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Antiguo 02-may-2015  

T da unos pasos y concentra su atención en el suelo. Se agacha para atrapar a la araña, la aprieta en el puño y se la lleva a la boca. Muerde y, con dificultad, haciendo muecas de esfuerzo, desgarra el cuerpo blando que se agita entre sus dientes. Después escupe un trozo al suelo y lanza hacia la mesa lo que le ha quedado en la mano. Cae a los pies de P el abdomen demediado, todavía moviendo tres o cuatro patas que quedan articuladas a él. En un movimiento reflejo, P aplasta con la bota los restos semovientes del animal, sin levantarse de la silla, quizá complacido en la blandura inerte que deja una mancha roja y negruzca sobre las baldosas.
—Eso es —dice T al ver el gesto de P—: destruye a tu enemigo. Pero no sólo a tu enemigo: destruye a todo aquel o a todo aquello que se oponga a tu voluntad; destruye incluso por mero divertimento, para afirmar tu poder sobre el mundo. Y hazlo sin piedad, como proclama Lestat el vampiro: «Dios mata indiscriminadamente; nosotros también».
P ha levantado la bota de los restos de la araña, pero alguna viscera ha quedado encajada en la suela y al arrastrar el pie pinta un arco de sangre sobre el suelo:
—Sabes que no estoy de acuerdo contigo, pero ésa no es la cuestión ahora. La cuestión es que si no me ayudas a orientarme en la realidad quizá moriremos los dos...
—Yo diría que la cuestión tampoco es ésa. Sería absurdo: nadie sabe qué es real y qué no lo es, no se pueden hacer mapas de la realidad... Míralo de esta otra manera: es evidente que la araña sólo presentaba problemas porque les tienes pánico a las arañas, OK?, si hubieras visto una mosca te daría igual su realidad. De modo que lo que convendría dilucidar es a qué le tienes miedo: ésa es la cuestión. Y no creo que estés dispuesto a enfrentarte a eso..., es más: hasta puede que acabaras haciendo alguna tontería... «¿No has visto esa otra película, de Alejandro Amenábar, la de los fantasmas que no saben que lo son?»... ¿De qué me suenan estas palabras?... —se acerca de nuevo a la Madonna de Bellini, con las manos a la espalda.
(...)
—Te equivocas: yo no soy un psicópata, yo tengo alma.
—Oh, «alma», una buena palabra para acompañar a «amor», «felicidad» y «pastel de cerezas»... Desde luego no creo que dieras positivo en la escala de Hare, ya sé que eres justo ese tipo de sensiblero que da 10 dólares a un homeless y regala flores y anillos a las mujeres... Pero hay otros autores además de Hare, por ejemplo puedo recordarte la lista de tarados psicopáticos que enumera Koch: «Las almas impresionables, los sentimentalistas lacrimosos, los soñadores y fantásticos, los huraños, los apocados, los escrupulosos morales, los delicados y susceptibles, los caprichosos, los exaltados, los burlones, los vanidosos y presumidos, los trotacalles y noveleros, los inquietos, los malvados, los estrafalarios, los coleccionistas y los inventores, los genios fracasados y no fracasados...»
—¿Hay alguien que quede fuera de esa lista? —dice P.
—Cualquiera puede tener algún rasgo de psicopatía, ciertamente. Lo significativo, y aquí recurro a Schneider, es que pueda decirse que el individuo a considerar tiene una personalidad y unas formas de vida extrañas, apartadas del término medio. Sobre todo si por ello siente frustración, sufrimiento, y más aún si piensa que ese sufrimiento es o fue producido por otros y por tanto le parece justo que alguien pague por ello. ¿Te dice algo todo eso? ¿No es venganza lo que buscas persiguiendo a criminales? Porque el que los persigue para meterlos en la cárcel eres tú, sin duda, yo me limito a divertirme un rato con ellos cuando tengo ocasión. ¿Y te has dado cuenta de que sólo aparezco cuando bebes?: in vino veritas, hermanito.
—Yo no soy tú... Yo puedo sentir aprecio por alguien, por una gata huérfana, por el comisario, por su mujer...
—Pobre comisario..., nunca sabrá el riesgo que corrió contigo... Pero la verdad es que nos ha sido muy útil tenerlo de nuestra parte: mientras a ti te enseñaba a ser un policía bueno a mi me enseñaba cómo campar impunemente por mis respetos...
P sigue en su idea fija:
—Tú no puedes enamorarte, yo sí... Me enamoré de Suzanne...
—Ah..., Suzanne...: otra Madona de Bellini, ¿cuántas van ya...? —T saca del bolsillo de su americana un estuche de joyería. «Jewell Zoo», dicen las letras grabadas. Lo abre y extrae de él el anillo—. Admito que con ésta te dio un poco más fuerte, pero la pregunta es de qué te enamoraste...
—Me enamoré de una mujer, de una persona, de un ser humano, y eso demuestra que yo también soy humano...
—Yo te diré de qué te enamoraste. Te enamoraste de un rostro vagamente parecido al de un cuadro de Bellini que llevas contigo a todas partes y ante cuya imagen rezabas aterrorizado en la penumbra de una sala de espera. Te enamoraste de una profecía sobre ti mismo que llevas toda la vida empeñado en autocumplir, de un ideal sobre tu propia persona, de la posibilidad de ser otro al margen de mi. Te enamoraste de una vida coherente, redonda, sin cabos sueltos; te enamoraste de una novela de Dickens y de una teleserie lacrimógena con final feliz. De todo eso te enamoraste: no de una mujer de carne y hueso. Y tuvo suerte de escapar con vida: ¿cuánto hubieras tardado en destruirla?
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Bueno, lo digo porsiaca, no me siento identificado con estos textos, es solo que... los considero curiosos e ilustrativos acerca de algunas cosas.
 
