- Cartas de desahogo y otros asuntos de correspondencia -
Cuando era pequeña recuerdo que me gustaba mucho mirar el cielo... Para ese entonces, el cielo lo encontraba mucho más cerca.
A pesar de estar completamente sola -aunque, rodeada de muchas personas- disfrutaba de todo. Me gustaba ver los colibríes en las tardes, las mariposas amarillas en la mañana y las luciérnagas en la noche. Mamá odiaba que me desvelara, o que de noche corriera a su habitación porque me daba miedo quedarme sola en medio de la oscuridad.
A pesar de sus constantes gritos, de sus palabras duras, yo adoraba estar en casa; pero, por supuesto.. cuando ella no estaba.
Odiaba y amaba el colegio. Recuerdo que veía a mis compañeros de lejos. Me gustaba observarlos... Sentía cierta curiosidad que tal vez a una pequeña población le pasara por la cabeza, curiosidad que nació por una profesora. Recuerdo claramente sus palabras "cada persona es un mundo. Y el mundo, es el cosmos".
¿Porque era tan difícil navegar en el cosmos de una persona? solía preguntarme al sentarme y mirar por la ventana a mis otros compañeros reír.
Me preguntaba que metas tenían ellos a esa edad, que les disgustaba.. que sufrían... igual, me preguntaba a mí misma porque me resultaba tan fascinante y, a la vez ¿porque me resultaba tan desconocido?
Descubrir un cosmos aparte del mio me parecía fascinante.. Deseaba meterme en el cosmos de las otras personas... averiguar que pensaban, que soñaban, que deseaban... ¿Cómo les habría parecido el oxigeno, pasarlo por sus pulmones, en esa época donde el aire era gratis?
Hoy me tengo que aguantar las carcajadas de semejantes pensamientos míos de niña, ya que consumen demasiado oxígeno.