Como siempre, sigo aquí,
descargando mi basura
con palabras,
en el pueblo en que nací,
con diez vecinos, el cura
y ocho cabras.
Tan lejos de cualquier parte,
tan cerca de ningún sitio,
tan de tanto...
Psicologías aparte,
en mi mente falta litio,
sobra llanto.
Espectador somnoliento
del discurrir tan extraño
de los días,
se han olvidado del viento
en la estación "Desengaño"
mis tranvías.
Sabiendo que se me veda
el amor con su burlón
protocolo,
siento el vacío que queda
cuando ya no es una opción
estar solo.
Sin clase y sin dignidad,
sin estilo y como un paria,
sin hombría,
remolco esta soledad
de veinticuatro horas diarias
cada día.
Y donde quiera que voy
cada mujer que me cruzo
por la acera
me dice qué solo estoy,
explorando como un buzo
mi pecera.
Doctorado en amargura
sin estudiar por los bares
la cerveza,
enseño mi asignatura
con clases particulares
de tristeza.
Qué importa un Dios que no sabe
entre el girar de unos astros
que se queman,
cuando ni siquiera cabe
todo este dolor que arrastro
en un poema.
Terminando ya estas rimas,
paridas con mucha tos
y con fórceps,
ando, con el cielo encima,
por este terco año dos
mil catorce.
Derrotado frente al mundo,
en luchas donde me extingo
hoy me enzarzo,
y otra vez cual buzo me hundo
en las horas de un domingo,
dos de marzo.
Yo.