Antiguo 02-may-2015  

"Cuando en soledad me doy a elucubraciones
Y medito sobre varias anticipaciones,
Cuando en el aire castillos suelo levantar,
En los que no hay recelo y no hay pesar,
Me complazco en figuraciones deliciosas
Y las horas, me parece, pasan presurosas.
Toda dicha en comparación es tontería*
Pues nada hay mas dulce que la melancolía."
 
Antiguo 16-may-2015  

-¿Cómo entender eso: MALVADO?¿Qué es eso?¿Existe en la tierra?
Sería más adecuado para nosotros decir que no puede haberlos, que no los hay. En los cuentos está permitido describir a malvados: para los niños, para simplificar el cuadro. Pero cuando la gran literatura mundial de los siglos anteriores talla una tras otra imágenes de malvados de un negro espeso- Shakespeare, Schiller, Dickens-, nos huele un poco a barracón de feria, poco acorde con el sentir de hoy. Pero lo que importa es cómo están dibujados esos criminales. Esos malvados tienen perfecta conciencia de su maldad y de que su alma es negra. Y razonan así: si no hago mal, no vivo. A ver si enfrento al padre contra el hermano. Me deleitaré con los padecimientos de la víctima. Yago dice sin tapujos que sus objetivos e impulsos son negros, nacidos del odio.
No, eso no ocurre así. Antes de hacer el mal, el hombre tiene que concebir el mal como un bien o como una acción lógica, con sentido. Así es, por suerte, la naturaleza del hombre, que tiene que buscar JUSTIFICACIÓN a sus hechos.
Las justificaciones de Macbeth eran muy endebles y la vergüenza acabó con él. Yago es otro borrego. Tan sólo una docena de cadáveres agotaban la fantasía y las fuerzas espirituales de los criminales shakespearianos.
Eso les pasaba por carecer de ideología.
¡La ideología!, he aquí lo que da justificación buscada a la maldad y la requerida dureza prolongada al malvado. La teoría social que ante él mismo y ante los demás le ayuda a blanquear sus actos y a escuchar, en lugar de reproches y maldiciones, loas y honores. Así, los inquisidores se confortaban con el cristianismo; los conquistadores, con el engrandecimiento de la patria; los colonizadores, con la civilización; los nazis, con la raza; los jacobinos (anteriores y posteriores), con la igualdad, la fraternidad y la felicidad de las generaciones futuras.
Gracias a la ideología, al siglo XX le ha tocado conocer la maldad cometida contra millones de seres. Es algo que no se puede refutar, orillar, silenciar: ¿cómo nos atrevemos entonces a insistir en que no hay malvados?¿Quién aniquiló entonces a esos millones? Sin malvados no hubiera habido Archipiélago.
Entre 1918 y 1920 corrió el bulo de que las Checas de Leningrado y Odesa no fusilaban a todos sus condenados, que con algunos alimentaban (vivos) a los animales de los zoológicos de esas ciudades. No sé si es verdad o calumnia y, si hubo esos casos, cuantos fueron. Pero yo no me pondría a buscar pruebas: tomando la costumbre de los ribetes azules, yo les propondría que ellos nos demostraran que eso es imposible. ¿Pero con el hambre de aquellos años, de dónde iban a sacar carne para el zoológico?¿Quitárselo a la clase obrera? Si aquellos enemigos de todas maneras iban a morir, por qué con su muerte no coadyuvar a la cría de fieras en nuestra República y, de esta forma, colaborar en nuestro avance hacia el futuro? ¿Acaso no es racional?
