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Antiguo 27-may-2014  

El universo siempre conspira a favor de los soñadores
 
Antiguo 07-jun-2014  

"III

Un hombrecito va por allí caminando fresco, cargando un libro de míster Edgar Allan Poe que pesa cinco kilos. De pronto un gordo lo ve pasar y se acerca y le pregunta:

-Dígame, ¿no le molesta andar con ese libro tan pesado parriba y pabajo?

El hombrecito, que es muy bondadoso y un poco ingenuo, no se da cuenta que el gordo se quiere burlar de él, y por eso piensa antes de contestar, para darle la respuesta exacta; y ella es:

-Lo que pasa es que desde hace un tiempo para acá me di cuenta que yo vivo mi vida montado en un globo, y el libro de Edgar me sirve de lastre. Lastre para no elevarme tanto, para no ir a parar a una región desconocida, habitada por gente que a lo mejor no me gusta, que no conozco. Además la persona que más supo de globos en el mundo fue mi amigo Edgar.

Y el gordo al oír eso se le ríe en la cara. Y el hombrecito comprende ahora y se pone muy triste. Y la tristeza le dura cinco días. Hasta que se encuentra en una película una actriz americana de la que se puede enamorar fácil, y la tristeza se le pasa."

Destinos fatales

¡Aaggghhhh! Maldita sea, J., qué maldita sea:

"(La odio a ella por no haber podido vencer a su conciencia y a sus falsas libertades. La odio porque me demostró demasiado rápido que me quería y me deseaba, pero después no supo responder a estas demostraciones. La odio porque no las supo demostrar, pero ese día se fue cargando con ellas para su cama. Yo la quiero, muchacha estúpida, ¿no se da cuenta? Pero apartándonos de eso, la odio porque me originó un problema el berraco y porque siempre se iba con mis palabras, mis gestos y mis caricias, con todo... otra vez para su cama. Pero, tal vez, para nosotros exista otra gloria al final de camino, si es que todavía nos queda un camino... quién sabe...

Odio a todas la putas por andar vendiendo añoraciones falsas en todas sus casas y calles. Odio las misas mal oídas... odio todas las mías. Me odio, por no saber encontrar mi misión verdadera. Por eso me odio... y a ustedes ¿les importa?

Sí, odio todo esto, todo eso, todo. Y lo odio porque lucho por conseguirlo, unas veces puedo vencer, otras no. Por eso lo odio, porque lucho por su compañía. Lo odio porque odiar es querer y aprender a amar. ¿Me entienden? Lo odio, porque no he aprendido a amar y necesito de eso. Por eso, odio a todo el mundo, no dejo de odiar a nadie, a nada…
a nada
a nadie
¡sin excepción!)"

Infección, Andrés Caicedo

***

Introducción de Eduardo Laorden () a "La Anarquía" de Errico Malatesta, Zero, Madrid, 1978.

"La ciencia observa unos hechos determinados y a partir de ellos intenta encontrar unas leyes, lo más universales posibles, que cumplan esos hechos necesaria y repetidamente. Las leyes naturales nos ponen el límite para la libertad humana. Pero sucede que la ciencia se ve incapacitada para resolver todos estos problemas existentes en el universo. Para intentar resolver estos problemas que se escapan al análisis experimental surgen los sistemas filosóficos. Imaginan soluciones que carecen de prueba y, por ello, varían y se contradicen de un filósofo a otro.

El anarquismo puede aprovecharse de los adelantos científicos y/o del pensamiento filosófico, pero no es ni lo uno ni lo otro. La Anarquía no tiene por qué cumplirse según una ley natural, como parece desprenderse de la ideología kropotkiana. Tampoco se basa en ninguna necesidad natural supuesta, que se podría estudiar a través de la filosofía. El anarquismo se realizará o no según quieran los hombres que se realice o no se lleve a cabo, entrando como factor primordial en este proceso la voluntad humana." Página 14.

"Vemos cómo la diferencia entre Malatesta y Kropotkin era bastante grande, pese a que ambos pertenecían a la escuela anarco-comunista* (a cada uno según sus necesidades) frente a los colectivistas (a cada uno según su trabajo) y los individualistas (no a la organización), teniendo como denominador común la libertad humana. Los anarco-comunistas son comunistas porque creen que sólo a través del comunismo, de la libre cooperación, se llegará al máximo bienestar y la máxima libertad del hombre. Pero además de comunistas eran anarquistas, es decir, consideraban que el comunismo no se podía imponer, sino que se debía llevar a cabo entre todo el proletariado, bajo pactos libremente aceptados." Página 16.

