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Antiguo 21-sep-2014  

“La calavera es el muerto, y la cara es la muerte; y lo que llamáis morir es acabar de morir, y lo que llamáis nacer es empezar a morir, y lo que llamáis vivir es morir viviendo, y los huesos es lo que de vosotros deja la muerte y que le sobra a la sepultura.”

Francisco de Quevedo - Sueños
 
Antiguo 22-sep-2014  

"Soy más bien de los que prefieren estar solos. O, para expresarlo con mayor precisión, yo soy de esos a los que no les produce tanto sufrimiento el hecho de estar solos."

- Haruki Murakami / "De que hablo cuando hablo de correr".
 
Antiguo 28-sep-2014  

 
Antiguo 07-oct-2014  

"La tristeza se localiza en la boca del estómago, es como si siempre tuvieras hambre de algo, hambre de luz, hambre de calle, hambre de noche, hambre de todo, hambre de nada, hambre de mierda, no te deja tranquilo te quema te da vueltas en el estómago te atrapa todas tus palabras y no las deja salir".

- Rafael Chaparro / Opio en las nubes.
 
Antiguo 08-oct-2014  

Cita:
Iniciado por Izaro Ver Mensaje
"La tristeza se localiza en la boca del estómago, es como si siempre tuvieras hambre de algo, hambre de luz, hambre de calle, hambre de noche, hambre de todo, hambre de nada, hambre de mierda, no te deja tranquilo te quema te da vueltas en el estómago te atrapa todas tus palabras y no las deja salir".

- Rafael Chaparro / Opio en las nubes.

Suena más aplastante sin esas comas que uno a veces se ve tan tentado a poner :P. Buen fragmento.

Uno justo anterior:
«(...)El olor de las calles siempre es el olor de la desolación todo parece quieto pero en el fondo todo está muerto todo parece feliz pero todo es infeliz uno cree que porque los chicos montan en bicicleta la felicidad anda por aquí y por allá pero nada de eso Amarilla nada de eso en el fondo todo es un engaño el olor de las calles nos mata lentamente nos atraviesa los huesos con precisión y nos dice que el tiempo está pasando por entre nuestros dedos y nuestros ojos y no hay nada que podamos hacer Amarilla el olor de los días es un océano invisible por donde vagamos sin saber dónde queda la costa ni los faros solamente somos islas que nos vemos intermitentemente cuando las olas bajan y entonces nos saludamos de isla a isla nos decimos hola observamos los rostros y luego cada cual se sumerge en su pequeña isla en su pequeño olor particular y se concentra en sus sudores en sus miedos»
►►►

«Me recosté en las piernas de Adriana Mariposa y miré ese cielo azul, miré la lluvia que caía y me abrí la camisa para dejar que las agujas invisibles de la lluvia me terminaran de reventar el vacío del estomago la tristeza y todas esas maricadas que se le pegan a uno cuando te hallas en un parque mirando hacia el cielo, recostado sobre una mujer que respira lentamente como si llevara un tropel de venaditos de la piel y entre las piernas...»
El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes-Rafael Chaparro


Ja,ja,ja "esas maricadas"
 
Antiguo 09-oct-2014  

"(...) Finalmente llegó el día de la Promoción de los Mayores. Se celebró en el gimnasio de las chicas y con música en vivo, una verdadera banda. No sé por qué, pero esa noche me acerqué andando —recorriendo las dos millas y media desde casa de mis padres—, me planté en la oscuridad y miré hacia adentro a través de la malla metálica que cubría la ventana. Me quedé asombrado. Todas las chicas parecían adultas, majestuosas, amorosas en sus vestidos largos; todas eran bellas. Y los chicos enfundados en sus esmóquines tenían un aspecto formidable, bailando todos tan erguidos, cada uno de ellos sosteniendo a una chica en sus brazos y con sus caras aplastadas contra el pelo femenino. Todos danzaban magníficamente y la música sonaba límpida, fuerte y hermosa.

Entonces me vi reflejado en el cristal, granos y marcas cubriéndome la cara, la camisa deshilachada. Era como si un animal de la selva hubiera sido atraído por la luz. ¿Por qué había venido? Me sentí mal. Pero seguí mirando. El baile acabó. Hubo una pausa. Las parejas hablaban entre sí con soltura. Todo era natural y civilizado. ¿Dónde habían aprendido a conversar y bailar? Yo no podía ni conversar ni danzar. Todo el mundo sabía algo que yo desconocía. Las chicas eran tan bonitas, los muchachos tan bien parecidos. Era tan difícil mirar de cerca a una de esas chicas, y no digamos estar solo con ellas. Mirar en sus ojos o bailar con ellas era algo más allá de mi alcance.