Esa es la raya que no traspasará el malvado de Shakesperare, pero el malvado con ideología la traspasa y conserva los ojos imperturbados.
En física, existen las magnitudes o efectos de umbral. (…cosas de física…)
Al parecer, también la maldad es una magnitud umbral. Si vacila el hombre, se mueve la vida entera entre el umbral del bien y el mal, cae, resbala, trepa, se arrepiente, vuelve a nublarse, pero mientras no haya cruzado el umbral de la maldad, en sus posibilidades está el retorno y él se mantiene aun en el campo de nuestra esperanza.
Pero si, por la importancia de sus maldades o por cierto grado de ellas o por lo absoluto de su poder atraviesa de pronto, el umbral, él se separa de la Humanidad. Probablemente para siempre.
Desde la Antigüedad, la gente ve en la Justicia una dicotomía: el bien que triunfa y el mal que se castiga.
Tenemos la dicha de haber llegado en una época en la qué no es que el bien triunfe, pero en la que no siempre se persigue con perros. Al apaleado, al enclenque, ahora le está permitido entrar con sus andrajos, sentarse en un rincón, aunque sin abrir la boca.
Y nadie se atreve a nombrar el mal. Si, estuvieron abusando del bien, pero no hubo mal. Si, unos cuantos millones rodaron por el talud, pero no hay culpables. Y si alguien se atreve a piar “entonces que pasa con los que…” desde todas partes surge en son de reproche, y al principio en tono amistoso: “Bueno camaradas: ¡¿Dejemos de hurgar en las viejas heridas?! Pero después con una estaca “¡A callar supervivientes, con lo bien que estabais presos!”
(… comparativa entre Alemania y Rusia…)
Llegará un día en que nuestros descendientes darán a alguna de nuestras generaciones el nombre de “generaciones de calzonazos”: primero, millones de nosotros permitimos dócilmente que nos azotaran y luego mimamos a los asesinos en su vejez feliz.
(…)
Pero aunque seamos generosos, no los fusilemos; no los atiborremos de agua salda; no los “encerremos” con miles de chinches; no los sometamos al tormento del potro; no los mantengamos firme sin dormir durante semanas, no les asestemos patadas, ni porrazos, ni les apretemos la cabeza con aros de hierro, ni los empotremos en la celda como si fuesen maletas, poniéndolos a unos encima de otros, aunque no hagamos nada de lo que ellos han hecho. (…)Lograr que cada uno de ellos diga por lo menos en voz alta:
-Si, soy un verdugo y un asesino.
(…)
Cuando callamos el mal, lo metemos en el cuerpo para que no asome: lo estamos SEMBRANDO, y mil veces volverá a brotar en el futuro. Si no castigamos y ni siquiera censuramos a los malvados, estamos haciendo algo más que cuidar su miserable vejez: estamos socavando por debajo de las generaciones futuras todas las bases d la Justicia. Por eso crecen “indiferentes”, no por la “débil labor educacional”. Los jóvenes asimilan que la vileza jamás se castiga en la tierra, que ayuda a prosperar.

¡Qué incómodo y que terrible será vivir en un país así!

Archipiélago Gulag. A. Solschenizyn (o algo así)
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Hay una serie, de unas 4 o 5 preguntas, que suelo hacer a cada persona que pienso que pueda ser "cómo yo". No sigo un procedimiento muy exacto, pero rara vez las hago todas si veo que las respuestas a las primeras no me satisfacen. Algunas las pongo en público y otras siempre las guardo para la intimidad. ¿Cómo decides el precio de lo que vendes? es una de ellas.
 