"Sin embargo, muchos burgueses y autoritarios dirán: y entonces, ¿cada uno hará lo que quiera? ¿Nadie administrará los beneficios? Sí, alguien administrará los beneficios, pero no hay que confunfir la administración que es delegación de trabajo, con el gobierno, que quiere decir delegación de poder. Y si hoy día están unidos no tien por qué ocurrir lo mismo mañana.

Sin embargo, hay anarquistas individualistas que niegan todo tipo de organización y administración, porque consideran que toda organización coarta la libertad, y que, por tanto, no debe existir. Para Malatesta la sociedad no puede existir si el hombre no se organiza con sus compañeros: «el error fundamental de los anarquistas contrario a todo tipo de organización es creer que no puede existir organización sin autoridad» . Pero el hombre aislado no puede lograr ningún fin en la vida que no sea el embrutecerse. Todos necesitamos de todos y la única manera de que cada uno aporte lo que tenga y los demás sirvan a ello es organizarse." Páginas 21-22.

La Anarquía, Errico Malatesta.

"Ahora bien, si un día las masas oprimidas se negasen a trabajar para los demás, si despojasen a los propietarios de la tierra y de los instrumentos de trabajo a fin de servirse de ellos por su cuenta y en su beneficio, es decir, en provecho o beneficio de todos; si deseasen emanciparse de la dominación, del imperio de la fuerza bruta y del privilegio económico; si la fraternidad entre los pueblos, el sentimiento de solidaridad humana robustecido por la comunidad de intereses lograsen poner fin a las guerras y a las conquistas, ¿cuál sería, llegado este caso, la razón de ser de un gobierno?

Una vez abolida la propiedad individual, el gobierno, que es su defensor, debería desaparecer, y si sobreviviese veríase obligado continuamente a reconstruir, bajo una forma cualquiera, una clase privilegiada y opresiva.

La abolición del gobierno no significa ni puede significar destrucción de la cohesión social, sino que, por el contrario, la cooperación que actualmente resulta forzada, que actualmente existe tan sólo en provecho de unos cuantos, será libre, voluntaria y directa, existirá en beneficio de todos y resultaría para ellos intensa y eficaz en grado sumo.

El instinto social, el sentimiento de solidaridad, se desarrollará en el más alto grado; cada hombre hará todo cuanto pueda en bien de sus semejantes, no sólo para dar satisfacción a sus sentimientos afectivos, sino por interés propio bien comprendido.

Del libre concurso de todos, merced a la agrupación espontánea de los hombres, según sus necesidades y sus simpatías, de abajo arriba, de lo simple a los compuesto, partiendo de los intereses más inmediatos para llegar a los más generales, surgirá una organización social cuyo objeto sea el mayor bienestar y la mayor libertad de todos, que reunirán toda la humanidad en fraternal comunidad; que se modificará y se mejorará según las circunstancias y las enseñanzas de la experiencia.

Esta sociedad de hombres libres, esta sociedad de personas solidarias y fraternas, esta sociedad de amigos, es lo que representa la anarquía." Páginas 55-56.

"¡Qué oligarquía tan omnipotente, tan opresora, tan absorbente, no sería, pues la que tuviera a su cargo, es decir, a su disposición, todo el capital social, todos los servicios públicos, desde la alimentación hasta la fabricación de fósforos, desde las universidades hasta los teatros de opereta!" Página 60.

*Ya lo he aclarado, aunque me parece más bien "formal" la distinción conceptual. No es redundancia.

Última edición por sebasxtian; 28-jun-2014 a las 06:25.
 
Antiguo 07-jun-2014  

A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

Oscar Wilde
 
Antiguo 07-jun-2014  

Rascarse la cabeza hace recordar
cosas olvidadas.

Proverbio latino

Conozco el irresistible placer de rascarse la cabeza. Nada como la exploración de mis dedos arrastrándose entre el césped de la mollera donde nunca pondré los ojos. Si los pusiera ahí, tal vez me daría asco. Porque no debe explicarse, porque es intransferible, el placer permanece lejos de la vista. Así, para alcanzar el deleite de rascarse la cabeza es necesario obedecer las tácticas suasorias del disfraz y el ocultamiento, confiando en la acumulación de indicios a los que despiertan el tacto y el oído.

