Hola. Desde que vi por primera vez este foro he tenido muchas ganas de escribir sobre mí mismo. Mi intención es desahogarme un poco, aprovechando que existe un lugar como éste en el que puedo hablar sin vergüenza de mis problemas. Porque no se imaginarán cuántas ganas he tenido siempre de abrirme a los demás –de contarles las cosas que siento y pienso-, pero nunca he sido capaz de hacerlo.
Tengo 23 años. Desde muy joven siempre me caractericé por tener muy pocos amigos. En la escuela, y luego también en la universidad, cuando terminaba la última clase del día siempre me iba a mi casa. Muy pocas veces llegué a reunirme, fuera de la escuela, con compañeros con los que me llevase bien. Utilizaba mi tiempo libre para navegar por internet o jugar videojuegos.
No fue hasta los 19 años en que empezó a afectarme la soledad. Siempre veía a las chicas desde lejos y me angustiaba no poder relacionarme con ellas. En la universidad no había hecho demasiadas amistades, por lo que muchas veces estaba solo. Me consolaba con la imaginación; si no podía encontrar novia, al menos podía imaginármela. Mis ánimos empeoraron porque además, en esta época, empecé a detestar la carrera que estaba estudiando. Así que en cuanto fui avanzando en la carrera, fui distanciándome de mis compañeros de clase. Como no me gustaba la carrera que estudiaba no tenía nada en común con ellos. Me pasaba las horas libres en la biblioteca, leyendo novelas o libros de filosofía. Apenas estudiaba, pero por suerte nunca tuve demasiados problemas para aprobar los exámenes. En la universidad hice solo un par de amistades –que eran las únicas que tenía porque con los compañeros de la escuela ya había perdido todo contacto-, pero tampoco me reunía mucho con ellos fuera de la universidad.
A los veinte años entré en una etapa que yo denomino como nihilista. Perdí la fe en todo: en la sociedad, en los demás y en todo lo que yo mismo había creído hasta aquel momento. La lectura de autores como Nietzche no hacía sino que sumergirme más en ese estado de escepticismo. Me creía viviendo en una dimensión distinta a los demás, en la que ya yo no daba importancia a todo aquello virtual que el ser humano había creado. Más que nihilista quizás era un existencialista, porque me sentía como un ser, rodeado de otros que eran parecidos, pero en el que los contornos de lo que generalmente se considera la realidad se hallaban disueltos. Para mí ya no existía la sociedad; seguía estudiando, quizás por hábito, pero un título era algo que no me importaba en lo más mínimo.
Por suerte encontré algo en lo que interesarme: el cine. Me convertí en cinéfilo; bajaba de internet y veía muchas películas. También leía mucho sobre cine. Pero no podía hacer cine con los medios que tenía a mi alcance. Así que decidí escribir relatos, a pesar de que de narrativa yo no sabía mucho y de que nunca había sido bueno escribiendo. Me dedicaba a escribir en mi tiempo libre. Se imaginarán que justamente fue siempre la soledad y la angustia, entre otros, los temas que elegía para construir un relato. Por primera vez me sentía satisfecho haciendo algo.
Cuando me gradué le conté a mis padres que lo que había estudiado no me gustaba. Les dije que lo que me interesaba era el cine. Pero no sabía qué hacer con mi vida. O buscaba trabajo o estudiaba aquello que me interesaba (cine o narrativa). Mis padres tampoco sabían qué recomendarme. De pronto se les ocurrió la idea de que me fuera a Francia, pues allá podía estudiar cine. Al final terminé por ir a Francia y estuve allí tres meses en una escuela de idiomas. Mi objetivo era quedarme allá, pero pasaron los tres meses y como yo no tenía trabajo (la verdad es que ni lo había buscado) ni tampoco dinero como para quedarme más tiempo, regresé a Venezuela, de nuevo sin saber qué hacer con mi vida. Y desde entonces han pasado ya cinco meses. En total ha pasado ya más de un año desde que me gradué.
Estoy casi todo el día en el apartamento y casi nunca salgo. Sólo lo hago para caminar, cuando me provoca ir al Ávila (un cerro que está en la ciudad y que, como ha sido declarado parque nacional, no está desforestado). Me gusta mucho caminar, pero en esta ciudad (Caracas) apenas puedo satisfacer ese deseo. Si quiero ir a cualquier lugar tengo que tomar un bus y después agarrar el metro. Pero los embotellamientos de autos son tan infernales que sólo el trayecto en bus me toma más de 45 minutos. Y por donde vivo no se puede caminar porque las aceras no están en buenas condiciones y es un sitio que hasta de día es inseguro. Así no hay forma de que me provoque salir; prefiero quedarme en el apartamento. De los dos amigos que tenía en la universidad sólo me queda uno, y apenas lo veo como mucho una vez cada dos meses.
