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Antiguo 22-feb-2007  

En aquellos tiempos tenía yo tan sólo veinticuatro años. Ya entonces mi vida era lúgubre, desordenada y salvajemente solitaria. No trataba con nadie, rehuía tener que hablar con alguien,y cada vez me metía más y más en mi rincón. Durante mi trabajo en la oficina procuraba no mirar a nadie, dándome perfecta cuenta de que mis compañeros no sólo me consideraban un ser extraño, sino que- también esto me lo figuraba yo- parecían mirarme con cierta aversión. Me daba por pensar por qué a nadie miraban así los demás, excepto a mí. Un compañero mío de la oficina tenía una cara de lo más repugnante, completamente picada de viruela y similar a la de un bandolero. Si yo hubiera tenido una cara tan imprensentable, creo que no me atrevería a mirar a nadie. Otro compañero, tenía un uniforme tan desgastado que a su lado olía mal. Sin embargo, ninguno de esos señores se avergonzaban ni de su vestimenta, ni de su rostro, ni de cuestión moral alguna. Ni el uno ni el otro se percataban de que se les miraba con aversión; incluso si se percataran, les hubiera dado lo mismo, con tal de que los jefes se dignaran dirigirles la mirada. Ahora tengo totalmente claro, que yo mismo, por mi ilimitada vanidad, y por consiguiente, también a causa de mi propia exigencia, me miraba a mí mismo con excesivo inconformismo rayano en la repugnancia, achacando mentalmente mi propia mirada a cuantos me miraran. Yo, por ejemplo, odiaba mi cara, la encontraba vil, e incluso intuía que encerraba alguna expresión ruin; por ello, cuando iba al trabajo, con sufrimiento trataba de comportarme de la manera más independiente posible, para que nadie sospechara de mi ruindad, y así poder expresar en mi rostro toda la nobleza del mundo. "Si mi cara es fea- pensaba yo- entonces al menos que resulte noble, expresiva, y lo más importante, es que parezca extraordinariamente inteligente._" (...)
Como se entenderá, también odiaba a todos mis compañeros de oficina, desde el primero hasta el último, y a la vez los despreciaba y temía un poco. A veces, incluso los ensalzaba por encima de mí mismo. Un hombre honesto e instruido no puede ser vanidoso sin albergar a veces una infinita exigencia hacia su persona y sin menospreciarse en algunas ocasiones hasta el límite de llegar a odiarse a sí mismo. Pero bien despreciándome, bien ensalzándome, sin embargo, cuando me cruzaba con alguien, yo casi siempre solía bajar los ojos. Incluso hacía experimentos, a ver si podía aguantar algunas miradas, pero siempre era el primero en bajar los ojos. Esto me atormentaba hasta enloquecer. Temía terriblemente parecer ridículo, y por ello, llegué a amar hasta la esclavitud la rutina en todas las cosas externas; con verdadera pasión seguía el camino marcado, y se me estremecía el alma ante cualquier excentricidad que pudiera ocurrírseme de pronto. ¿Pero cómo era posible soportarlo? Estaba formado enfermizamente, tal y como corresponde a un hombre de nuestro tiempo. Todos ellos, por el contrario, se parecían tanto a los unos a los otros, y eran tan torpes, como los borregos de un rebaño. De toda la oficina, posiblemente sólo a mí, me parecía constantemente ser un servil y un cobarde; y si así me lo parecía, era porque yo estaba más desarrollado mentalmente que ellos. Pero eso no sólo me lo figuraba, sino que en realidad así es como era; verdaderamente era un servil y un cobarde. Lo digo sin ningún tipo de desconcierto. Todo hombre honesto de nuestro tiempo es, y debe ser, un servil y un cobarde. Ésta es una condición normal. Estoy profundamente convencido de ello. Esto es así, y así es como está constituido. Y un hombre honrado, ha de ser un servily un cobarde, ya no sólo en tiempos presentes y por algo casual, sino que debe serlo en cualquier tiempo. Ésta es una ley de la Naturaleza que rige para todos los hombres honestos que hay sobre la faz de la tierra. Y si en algún momento, a uno de ellos se le ocurriese hacerse el valiente, que no se alegre ni se entusiasme demasiado, ya que al final, terminará acobardándose delante de algún otro. Esa es la única y eterna salida de siempre. Sólo los burros y los bastardos pueden hacerse los valientes, pero eso sólo hasta que se vean delante del famoso paredón. No merece la pena prestarles atención, porque no significan absolutamente nada.
Otra cosa que me atormentaba mucho por aquel entonces, era que yo no me parecía a nadie, ni nadie se parecía a mí. "Yo soy uno, mientras que ellos son todos_" - pensaba yo sumiéndome en reflexiones....

