Buenas,
Me hice una cuenta en el foro para responder a un tema antiguo, pero luego decidí crear uno nuevo para no resucitar uno viejo.
No busco consejos ni palabras dulces, más que nada hago este post para descargarme un poco, y para ayudar a otros, si es posible, a que no les pase lo mismo.
Retrocediendo un poco en el tiempo, es importante contar cómo era yo hasta los 26 años. Yo era el típico chico popular, no el más popular generalmente, pero de un físico atractivo, digamos que un 8-8.5. Siempre fui de hacer deportes e ir al gym, por lo que mantenía un buen cuerpo también. Con un buen sentido del humor, nunca tuve problemas con las mujeres, o mejor dicho, nunca tuve problemas con las mujeres más atractivas. Si bien no era el típico 'playboy', siempre tenía novia o salía con alguna chica, y siempre con las más atractivas --chicas realmente preciosas, de estas que cuando entras a un lugar con ella se puede notar como parece que todo se paraliza, que todos giran la cabeza y se hace un silencio en la sala--.
No soy una persona superficial, pero creo que es normal que cuando uno tiene muchas opciones, elige entre las mejores.
Ahora bien, a finales de mis 26 años empecé a notar una pérdida de cabello. No le di demasiada importancia, ya que evidentemente tenía la autoestima bastante elevada. En ese momento además empezaba a salir con una chica.
A los 27 noté entradas muy grandes, todo se dio demasiado rápido... Y noté también una coronilla despoblada casi totalmente. La gente ya se daba cuenta, y los más cercanos ya me decían 'se te ve el cartón' o bromas por el estilo
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Así que hice lo que se dice en todos lados, 'te afeitas la cabeza y listo, problema solucionado'. Lo hice y ni me importó ni afectó en la autoestima para nada. Yo seguía saliendo con esta chica que mencioné arriba por un tiempo más, y luego lo dejamos, ya que yo no le veía futuro --y es verdad, eso no tenía ningún futuro--.
Ya como soltero nuevamente, y con mi cabeza afeitada, seguí con mi vida de siempre. Hablando con chicas y obteniendo números de teléfono sin problemas. Todo parecía seguir igual. Pero empecé a notar algo raro.
Las chicas si bien me daban el teléfono no tenían intención de verme. Noté que muchas me daban el número sin estar demasiado interesadas. Empecé a escuchar miles de excusas nuevas para rechazarme invitaciones a tomar una simple copa. Al principio lo atribuí a una mala racha, pero después de 6 meses sin conseguir citas, y habiendo incluso bajado el listón hasta el punto de chicas que ni siquiera me atraían físicamente, me di cuenta cuál era mi verdadero problema: estaba calvo.
Así es, tardé, pero al final caí. Ser calvo a los 20 y tantos años te transforma en una persona no atractiva, e indeseable incluso para las mujeres que no son guapas. Si, díselo a Bruce Willis me dirán, hay 4 gatos a los que no les afecta, pero son cuatro en todo el mundo. A la gran mayoría, y me incluyo, nos transforma en seres no atractivos para el sexo opuesto. Digamos que en mi caso pasé de ser un 8.5 a tal vez un 3, simplemente por perder el pelo. Y eso que tengo un buen cuerpo (deportes+gym), pelo facial, me visto bien y además gano muy buen dinero para mi edad. Pero eso no alcanza, si no hay pelo.
Mi consejo para los que se estén quedando calvos es que no se crean eso de que no pasa nada, de que esta de moda, o que miren qué bien le queda a Bruce Willis. Eso no va a suceder. Los calvos no son atractivos, y conseguir una cita con una chica toma un esfuerzo extraordinario. Mis únicas 3 citas en los últimos 12 meses han sido con chicas que no me atraen físicamente para nada, que son un 3 o un 4, y que nadie las desea. Se puede notar la desesperación que tienen. O sea, están como yo. Y eso que yo con pelo era un 8, para el que es un 6 con pelo le espera un infierno, y probablemente ya no pueda conseguir una cita en su vida (excepto, obviamente, pagando por ello a una profesional del sector).
Eso es todo lo que quería decir. Gracias por leer, y espero que sirva de ayuda a alguien, o para que tomemos conciencia que la calvicie a una edad temprana supone un cambio drástico --y para mal-- en la imagen de una persona.