Antiguo 16-may-2015  

Tu y yo no somos tan diferentes,
supongo que tuve mas suerte,
sin ella te volviste beligerante,
pero entiendo perfectamente.
El vaso estaba medio lleno para mí

Y se veía medio vació para mi

Tal vez ese vaso determinó nuestros caminos, quien sabe?

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La palabra "creer" es una maldición que aplasta a las personas. No hay manera de que puedas leerle la mente a alguien, verdad? En lo que crees es en tu propia idea egoísta de como quieres que una persona sea - nada mas. Y en parte,forzaste eso en mi también, y ahora piensas que te he traicionado? que eres, un idiota?
 
Antiguo 18-may-2015  

Igual alguien la puso ya, es un clásiquísimo

No solo se le exige al miembro del Partido que tenga las opiniones que se consideran buenas, sino también los instintos ortodoxos. Muchas de las creencias y actitudes que se le piden no llegan a fijarse nunca en normas estrictas y no podrían ser proclamadas sin incurrir a grandes contradicciones con los principios mismos del Ingsoc. Si una persona es ortodoxa por naturaleza [respecto al Partido] (en neolengua se le llama piensabien) sabrá en cualquier circunstancia, sin detenerse a pensarlo, cuál es la creencia acertada o la emoción deseable. Pero en todo caso, un enfrentamiento mental complicado, que comienza en la infancia y se concentra en torno a las palabras neolingüísticas paracrimen, negroblanco ydoblepensar, le convierte en un ser incapaz de pensar demasiado sobre cualquier tema.
Se espera que todo miembro del partido carezca de emociones privadas y que su entusiasmo no se enfríe en ningún momento. Se supone que vive en un continuo frenesí de odio contra enemigos extranjeros y los traidores de su propio país, en una exaltación triunfal de las victorias y en absoluta humildad y entrega ante el poder y sabiduría del Partido. Los descontentos producidos por esta vida tan seca y poco satisfactoria son suprimidos de raíz mediante la vibración emocional de los Dos Minutos de Odio, y las especulaciones que podrían quizás llevar a una actitud escéptica o rebelde son aplastadas en sus comienzos, antes de asomar a la consciencia, mediante la disciplina interna adquirida desde la niñez.
La primera etapa de esta disciplina, que puede ser enseñada incluso a los niños, se llama en neolenguaparacrimen. Paracrimen significa la facultad de parar, de cortar en seco, de un modo casi instintivo, todo pensamiento peligroso que pretenda salir a la superficie. Incluye esta facultad la de no percibir las analogías, de no darse cuenta de los errores de lógica, de no comprender los razonamientos más sencillos si son contrarios a los principios del Ingsoc y de sentirse fastidiado e incluso asqueado por todo pensamiento orientado en una dirección herética. Paracrimen equivale, pues, a estupidez protectora.
Pero no basta con la estupidez. Por el contrario, la ortodoxia en su más completo sentido exige un control sobre nuestros procesos mentales, un autodominio tan completo como el de un contorsionista sobre su cuerpo. La sociedad oceánica se apoya en definitiva sobre la creencia de que el Gran Hermano es omnipotente y de que el Partido es infalible. Pero como en realidad el Gran Hermano no es omnipotente y el Partido no es infalible, se requiere una incesante flexibilidad para enfrentarse con los hechos. La palabra clave de todo esto es negroblanco.