Y sin embargo sabía que lo que estaba viendo no era tan simple ni bonito corrió aparentaba. Había que pagar un precio por todo ello, una falsedad social en la cual se podía creer fácilmente, pero que podía ser el primer paso que condujera a un callejón sin salida. La banda de música comenzó a tocar de nuevo y los chicos y chicas bailaron mientras las luces giraban por encima de ellos lanzando destellos dorados, rojos, azules, verdes y otra vez dorados sobre las parejas. Mientras las observaba, me dije a mí mismo: «Algún día comenzará mi baile. Cuando llegue ese día, yo tendré algo que ellos no poseen.»

Pero empezó a ser demasiado para mí. Los odié. Odié su belleza, su juventud sin problemas, y mientras los miraba danzar a través de los remansos de luz mágicamente coloreada, abrazándose entre ellos, sintiéndose tan bien, como niños inmaculados en gracia temporal, los odié porque tenían algo que yo aún desconocía, y me dije a mí mismo de nuevo:
«Algún día seré tan feliz como cualquiera de vosotros, ya lo veréis.»

Ellos siguieron bailando y yo repetí mi promesa.
Entonces oí un ruido tras de mí.
—Oye, ¿qué estás haciendo?
Era un viejo con una linterna. Tenía una cabeza como la de una rana.

—Estoy viendo el baile.

Sostuvo la linterna justo bajo su nariz. Sus ojos eran redondos y grandes. Brillaban como los de un gato bajo la luz de la luna. Pero su boca era seca y marchita y la cabeza redonda. Tenía una peculiar redondez en todos sus miembros que recordaba a una calabaza que intentara parecer inteligente.

—¡Mueve tu culo de ahí!
Me enfocó con la linterna.
—¿Quién es usted? —pregunté.
—Soy el guarda nocturno. ¡Mueve tu culo de ahí antes que llame a la

policía!
—¿Por qué? Esta es la Promoción de los Mayores y yo soy uno de ellos.
Enfocó la linterna a mi cara. La banda tocaba «Púrpura intensa».
—¡Mierda! —dijo—. ¡Al menos tienes 22 años!
—Estoy en las listas de este año. Clase de 1939, promoción de

graduados, Henry Chinaski.
—¿Por qué no estás dentro bailando?
—Olvídelo. Me voy a casa.
—Hazlo.

Me di la vuelta y empecé a andar. Su linterna enfocó el camino siguiéndome con su haz de luz. Salí del campus. Era una noche templada y agradable, casi calurosa. Creo que vi algunas luciérnagas, pero no estoy seguro."


- Charles Bukowski / La senda del perdedor.
 
Antiguo 10-oct-2014  

«Tenemos que hacer que los libros vuelvan a molar. Si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te lo folles» John Waters
 
Antiguo 11-oct-2014  

“Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Sólo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia: la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar... eso es la Náusea".

"La náusea aparece al sentir el carácter absurdo de la existencia, al captar la realidad como algo superfluo, contingente; los existentes (nosotros incluidos) venimos de la nada, existimos sin justificación alguna y terminaremos en la nada. Hemos sido arrojados a la existencia, y del mismo modo seremos arrojados a la muerte. “Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad.”

