Estoy pensando en lo que ha puesto Victor y en lo que ha dicho Percho... Y esto me da pie a mí, la más densa de todas, para contarles un par de cositas que estaba a punto de pasar por alto, porque me pareció que no les podía aportar nada a ustedes (aunque tal vez me equivoque).
A mí la autoexigencia -la AUTOFLAGELACIÓN, mejor dicho- me ha paralizado la existencia durante muchos años. Es largo de contar y muy penoso, pero cuando lo cuento lo hago consciente de que podría "no haber contado el cuento". Estuve en ese riesgo muchas veces en más de diez años (de HORROR TOTAL, de terrores en aumento, de soledad absoluta, de no saber qué me pasaba, de angustias, de desesperación, de ansiedades extremas, de ataques de pánico, de bajones profundísimos y larguísimos, de psicólogos que no, de psiquiatras que no, de pastillas que no, de encierro en casa, de actividades que ya no, del trabajo que no, de la música que no). Y ESTOY ACÁ Y ME SIENTO TESTIMONIO VIVIENTE DE QUE SE PUEDE. Y no es el poder de bancar sin fondo, sin límite; sino el poder de la fortaleza, del agarre a la vida. Y desde ahí, desde algún "clic" en el alma... empezar a VER, a resolver.
Pero aún me falta mucho...
Vivo perseguida, soy una tirana y una esclava de mí misma (eso venía pensando anoche, y ahora lo puedo pensar porque estoy empezando a salir de todo eso, porque estoy empezando a aprender ý aprender y aprender, día a día). "Vivo" así todo el día, todos los días, con la menor cosa y con la más grande. Y estoy decidida a cambiarlo, porque con este nivel de estrés imposible de bancar (sostener), con toda esta carga que es mucho más grande que yo, tan pequeñita, no llego a los cuarenta. Hasta ahora el cuerpo bancó, pero no va a ser así siempre.
Y tengo que cambiarlo porque esto es un impedimento permanente, me paraliza. Porque no es autoexigencia sino descalificación. Y si yo soy una porquería que hace todo mal... ¿cómo voy a hacer algo bien?
Es el "estrés del desempeño" (así lo denominé anoche).
Y me puedo dar cuenta de esto, de este vivir angustiada, hecha un manojo de nervios a cada instante..., de esto que parece "natural" en mí (porque vaya una a saber desde cuándo), tal vez, porque estoy un poco mejor: puedo observarme objetivamente. Y cuando lo hago no puedo creer que Cecilia pueda estar (ESTAR, simplemente), cuando va acumulando tensiones, de instante en instante, todo el día, todo los días. Cada minuto es una tortura, cada cosa tiene su carga de nerviosismo y autoexigencia atroz, desde el menor al mayor detalle. Y todo acompañado de descalificación (aunque ahora soy un poquito más amiga de mí misma). No sé cómo "ella" tiene la fortaleza que le permite no caer al piso de un "patatús". Pero cuesta levantarse. Y claro..., si cada ítem anotado en la agenda se me viene encima con todos sus monstruos, con toda su exigencia. Cuesta todavía fluir y hacer. Cuesta ser, aunque ya voy naciendo un poquito.
Y es que mi patatús (la muerte en vida) ha sido la parálisis -y todos sus odiosos amigos derivados- durante años. Las personas a las que le cuento todo aquello se asombran de que esté viva (o lúcida). Y yo también. Porque no han sido meses, sino años. Tal vez el "zafe" se deba a mi amor por la vida, aunque en todos esos años yo no lo sintiese así; tal vez se deba a mi "lucidez horrorosa", como me dijo mi propio psicólogo una vez (no, no estuvo muy feliz).
Y la parálisis tiene sus causas. Y después de tanto tiempo y de tantos problemas y angustias e impedimentos... ya no se sabe cuál es la punta del ovillo. Todo se inter-relaciona.
Y la "cosa" más grande en mi vida... era -y sigue siendo- la música. Y se cayó (me callé), como todo lo demás fue cayendo. Y quedé completamente anulada. Colgué la guitarra durante años; un rollo sin salida, cuando la música era mi proyecto de vida. Y ahora tengo 31.
Mi madre tuvo un problema de salud y la internaron unos días. Está mejor. Y este descanso de ese estrés me permite reflexionar. Ella se calienta (se enoja) por cualquier minucia. Trasladó la oficina al sanatorio y pude ver la adrenalina que desborda en su trabajo (y fuera del trabajo) por cosas que no tienen importancia.
Yo la imito y la supero, porque a mí esto -entre otro par de cosas- me aplastó. Y anoche me preguntaba: ¿por qué la imito? Y no tuve respuesta, lo cual es una gran respuesta. Tengo 31 años: ¿por qué la imito? Ya no hace falta tener al lado (encima, mejor dicho) a Hitler, sino que me tengo a mí misma para darme todos los palos que se me ocurra.
Pareciera que en mi cabeza se arma una relación directa: "sólo se hacen bien las cosas si se hacen con angustia, con un nerviosismo atroz, con dolor, con pelarse el alma, con pelarse el cuerpo, con darse con un caño para lograr ser alguna otra y hacer con alguna otra que no sea... ésta que yo soy". Porque yo
SOY ERRADA Y HAGO LAS COSAS MAL NATURALMENTE (algo por el estilo). Y tal vez se puede hacer bien estando en uno, sin el látigo y sin comprometer lo afectivo, la sanidad de cuerpo y alma. Se lo digo a mi madre en una carta que le estoy escribiendo, y me lo digo a mí misma (primeramente).
Bueh..., es para hablar horas. Lo cierto es que debo modificar esto, salir de esta tiranía y de esta esclavitud que me impiden ser y hacer.
Resulta que me he comprado un "nervocalm"; que viene a ser una especie de relajante natural, una mezcla de hierbas en pastillita. Pero yo no sé si es el nervocalm o que estoy comprendiendo alguna cosa..., lo cierto es que antes de ayer -y también hoy- hice muchas cosas en la calle, y -oh sorpresa- ¡LAS HICE EN CALMA! y hasta segura de mí misma. Increíble. ¡Esto debe ser la normalidad!, me digo entusiasmada. Algo así debe ser el estado de todas estas personas que pueden ser y hacer. Oh descubrimiento.
Insisto en esto: no es que no podamos estar con / entre otras personas. Es, antes que nada, que no podemos estar con nosotros mismos, EN nosotros mismos.
Perdón por tanto paréntesis; mi escritura es espantosa e ininteligible.
¡Pero me lo digo en serio!, ves? Ya está la densa instantánea. (¡más de lo mismo!)
Lo jodido es deshacer los automáticos, no? ¿Tengo alguna falta de hortografía, che?