Nunca he tenido novia. Ni siquiera he besado en la boca a una chica. Ésta es quizás una de las razones por las que más he sufrido, pues nunca he dejado de anhelar encontrar el amor. Mientras estuve en París sí que sociabilicé un poco; me reunía con los compañeros de la escuela todo el tiempo, y hasta fui varias veces a discotecas. Hubo varias chicas que se me insinuaron, o al menos eso fue lo que creí; una de ellas hasta me dijo que yo le interesaba mucho, pero yo no hice nada. Siempre me buscaba excusas para no intentar algo con ellas; por ejemplo, me decía a mí mismo que no me gustaban esas chicas que se interesaban en mí. Pero quizás la razón por la que decidí no cortejarlas fue mi inseguridad, la falta de confianza en mi mismo. Sigo repitiéndome que algún día encontraré una chica con gustos parecidos a los míos (interés por las artes y la filosofía) cuyo físico me atraiga, pero me temo que si esa oportunidad llega a darse no haré nada conquistarla, impedido de hacerlo por falta de confianza en mí mismo y mi nula experiencia en el trato con chicas. A mis 23 años debo decir que siento cada vez más lejanas las posibilidades de conseguir novia. ¿Cómo haría para que una chica que me interesara no descubriese que soy un completo inexperto en este tema? Y no son pocas las personas, al menos en esta sociedad tan superficial, que me considerarían idiota si les contara este aspecto de mi vida. ¿Qué me garantiza que una chica no huirá despavorida si le soy franco sobre mí mismo? Aún me consuelo utilizando la imaginación; si tomo la decisión de ir al Ávila al día siguiente, mientras intento dormirme me imagino que en la excursión encontraré a esa chica que tanto espero. La escritura también me sirve para mermar esos deseos.
He pensado que seguramente lo mío podría ser clasificado como trastorno de la personalidad evasiva. Quizás no se trate de fobia social –porque no me siento nervioso en el trato con otras personas-, pero aun así soy muy torpe para muchas cosas que a los demás se les hacen fáciles. Siento mucha ansiedad en condiciones muy específicas como, por ejemplo, cuando acudo a una entrevista de trabajo o cuando me toca realizar una llamada telefónica a algún desconocido. Tengo un miedo terrible a que otros desaprueben las cosas que hago, por lo que suelo ser muy discreto. Me consideran una persona fría porque suelo ser muy inexpresivo, pero lo cierto es que no lo soy. Cierto es que mis intereses y necesidades son muy diferentes a los de la mayoría de la gente. Me interesan muy poco los éxitos que los demás ansían. No me importa el dinero. Sólo me gustaría poder dedicarme toda mi vida al cine o a la escritura, entregarme de lleno a obras que, aunque no gusten a nadie, me dejen a mí satisfecho. No me importaría seguir en esta situación (sin trabajo y sin pareja) si no supiera que esto hace sufrir a mis padres. Sé que ellos están ahí, doliéndoles mucho que su hijo se esté convirtiendo en un fracasado. Ojalá pudiera irme a otro país y alejarme de ellos para no hacerlos sufrir, pero si no logré quedarme en Francia no lo lograré nunca en ningún otro sitio. ¿Qué más puedo hacer con mi vida? No soy capaz de conseguir trabajo. Ojalá escribiera más y lo hiciera con más disciplina; de momento me conformo con terminar algún relato de vez en cuando. Y como lo que hasta ahora he escrito me parece muy mediocre -no me atrevo a mostrárselo a nadie-, me consuelo pensando que aún soy joven y que mejoraré con los años, que es imposible que ahora mismo escriba algo digno. Pero lo cierto es que no tengo confianza en mí y a veces me atemoriza la idea de que mi potencial sea muy mediocre. ¿Pero qué puedo hacer para al menos no entristecer a mis padres? La verdad es que no me atrevo a decirles que escribo. Ojalá al menos pudiera encontrar a esa chica que tantas veces he imaginado. Así por lo menos me sentiría menos desdichado.