“Qué lejos de ellos me siento, desde lo alto de esta colina. Me parece que pertenecen a otra especie. Salen de las oficinas, después de la jornada del trabajo, miran las cosas y las plazoletas con aire satisfecho, piensan que es su ciudad, “una hermosa ciudad burguesa”. No tienen miedo, se sienten en su casa, nunca han visto otra cosa que el agua domeñada que sale por los grifos, la luz que surge de las bombillas eléctricas cuando se hace presión en el interruptor, los árboles mestizos, bastardos, sostenidos por horquetas. Cien veces por día tienen la prueba de que todo se hace mecánicamente, que el mundo obedece a leyes fijas e inmutables. Los cuerpos abandonados en el vacío caen todos a la misma velocidad, el jardín público se cierra todos los días a las dieciséis en invierno, a las dieciocho en verano, el plomo se funde a 335º, el último tranvía sale del Ayuntamiento a las veintitrés y cinco. Son apacibles, un poco taciturnos, piensan en Mañana, es decir, simplemente en un nuevo hoy; las ciudades sólo disponen de una sola jornada que se repite, muy parecida, todas las mañanas. Apenas la adornan un poco los domingos. Imbéciles. Me repugna pensar que volveré a ver sus caras gruesas y tranquilas. Legislan, escriben novelas populistas, se casan, cometen la extrema estupidez de tener hijos. Entre tanto, la gran naturaleza vaga se ha deslizado en la ciudad, se ha infiltrado en todas partes, en sus casas, en sus oficinas, en ellos mismos. No se mueve, permanece tranquila, y los hombres están bien metidos dentro, la respiran y no la ven, se imaginan que está afuera, a veinte leguas de la ciudad. Yo veo esa naturaleza, yo la veo… Sé que su sumisión es pereza, sé que no tiene leyes: lo que ellos toman por constancia… Sólo tiene hábitos y puede cambiarlos mañana.”


"Me levanto sobresaltado; si por lo menos pudiera dejar de pensar, ya sería mejor. Los pensamientos son lo más insulso que hay. Más insulso aún que la carne. Son una cosa que se estira interminablemente, y dejan un gusto raro. Y además, dentro de los pensamientos están las palabras, las palabras inconclusas, las frases esbozadas que retornan sin interrupción: "Tengo que termi...yo ex...Muerto...M. de Roll...ha muerto...No soy...Yo ex..." Sigue, sigue, y no termina nunca. Es peor que lo otro, porque me siento responsable y cómplice. Por ejemplo, yo alimento esta especie de rumia dolorosa: existo. Yo. El cuerpo, una vez que ha empezado, vive solo. Pero soy yo quien continúa, quien desenvuelve el pensamiento. Existo. Pienso que existo. ¡Oh, que larga serpentina es esa sensación de existir! Y la desenvuelvo muy despacito...¡Si pudiera dejar de pensar! Intento, lo consigo: me parece que la cabeza se me llena de humo...y vuelve a empezar: "Humo...no pensar...no quiero pensar. No tengo que pensar que no quiero pensar. Porque es un pensamiento". ¿Entonces no se acabará nunca?
Yo soy mi pensamiento, por eso no puedo detenerme. Existo porque pienso...y no puedo dejar de pensar. En este mismo momento - es atroz - si existo es porque me horroriza existir. Yo, yo me saco de la nada a la que aspiro; el odio, el asco de existir son otras tantas maneras de hacerme existir, de hundirme en la existencia. Los pensamientos nacen a mis espaldas, como un vértigo, los siento nacer detrás de mi cabeza..., si cedo se situarán aquí delante, entre mis ojos, y sigo cediendo, y el pensamiento crece, crece, y ahora, inmenso, me llena por entero y renueva mi existencia".


"La raíz del castaños se hundía en la tierra, justo debajo del banco donde me hallaba sentado. Pero yo ya no recordaba que era una raíz. Las palabras se habían desvanecido y, con ellas, también la significación de las cosas, sus usos, las débiles marcas que los hombres han trazado en su superficie. Estaba sentado, un poco encorvado, la cabeza gacha, solo frente a aquella masa negra, enmarañada y enteramente primitiva que me producía miedo. Fue entonces cuando tuve esa revelación.
Me dejó sin aliento. Anteriormente, jamás había presentido lo que quería decir "existir". Era como los demás, como aquéllos que se pasean a la orilla del mar con sus trajes de primavera. Decía, como ellos, "el mar es verde", "aquel punto blanco que se divisa allá es una gaviota"; pero no sentía que aquello tuviese una existencia, que la gaviota fuese una "gaviota existente".
... Y de golpe, estaba allí, clara como el día: la existencia se me había revelado de improviso. Había perdido su apariencia inofensiva de categoría abstracta; era la materia misma de las cosas. Aquella raíz amasaba existencia. O más bien, la raíz, las verjas del jardín, el césped ralo, todo se había desvanecido: la diversidad de las cosas, su individualidad, solo era una apariencia, un barniz. Ese barniz se había fundido y quedaban masas monstruosas y endebles, en desorden, desnudas, con una desnudez espantosa y obscena...
Por otra parte, aquella raíz existía de una manera que a me era imposible explicar. Nudosa, inerte, sin nombre, me fascinaba, me llenaba los ojos, me conducía sin cesar a su propia existencia. Era inútil que me repitiera "es una raíz". Ya no daba resultado..."

