Empiezo diciendo que no soy mucho de fútbol. De un tiempo para acá me he planteado el hacerme hincha de un equipo cualquiera, más por experimentar esa devoción fanático-religiosa-deportiva una vez a la semana, tan desconocida para mí, pero supongo que eso deja en claro mi aproximación tan insulsa al tema.
El punto es que siempre he disfrutado mucho de los mundiales; aún cuando no recuerdo el último al que fue la selección nacional (sin contar el de este año, por supuesto). Recuerdo con mucho cariño el de Corea-Japón 2002, mi primer mundial se podría decir; en ese año tan poblado de malos momentos y de ojos aguados y nostálgicos, pocas cosas llegaron a llenarme de tanta dicha como encontrarme uno de esos partidos a la madrugada en la TV (siempre me han dicho que sería un buen celador). Incluso llegué a llenar el álbum por completo, y lo pude consevar hasta unos años después; su misteriosa desaparición ha sido una pérdida que al día de hoy aún me pesa.
El del 2006 no lo pude disfrutar mucho por el colegio en ese entonces, pero recuerdo varios partidos, uno que otro golazo y cómo no la final. Para el 2010... ya estaba mal, supongo. Lo disfruté y la pasé bien probablemente, pero mi frustrado (des)encuentro con la vida universitaria me llevó a la culpa y posterior reclusión de la vida pública. Tanto así que no siento que hayan pasado ni la mitad de los cuatro años que ya van desde aquel mundial de mascota mediocre...
Sobre el mundial de este año... Cuando tu selección no ha ido a un evento que se hace cada cuatro años por dieciseis años, con un país entero hipócritamente unido en un solo color, pero unido al fin, y nuestros queridos locutores narrando a mil por hora (¡y con cuánto entusiasmo por el cosmos!), digamos que fui presa fácil para el 'bichito' del fútbol como lo llamaría alguien por ahí. No lo estaba pasando del todo bien, al punto de que ni me enteré de que el mundial ya había empezado y me perdí de la ceremonia de inauguración y de los primeros partidos. Pero una vez empecé no pude detenerme: sentí ese extraño y esquivo sentimiento de ser parte de algo, de ser físicamente bienvenido; una cosa que probablemente en años había sentido. Me atrevo a decir que este mundial me ha dejado incluso más que sólo grandes emociones y buenas memorias; ha resucitado mis ganas de ir por más, de dejar de hacer taxidermia con las memorias existentes.
Suena bastante insulso, de nuevo, pues hablamos de fútbol. Pero de nuevo, si sólo es un mes cada cuatro años, ¿por qué no?
Me siento muy viejo.