba era real, y sobre todo, decidí encarar las situaciones que se avecinaban por mucho dolor que de antemano sabía me iban a producir. Vale, me caería, pero debía levantarme, darme el empujón para hacerlo. No se lo pedí a nadie. Para eso ya estaba yo. No me valían otras opciones. Pero la más dura fue la más acertada.

En el instituto soporté momentos durísimos relacionados con el silencio, pero me exponía a ellos, porque se trataba de mis estudios, de alguna forma, de mi futuro, de mí, (Que importante es darse cuenta de eso). En un examen cualquiera, aguantaba los nervios, el bloqueo, respiraba hondo, y aunque muerta de miedo, poco a poco me obligaba a comenzar a leer las preguntas, pensaba "No puedes salir corriendo, lo fácil es hacerlo, pero no puedes irte ahora, has estudiado para este examen, sabes las preguntas, no te mereces hacerte eso". Y de repente desaparecía mi ansiedad, sentía haberle ganado la batalla a mi demonio particular, y poco me importaba ya haber aprobado o suspendido. Yo había ganado en cualquier caso. Muchas batallas las que tuve que ganar en mi época de estudiante, y que siempre intentaron aparecer posteriormente en otras situaciones, pero que con mas edad y más madurez, fui venciendo igualmente y con más facilidad.

Sé que nunca desaparecerá por completo esa sensación de abismo que me produce el silencio, pero convivo con ello. No es un monstruo para mí, permitidme que os diga que como mucho le doy la categoría de "mosca cojonera". Me puedo dar ese capricho. Pero para llegar a ese capricho antes tuve que dar muchos pasos, empujándome yo sola.

Nunca he faltado a una entrevista de trabajo por ello, y siempre he salido sonriendo, (no por haber sido seleccionada o no), sino por decirme "Que orgullosa estoy de ti. No has fallado". Creo amigos, que se trata, de ponernos retos, aunque sean pequeños, de saber que nos merecemos pequeñas victorias, eso sí, siempre las saborearemos, sólo si las provocamos, si nos exponemos a ellas. No voy a decir que el problema desaparezca, (hace poco días en el trabajo, tuve que acudir obligatoriamente a un curso)... Silencio, de nuevo, un recuerdo lejano, que me mantuvo inquieta los días anteriores, pero no haber ido con cualquier excusa, me hubiese hecho sentir una cobarde, y por supuesto hubiese sido arriesgarme a dar un paso atrás, y quien sabe si volver a las andadas. ¿Quién dijo que sólo retroceder para coger carrerilla?. Y fue lo que hice en ese curso, exponerme de nuevo, y sentir un ligero cosquilleo inicial los primeros momentos de curso, y una completa calma el resto de días en que duró. Una calma por la cual me doy las gracias a mi misma. ¿Habrá una sensación mejor que esa?.

La verdad es que por el momento es la mejor lección que he aprendido de la vida, porque en realidad me la he dado yo misma, y me ha confirmado que soy una persona valiente, y que sé, no diré si sé enfrentarme a las situaciones difíciles, (un psicólogo podría decidir si hice lo correcto), pero sí que me atrevo a enfrentarme a ellas. Es un punto de referencia a la que hoy en día, siempre acudo cuando otro tipo de cosas no me salen bien. Recuerdo como hace años me encontraba sola, y como sola superé mis miedos para volver a la superficie. Si lo hice entonces con 16 años, lo haré siempre. Me marcó positivamente, supongo.
Por supuesto, esta experiencia me valió para tener una autoestima óptima, (nadie mejor que yo para saber que me quiero, cuando me preocupé y me esforcé por mi misma).

En resumidas cuentas, mis conclusiones, son dos: Que muy al fondo de la vida de cada uno de nosotros, (excluyendo apoyo familiar, amigos, profesionales, etc... que no son más que eso mismo, una ayuda, un apoyo), estamos solos, y se trata de nosotros mismos para superar los baches que nos ponga la vida. Nadie más lo va a hacer, porque nadie es tú.
Espero que mi historia al menos haya sido grata, y anime a reflexionar sobre lo fuertes que somos, aunque muchas veces ni siquiera lo sepamos.

nobel
Historia enviada a fobiasocial.net en Marzo de 2005
 
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