La Náusea-Jean-Paul Sartre
 
Antiguo 14-oct-2014  

" Después del postrer adiós a sus compañeros se puso a a pensar en sí mismo, tal como había proyectado. Ya sabía lo que iba a pensar, quería imaginar cómo sería todo aquello, cómo iba a suceder que él, un hombre vivo, se convirtiera a los tres minutos en algo, en alguien, ¿en qué? ¿Y adónde iría? ¡Pensaba que sería capaz de definirlo en aquellos dos minutos! Allí cerca había una iglesia. Su cúpula dorada resplandecía al sol. Y él recordaba haberla mirado fijamente, con intensidad terrible, mientras centelleaba de luz. No podía apartar los ojos de aquel resplandor, que le parecía ser como su nueva naturaleza, como si pasados aquellos tres minutos él hubiese de renacer en ese resplandor. Su incertidumbre y el horror que le inspiraba aquella cosa nueva con la que iba a enfrentarse eran espantosos, pero juró que nada era tan terrible como un pensamiento que le acechaba <<¿Y si no fuera a morirme? ¿Y si me fuera concedido seguir viviendo? ¡Que eternidad! ¡Y toda para mi! De cada minuto haría un siglo, aprovecharía cada segundo, contaría cada instante y no desperdiciaría uno solo.>>
Dijo que esa reflexión final le hizo sentir tanta amargura que lo que más deseaba era que le fusilaran de una vez.


" Por lo menos, bueno es saber que cuando la cabeza rueda no sufren mucho.
-Acaba usted de hacer la observación que hace casi todo el mundo y que es cierta. Precisamente la guillotina se ha inventado para evitar sufrimiento. Pero yo pienso siempre: ¿y no será peor así? Quizá a usted se le antoje mi idea ridícula y absurda, pero cuando se tiene un poco de imaginación ¡se le ocurren a uno tantas cosas! Reflexione usted. Si se trata, por ejemplo, de un hombre al cual se somete a la tortura, existe el sufrimiento, las heridas, la agonía corporal que distrae del dolor espiritual, y así, hasta el momento mismo de la muerte, sólo sufre de las heridas. Porque el mayor y peor padecer quizá no es el que infligen las heridas, sino la certeza de que dentro de una hora, de diez minutos, de medio minuto, ahora mismo, el alma se te escapará del cuerpo y dejaras de ser un hombre, y saber que esto ocurrirá fija, irremisiblemente. En la guillotina, lo terrible se concentra en un solo instante, mientras tienes la cabeza expuesta a la cuchilla y oyes como ésta se desliza hacia tu cuello. No vaya a creer que todo es idea mía solamente, sino que así lo piensa mucha gente. Estoy tan seguro de ello, que voy a exponerle francamente mi opinión. Cuando se mata a un hombre legalmente, se comete un crimen mucho mayor que el que cometió el mismo reo. El viajero a quien apuñalan unos forajidos en el bosque tiene esperanzas de salvarse hasta el ultimo momento. Se han dado casos de hombres con la garganta seccionada que no perdían la esperanza de huir, o que pedían que se les perdonase la vida. Y esa ultima esperanza que hace diez veces más fácil morir, desaparece a causa de esa sentencia irremisible: saber que debes morir. La mayor agonía estriba entonces en el hecho de que sabes que vas a morir, y ninguna tortura peor que esa. Durante una batalla puede llevarse al soldado hasta la boca misma de los cañones. No perderá la esperanza hasta el momento mismo en que disparen contra el. Pero léale a ese mismo soldado su sentencia de muerte y romperá a llorar o se volverá loco. ¿Cómo es posible suponer que un hombre sea capaz de soportar una cosa así sin volverse loco? ¿Por qué esa mofa cruel, abyecta, innecesaria? Quizá exista un hombre al que después de haberlo sentenciado a muerte le hayan otorgado el perdón. Sólo ese hombre podría contarnos su agonía. De ese tormento y de ese horror nos hablo Cristo. ¡No, al hombre no puede tratársele así!".

El idiota - Dostoievski
 
Antiguo 18-oct-2014  

"Sean héteros o gays, todos los hombres deseamos tener una pinga grande y gruesa. Ya sea adelante o atrás."

--Yo--

Última edición por Will-Wonka; 18-oct-2014 a las 19:14.
 
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