Iniciado por JoseMiguel
Érase una vez un niño pequeño que creía en los cuentos de hadas, que no compredía el mundo de los mayores, inocente, muy inocente, una inocencia llena de esperanzas. La felicidad se preguntaba, ¿dónde se encuentra? Miraba en el mundo de los mayores y no la veía, pero él no desesperaba, sabía que estaba por ahí, la intuía, la presentía, nunca cesaría en su empeño de encontrarla aunque no la viera. Este niño creció. Creció en una inmensa tristeza por no encontrar la felicidad, pero nunca se hundió, parecía un tintán, pero en el fondo estaba cansado, muy cansado de no encontrar su anhelo. Un día con 14 años, de una extraña forma encontró a su ángel en una fotografía del colegio, casi había perdido ya la fé estaba tremendamente cansado y de repente allí estaba la razón de su vida. Durante dos años se las ingenió para estar cerca de aquel ángel, pero nunca se atrevió a acercarse, ella era demasiado perfecta y él demasiado cobarde. Qué podría ofrecer aquel muchacho cansado a la perfección, nada se decía, era demasiado débil. Mientras, el resto del mundo lo veía imperturbable. Al final decidió él alejarse de su ángel para morir de una vez, no quería manchar aquella perfección, aunque siempre se preguntaría el por qué la perfección se dignó a fijarse en aquel muchacho. Así que decidió morir, morir en vida y huyó de ella como sólo los cobardes saben hacerlo. Así pasaron los días, los meses y los años, entre recuerdos y alcohol y apariencia de hombre impasible, porque ya no era un muchacho desde los 16 años, ni siquiera un hombre. Era un muerto viviente. Pasó mucho tiempo, muchísimo, porque un segundo era demasiado tiempo. Siempre pensando en su ángel. Miraba entre las mujeres a ver si volvía a ver a su vida, pero no veía a ninguna mujer, porque Ella era la Mujer. La esperanza no es lo último que se pierde, porque aquel ser extraño carecía de esperenza, y sin embargo se movía e iba a la universidad y parecía tener vida. Tenía ya casi 24 años y seguía pensando en si ella le recordaría, qué locura, cómo se iba a acordar. Un día, volviendo de la facultad andando con sus pensamientos, cruzaba una calle aquel ser cuando a su lado y en sentido contrario cruzó una mujer que al pasar a su lado se paró. El ser moribundo seguía en sus pensamientos y no se fijó en aquella mujer pensando en dónde estaría su ángel. Pero se percató del gesto extraño de aquella mujer de pararse cuando se cruzaron. A los diez metros o así, aquel muerto viviente le entró curiosidad de quién sería, pero un instante antes de girarse para mirar le entró una extraña sensación. Se giró y allí volvió a ver a su ángel. Parada, apollada en un coche, giró su cabeza y nuestras miradas se volvieron a encontrar después de ocho años. Después de ocho años muerto.
¿Qué haría aquel ser?, apenas podía mantenerse en pie.
Hizo lo único que había aprendido en su "vida", huir, huir por segunda vez. Así que siguió su camino y llegó a su casa intentando convencerse de que todo había sido una ilusión.
Pasaron unos días y unas semanas, pero aún no había asimilado lo que había visto. Eran épocas de exámenes en la facultad, y un día que iba a examinarse de algo, empezó a caer en lo que vio.
Abandonó los estudios, si es que alguna vez estuvo en ellos, abandonó todo si es que alguna vez tuvo algo, pero lo más importante es que abandonó su ser, o lo que había aparentado ser. Pasó un mes y empezó a descubrir quién era él. Pasaron dos meses y empezó a parecer que ya no era imperturbable. Los "amigos" empezaron a preguntar ¿qué te pasa? ¿te noto extraño? Nada, decía él. Aún se resistía pero cada vez le costaba más fingir. Un día por la noche, cuando todos dormían y él por supuesto no, salió a la terraza y allí le empezó a caer una lágrima. ¿Qué era eso? ¿Él llorando? No, tan solo había sido una lágrima. A la noche siguiente fueron dos, y así día tras día, al final lloró. Muerte, eso es la muerte, pero no podía esperarla, tardaba demasiado. Sabía lo que era ser un muerto viviente, pero ya no podía seguir siéndolo. Estaba obligado a ser lo que siempre fue. Pasó un mes y supo cómo, pasó otro mes y supo dónde. Y pasó otro mes, pero intentó resistirse a saber cuándo. Pero ya no podía resistir.
Sin embargo, ocurrió algo extraño. Un día si saber cómo ni por qué llamó a un "amigo" y le contó esta historia que nunca había contado a nadie. Entonces sintió que podía aplazar algo más el cuándo. Se sintió "aliviado".
Siguió intentando llorar en silencio durante un año. Aunque algunos le vieron llorar.
Después psicos y psiquis, pastillas de muchos colores y la nada. La tranquilidad de la Nada. Aunque siempre está ahí la seductora muerte.
Ahora ese ser tiene ya casi 30 años, y no sé qué le ocurrirá en los años venideros. Sigue recordando, es un estúpido nostálgico.
Pero hay veces que recuerda y sonríe.
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