Memorias del subsuelo
 
Antiguo 23-feb-2007  

Dismorfofobia en estado puro...
 
Antiguo 24-feb-2007  

Dusty y su circo de los horrores.
 
Antiguo 24-feb-2007  

Cita:
En aquellos tiempos tenía yo tan sólo veinticuatro años. Ya entonces mi vida era lúgubre, desordenada y salvajemente solitaria. No trataba con nadie, rehuía tener que hablar con alguien,y cada vez me metía más y más en mi rincón...
Ahora tengo 25, rumbo a los 26 años......

 
Antiguo 24-feb-2007  

"Yo soy uno, mientras que ellos son todos_"
Si, verdaderamente me identifique con ese personaje... tambien con Raskolnikov de Crimen y Castigo.
Estar semi integrado a la sociedad no se si es mejor o peor que ser un ermitaño

PD: Davidven, tanto tiempo sin noticias tuyas hermano! que es de tu vida?
 
Antiguo 24-feb-2007  

Cita:
Iniciado por Kris_bcn
En aquellos tiempos tenía yo tan sólo veinticuatro años. Ya entonces mi vida era lúgubre, desordenada y salvajemente solitaria. No trataba con nadie, rehuía tener que hablar con alguien,y cada vez me metía más y más en mi rincón. Durante mi trabajo en la oficina procuraba no mirar a nadie, dándome perfecta cuenta de que mis compañeros no sólo me consideraban un ser extraño, sino que- también esto me lo figuraba yo- parecían mirarme con cierta aversión. Me daba por pensar por qué a nadie miraban así los demás, excepto a mí. Un compañero mío de la oficina tenía una cara de lo más repugnante, completamente picada de viruela y similar a la de un bandolero. Si yo hubiera tenido una cara tan imprensentable, creo que no me atrevería a mirar a nadie. Otro compañero, tenía un uniforme tan desgastado que a su lado olía mal. Sin embargo, ninguno de esos señores se avergonzaban ni de su vestimenta, ni de su rostro, ni de cuestión moral alguna. Ni el uno ni el otro se percataban de que se les miraba con aversión; incluso si se percataran, les hubiera dado lo mismo, con tal de que los jefes se dignaran dirigirles la mirada. Ahora tengo totalmente claro, que yo mismo, por mi ilimitada vanidad, y por consiguiente, también a causa de mi propia exigencia, me miraba a mí mismo con excesivo inconformismo rayano en la repugnancia, achacando mentalmente mi propia mirada a cuantos me miraran. Yo, por ejemplo, odiaba mi cara, la encontraba vil, e incluso intuía que encerraba alguna expresión ruin; por ello, cuando iba al trabajo, con sufrimiento trataba de comportarme de la manera más independiente posible, para que nadie sospechara de mi ruindad, y así poder expresar en mi rostro toda la nobleza del mundo. "Si mi cara es fea- pensaba yo- entonces al menos que resulte noble, expresiva, y lo más importante, es que parezca extraordinariamente inteligente._" (...)
Como se entenderá, también odiaba a todos mis compañeros de oficina, desde el primero hasta el último, y a la vez los despreciaba y temía un poco. A veces, incluso los ensalzaba por encima de mí mismo. Un hombre honesto e instruido no puede ser vanidoso sin albergar a veces una infinita exigencia hacia su persona y sin menospreciarse en algunas ocasiones hasta el límite de llegar a odiarse a sí mismo. Pero bien despreciándome, bien ensalzándome, sin embargo, cuando me cruzaba con alguien, yo casi siempre solía bajar los ojos. Incluso hacía experimentos, a ver si podía aguantar algunas miradas, pero siempre era el primero en bajar los ojos. Esto me atormentaba hasta enloquecer. Temía terriblemente parecer ridículo, y por ello, llegué a amar hasta la esclavitud la rutina en todas las cosas externas; con verdadera pasión seguía el camino marcado, y se me estremecía el alma ante cualquier excentricidad que pudiera ocurrírseme de pronto. ¿Pero cómo era posible soportarlo? Estaba formado enfermizamente, tal y como corresponde a un hombre de nuestro tiempo. Todos ellos, por el contrario, se parecían tanto a los unos a los otros, y eran tan torpes, como los borregos de un rebaño. De toda la oficina, posiblemente sólo a mí, me parecía constantemente ser un servil y un cobarde; y si así me lo parecía, era porque yo estaba más desarrollado mentalmente que ellos. Pero eso no sólo me lo figuraba, sino que en realidad así es como era; verdaderamente era un servil y un cobarde. Lo digo sin ningún tipo de desconcierto. Todo hombre honesto de nuestro tiempo es, y debe ser, un servil y un cobarde. Ésta es una condición normal. Estoy profundamente convencido de ello. Esto es así, y así es como está constituido. Y un hombre honrado, ha de ser un servily un cobarde, ya no sólo en tiempos presentes y por algo casual, sino que debe serlo en cualquier tiempo. Ésta es una ley de la Naturaleza que rige para todos los hombres honestos que hay sobre la faz de la tierra. Y si en algún momento, a uno de ellos se le ocurriese hacerse el valiente, que no se alegre ni se entusiasme demasiado, ya que al final, terminará acobardándose delante de algún otro. Esa es la única y eterna salida de siempre. Sólo los burros y los bastardos pueden hacerse los valientes, pero eso sólo hasta que se vean delante del famoso paredón. No merece la pena prestarles atención, porque no significan absolutamente nada.
Otra cosa que me atormentaba mucho por aquel entonces, era que yo no me parecía a nadie, ni nadie se parecía a mí. "Yo soy uno, mientras que ellos son todos_" - pensaba yo sumiéndome en reflexiones....