Como tantas palabras neolingüísticas, ésta tiene dos significados contradictorios. Aplicada a un contrario, significa la costumbre de asegurar descaradamente que lo negro es blanco en contradicción con la realidad de los hechos. Aplicada a un miembro del Partido significa la buena y leal voluntad de afirmar que lo negro es blanco cuando la disciplina del Partido lo exija. Pero también se designa con esa palabra la facultad de creer que lo negro es blanco, más aún, de saber que lo negro es blanco y olvidar que alguna es se creyó lo contrario. Esto exige una continua alteración del pasado, posible gracias al sistema de pensamiento que abarca todo lo demás y que se conoce con el nombre de doblepensar.
[…]
Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias albergadas a la vez en la mente. El intelectual del Partido sabe en qué dirección han de ser alterados sus recuerdos; por tanto, sabe qué está trucando la realidad; pero al mismo tiempo se satisface a sí mismo por medio del ejercicio del doblepensar en el sentido de que la realidad no queda violada. Este proceso ha de ser consciente, pues, si no, no se verificaría con la suficiente precisión, pero también tiene que ser inconsciente para que no deje un sentimiento de falsedad y, por tanto, de culpabilidad.
El doblepensar está arraigado en el corazón mismo del Ingsoc, ya que el acto esencial del Partido es el engaño consciente, conservando a la vez la firmeza de propósito que caracteriza a la auténtica honradez. Decir mentiras a la vez que se cree sinceramente en ellas, olvidar todo hecho que no convenga recordar, y luego, cuando vuelva a ser necesario, sacarlo del olvido sólo por el tiempo que convenga, negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar ni por un momento de saber que existe esa realidad que se niega…, todo esto es indispensable.
Incluso para usar la palabra doblepensar es preciso emplear el doblepensar. Porque para usar la palabra se admite que se están haciendo trampas con la realidad. Mediante un nuevo acto de doblepensar se borra este conocimiento; y así indefinidamente, manteniéndose la mentira siempre unos pasos por delante de la verdad. En definitiva, gracias al doblepensar ha sido capaz del Partido –y seguirá siéndolo durante miles de años- de parar el curso de la Historia.
[…]
Esta peculiar trabazón de elementos opuestos –conocimiento con ignorancia, cinismo con fanatismo- es una de las características de la sociedad oceánica. La ideología oficial abunda en contradicciones incluso cuando no hay razón alguna que las justifique.
Así, el Partido rechaza y vilifica todos los principios que defendió en un principio el movimiento socialista, y pronuncia esta condenación en nombre del socialismo. Predica el desprecio de las clases trabajadoras. Un desprecio al que nunca se había llegado, y a la vez viste a sus miembros con un uniforme que fue en tiempos el distintivo de los obreros manuales y que fue adoptado por esa misma razón. Sistemáticamente socava la solidaridad de la familia y al mismo tiempo llama a su jefe supremo con un nombre que es una evocación de la lealtad familiar. Incluso los nombres de los cuatro ministerios que los gobiernan revelan un gran descaro al tergiversar deliberadamente los hechos. El Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra; el Ministerio de la Verdad, de las mentiras; el Ministerio del Amor, de la tortura, y el Ministerio de la Abundancia, del hambre.
Estas contradicciones no son accidentales, no resultan de la hipocresía corriente. Son ejercicios dedoblepensar. Porque sólo mediante la reconciliación de las contradicciones es posible retener el mando indefinidamente. Si no, se volvería al antiguo ciclo. Si la igualad humana ha de ser evitada para siempre, si los Altos, como los hemos llamado, han de conservar sus puestos de un modo permanente, será imprescindible que el estado mental predominante sea una locura controlada”
 
