Nunca ha habído mucho que decir. Siempre está ese vacío, que bien pude ser por desinterés o alguna operación de alma (me gusta esa "muletilla" usada por tanto filósofo), pero que, aún así, es deseable sino es porque, cuando me angustio, ese vacío es desastrozo. Me inmoviliza pero, a su vez, me hace querer escapar (¡¿a dónde y sus infinitos por qué?!). Al final, todo vuelve por donde vino, por el mismo desinterés... quizás es un círculo (o, mejor, óvalo). Sin embargo, parece que, de todos modos, es constante ese mierdero -y cómo queda de bien esa palabra en este caso- amorfo que no halla articulación racional para poder entender y reducir. Si tengo un nudo en la garganta o en el entendimiento, y si alguna vez es desatado, pues no saldría nada.
No recordaba que las matemáticas fueran tan interesantes. Gracias, don Stewart, da cierta serenidad saber que eso es lo más exacto y sensato que hay.
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