Hace un rato estaba haciendo ejercicio, y en cosa de no más de unos 20 segundos, mientras tomaba un descanso, transcurrió por mi cabeza el guión: Tengo un hijo, soy un gran padre, jugamos juntos. (Cambio de escena). Voy solo en coche por una autopista, de noche y con lluvia. Tengo un accidente grave, entiendo que no voy a sobrevivir más de unos minutos. Moribundo, llamo a mi pareja y le pido que le pase el teléfono a mi hijo. Le digo que lo quiero mucho, creándole la memoria más dolorosa de su vida.
"No, NO",
despierto y me reprendo. Es decir, no es conveniente recrearse en ficciones sobre la interminable gama de posibles horrores que ofrece la existencia, sobre todo cuando uno está intentando mantener un cierto nivel de buen ánimo. Pero en fin, hay cosas que no cambian ¿eh?, me sucede desde niño, aunque al menos ahora la frecuencia parece bastante menor/ya no persisto en explorar todos los recovecos de la amargura que me ofrecen tales fantasías. No deja de parecerme curioso, más allá de todo. Supongo que a las pesadillas me toca enfrentarlas durante la vigilia.
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De golpe me dio una preocupación muy grande por que esto sea risible. :/
Bueno, en cierta forma sí, es como si fuera una especie de caracol depre que lucha por ignorar la casita de material lacrimógeno que lleva a cuestas
.
Aunque afortunado, también, porque como le fue dada la casita, le fue dada la terquedad para nunca agotarse.
..
Tampoco soy tan infeliz. A veces solo soy babosa, sin casita. Incluso hay días que saltamontes.
No, sin definiciones. Autodefinirse es ridículo, siempre. "Yo soy así, yo soy asá" PRF. Todo sea por aferrarse a un manguito de certidumbre en la vorágine del propio ser.
Mejor me callo.