Mi vida la comparo con una de esas canchas de patinaje con enormes gradas que aparecen en películas americanas en las que se juega a hockey sobre patines, en las que entre semana la gente de la calle normal y corriente puede entrar a patinar.
Y ahí están todos, o casi todos, algunos haciéndolo realmente bien, se les ve con una destreza y habilidad innata intentando hacer piruetas que a veces les salen y a veces no, pero cuando caen rien, se levantan y siguen. Otros, algo más torpes, van con más precaución y simplemente dan vuentas dejándose llevar. Algunos se conforman con mantenerse en pie a paso de tortuga cayendo cada dos por tres intentando agarrarse a alguien cercano cada vez que les pasa arrastrando a esa otra persona con ellos al suelo. Esto también suele acabar con risas aunque de vez en cuando alguno de los derribados parece molesto e incluso el tema acaba en discusiones. Hasta hay personas sobre el hielo pero agarrados a la barandilla que delimita la pista y nunca llegan a soltarse.
Yo en cambio estoy sentado en uno de los asientos de la grada, observando, solo sin nadie cerca. Me gustaría estar ahí pero no hago nada por saltar a la pista. Y sigo observando. Veo que algunos van siempre en grupo, otros siempre solos pero la mayoría van cambiando de compañía coincidiendo en cada momento con gente que va a su misma velocidad.
Fijándome más veo que en realidad bastantes no parecen disfrutar, están ahí porque están los demás, simplemente, pero preferirían estar en otro sitio. O no estar. Hasta parecen desgraciados, eligen malas compañías que les dan de lado o intentan dejarles atrás. Al querer ir más rápido de lo que pueden terminan cayendo y rompiéndose la crisma, o dando media vuelta para intentar alcanzar a los que parecían sus compañeros yendo en dirección contraria pero lo que pasa es que chocan contra algún pobre infeliz que patinaba correctamente y le rompen la crisma a éste. En este momento siento alivio por estar fuera.
Y sigo en mi asiento mirando. Veo que en la grada hay más gente, unos pocos más desperdigados en solitario la mayoría aunque se distingue algún grupo de dos o tres lo más, todos mirando hacia la pista haciendo como que no nos vemos entre nosotros. Sigo sin moverme, no puedo o no quiero. A lo mejor es que soy un vago o un cobarde, me da miedo ponerme a patinar y que las cosas me salgan mal o peor, me da miedo que me salgan bien. O puede que sólo sea que la parte de mi cerebro que me debe decir que debo saltar a la pista a patinar no funciona.
Pues eso, la vida es como un juego, un divertimento en el que yo estoy al margen.
¿Como es vuestra vida?