Antiguo 20-may-2015  

El suicidio es un acto, el acto de los que no han podido llevar a cabo otros.
Es un acto de fe, como todos los actos. Fe en el prójimo, en la realidad de los lazos que hay entre el "yo" y los otros "yo".
"Me mato porque no me habéis querido, porque yo no os he querido. Me mato porque nuestros lazos fueron flojos, para apretar nuestros lazos. Dejaré en vosotros una marca indeleble. Sé muy bien que se vive mejor muerto que vivo en la memoria de los amigos. No os acordabais de mí, pues bueno, ¡no me olvidaréis jamás!"

Levantó el brazo y se pinchó.
Aquel bar era elegante y estaba lleno de brillantes desechos: hombres y mujeres devorados por el aburrimiento, roídos por el vacío.



El fuego fatuo.
 
Antiguo 23-may-2015  

"Pero merece la pena señalar que la mole de granito en la que estaba inscrito ese epitafio pesaba cerca de cinco toneladas y había sido colocada allí con la intención clara, si bien inconsciente, de asegurar que el abuelito Comstock jamás pudiera quitarse ese peso de encima. Si se quiere conocer lo que los parientes de un difunto piensan de este, una buena vara de medir es el peso de su lápida."







"Que no muera la aspidistra" de Orwell
 
Antiguo 23-may-2015  

Volvió a correr y luego se detuvo, al recuperar la visión en la esquina de una amplia y larga calle. Los edificios y el pavimento se mezclaban con el cielo y dos hileras de verdes luces colgaban del espacio, alejándose hasta una interminable distancia, como si quisieran alcanzar ciudades y océanos, países desconocidos y dar vuelta a la Tierra. La claridad verdosa tenía el sereno aspecto de un camino ilimitado que invitaba a recorrerlo, abierto al confiado transeúnte. Luego, las luces se volvieron rojas, descendieron pesadamente hasta el suelo y de círculos bien definidos pasaron a ser manchas neblinosas, cual si le advirtieran un peligro inminente. Un camión gigantesco pasó ante ella aplastando con sus enormes ruedas la reluciente capa brillante de los adoquines de la calle.

Las luces volvieron al verde, indicador de paso seguro, pero ella permaneció temblando, incapaz de moverse. “Así es como funcionan para el movimiento de los cuerpos” -pensó- “pero, ¿qué han hecho para el tránsito del alma? Han colocado esos semáforos al revés: el camino está seguro cuando las luces muestran el rojo del mal, y cuando lo cambian por el verde de la virtud, indicando el derecho de paso, uno se aventura hacia adelante y es aplastado por las ruedas. Esas luces invertidas alcanzan a todo territorio y circundan una tierra cubierta de gente mutilada y lisiada, que no sabe qué la hirió ni por qué; gente que se arrastra como puede sobre miembros deformes, a través de días sin contenido, sin respuesta alguna; gente que sólo sabe que el dolor es la médula de su existencia. Y los guardias del control de la moralidad ríen entre dientes y les dicen que el hombre, por su naturaleza, es incapaz de caminar.”

No fueron palabras nacidas de su mente, sino las que hubiera querido pronunciar, de haber tenido la capacidad de encontrarlas. Las que entendía, presa de una especie de súbita furia. Eran las palabras que la hacían descargar golpes en inútil horror contra el poste de hierro del semáforo, a su lado; contra aquel tubo hueco, en cuyo interior el ronco y chirriante mecanismo continuaba funcionando sin parar. No podía aplastarlo con los puños, no podía abatir uno tras otro todos los postes de la calle que se extendían en la distancia, ni eliminar de las almas de cuantos seres encontrara aquella creencia. Ya no podía convivir con la gente, ni seguir el mismo camino que los demás pero, ¿qué podía decirles si ni siquiera ella tenía las palabras para nombrar esas cosas conocidas, ni la voz que pudieran escuchar oídos ajenos? ¿Qué les diría? ¿Cómo podía llegar a ellos? ¿Dónde estaban las personas a las que hubiera podido hablar? No eran palabras nacidas en su mente; eran sólo puñetazos contra el metal. Se descubrió golpeando el inconmovible poste hasta lastimarse las manos. Se alejó tambaleándose y continuó su camino sin ver nada, en un neblinoso laberinto sin salida. “Sin salida” -articulaba vacilante; las palabras golpeaban el pavimento, con el mismo sonido de sus pasos-. “Sin… ningún refugio… ni señales… ninguna forma de diferenciar la destrucción de la seguridad, ni al enemigo del amigo…” Pensó que era lo mismo que aquel perro del que había oído hablar… el perro de alguien en un laboratorio… que luego de haber visto modificados sus estímulos, no podía distinguir entre el goce y la tortura. Le cambiaron la comida por golpes y los golpes por comida, sus ojos y oídos lo engañaban, su juicio era inútil y su conciencia impotente en aquel mundo variable y deforme, hasta que abandonó la partida, rehusando comer a semejante precio o vivir en en un mundo así… “¡No!” -era la única palabra consciente que formaba su cerebro-. “¡No! ¡No! No quiero nada de esta forma, no en este mundo, aun cuando ese ‘No’ sea lo último que pronuncie.
 
Antiguo 24-may-2015  

Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros
subestima el número de individuos estúpidos que
circulan por el mundo.

La probabilidad de que una persona determinada sea
estúpida es independiente de cualquier otra
característica de la misma persona.

Una persona estúpida es una persona que causa un
daño a otra persona o grupo de personas sin obtener,
al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso
obteniendo un perjuicio.


Las personas no estúpidas subestiman siempre el
potencial nocivo de las personas estúpidas.

La persona estúpida es el tipo de persona más
peligrosa que existe.
El corolario de la ley dice así:
El estúpido es más peligroso que el malvado.
 
Antiguo 30-may-2015  


 
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