Memorias del subsuelo
Amooooooooooooooo con toda mi alma a Dostoievsky. Me he leído cada libro suyo, uno por uno. Es impresionante la cantidad de obras maestras que escribió, era un maestro, es mi escritor favorito. Dostoievsky pensaba que la naturaleza humana se definía por sus extremos, así que hacía desfilar en sus libros a neuróticos, suicidas, retrasados. Es natural que nos sintamos reflejados en lo que escribió.
Y el personaje de las "Memorias del subsuelo" es lo más cercano que he encontrado en todo lo que he leído a un sujeto evitativo, con un complejo de inferioridad del tamaño de Rusia. Es impactante, yo me he sentido identificadísimo con él. Es un ser enigmático que se va desarrollando en toda su obra. Lean "Pobres gentes" o "El doble", es el mismo personaje, pero en diferentes estadios de su neurosis.
 
Antiguo 24-feb-2007  

Cita:
Iniciado por ernest
"Yo soy uno, mientras que ellos son todos_"
Si, verdaderamente me identifique con ese personaje... tambien con Raskolnikov de Crimen y Castigo.
Estar semi integrado a la sociedad no se si es mejor o peor que ser un ermitaño
 
Antiguo 24-feb-2007  

Cita:
Iniciado por Kirillov
. con toda mi alma a Dostoievsky. Me he leído cada libro suyo, uno por uno. Es impresionante la cantidad de obras maestras que escribió, era un maestro, es mi escritor favorito. Dostoievsky pensaba que la naturaleza humana se definía por sus extremos, así que hacía desfilar en sus libros a neuróticos, suicidas, retrasados. Es natural que nos sintamos reflejados en lo que escribió.
Y el personaje de las "Memorias del subsuelo" es lo más cercano que he encontrado en todo lo que he leído a un sujeto evitativo, con un complejo de inferioridad del tamaño de Rusia. Es impactante, yo me he sentido identificadísimo con él. Es un ser enigmático que se va desarrollando en toda su obra. Lean "Pobres gentes" o "El doble", es el mismo personaje, pero en diferentes estadios de su neurosis.

Cuántas razones has reflejado en tu respuesta para no leer ni un libro de ese escritor. De verdad que te quedan ganas de leer sobre personajes suicidas, neuróticos etc?. Yo también soy masoca en ocasiones. no te creas.
 
Antiguo 24-feb-2007  

No creo que Dusty se limite a reflejar seres al borde de la locura sino a retratar una sociedad podrida como la Rusia zarista a través de sus atormentados protagonistas.
 
Antiguo 24-feb-2007  

Cita:
Iniciado por Kruschev
No creo que Dusty se limite a reflejar seres al borde de la locura sino a retratar una sociedad podrida como la Rusia zarista a través de sus atormentados protagonistas.
Hombre, sí, también había gente maja, como Razumijin. Y por ejemplo en "Novela en nueve cartas" los personajes no estaban locos, algo patanes, pero muy normalitos.
 
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Existen tres opciones (segun Dostoievski) Fobia Social General 14 20-jul-2006 20:17



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