Se trata de una ceremonia por demás simple, cuya única dificultad radica en dejar que la uña divague por algunos minutos antes de encajarse en el lomo de una costra. Si la mano está bien acostumbrada, si es tu mano, no tardará en localizar los pliegues de dicha encubiertos por el jardín oscuro de la pelambre. El meñique sabrá arañar, el anular sabrá remover y el índice discernirá el fruto entre la madeja, guiado por una intuición infalible. Pero una vez que se ha encontrado el sitio definitivo, no se debe hacer esperar a la mano demasiado tiempo, porque esta postura puede resultarle poco confortable y hasta dolorosa, y el placer, sin llegar necesariamente a perderse, podría reducirse a un cosquilleo blando y sin fuerza. Sólo la cadencia es importante.

Ya que es una piel menos expuesta a las ambiciones de terciopelo que anidan en la mejilla —reñida siempre con el poro y el grano—, el cuero cabelludo no acepta las emociones fáciles de la caricia. Donde todo es fibroso y amorfo, donde la epidermis velluda nos recuerda que alguna vez fuimos bestias, es necesario profanar. La incursión, entonces, debe ser afanosa, pendular, incisiva ; una danza de bisturí y limadura dispuesta a luchar suavemente contra la resistencia de la corteza capilar hasta convertirla en viruta. A eso lo han llamado algunos entendidos “descamar a la serpiente”. Pero en ningún caso se debe asistir a una mutilación. Todo lo contrario ; rascarse la cabeza es un acto de paciencia y persuasión, donde la arena se entregará a la mano sólo si ésta sabe entablar una conversación efusiva, hecha de gestos dactilares, frotaciones calculadas para doblegar sin violencia. Una uña titubeante no lo logra ; una brutal, tampoco. El descamador de serpientes sabe que sólo de la experiencia puede provenir el placer.

Mientras el tacto se hunde entre los filamentos, sobreviene el éxtasis de la audición. Según Cocteau, durante su periodo de desintoxicación de opio le bas-taba poner la cabeza sobre el brazo para escuchar catástrofes, fábricas en llamas, inundaciones, todo un apocalipsis en la noche estrellada del cuerpo. Así, durante la embriaguez del rascador, son incontables las aventuras del oído que sabe entregarse al estruendo de la melena, al escarceo del cavador de fosas, al pájaro afilando su pico contra las ramas. De pronto, si se ha escuchado bien, se presiente el aleteo. Es el espasmo. A este breve temblor de dicha sigue el plácido letargo de la uña entre los escombros del occipucio.

Se diría que rascarse la cabeza es un gesto anodino, o bien, de esterilidad mental, desesperación, ansiedad. Quienes la han padecido saben, sin embargo, que la comezón es todo lo contrario a la indiferencia. Yo agregaría —y a esta conclusión me ha llevado la propia experiencia—que no hay nada más hipócrita que el gesto fatigado de El pensador de Rodin : la verdadera, la única, pasión del hombre reflexivo es sobarse el cráneo. En esa costumbre, en ese vicio dirán algunos, no sólo he encontrado la ocasión privilegiada para ponerme a pensar en lo que se me antoja, sino que, como si tuviera el oído puesto en las yemas de los dedos, consigo escuchar la actividad secreta de mi cerebro. A veces es un rumor insoportable y creciente que tiende a la anarquía, a la incontinencia : una orgía mental que se aviva con la frotación rápida. Otras, la lenta batalla de células muertas se resuelve en una idea nítida y solitaria, aunque pocas veces ejemplar. En cualquier caso, se trata de la única intimidad física entre la mano y el pensamiento que he podido procurarme para escribir a gusto.

Pero mentiría si dijera que siempre que me rasco la cabeza pienso. La ver-dad es que los mejores momentos son aquellos en los que simplemente me abandono, hasta ingresar en un aislamiento hipnótico donde no existe nada más que la uña y su persistencia. Sin apetitos, sin dudas, sin urgencias, en esos momentos sólo tengo una ocupación : rascarme. Si consigo que mi cerebro ya no maquine en su interior pensamiento alguno, es posible que el vaivén de mis dedos me lleve hasta una explanada desierta, gloriosamente inocua, donde toda titilación molesta del ser cesa de golpe. Ahí, entre la costra y el pellejo, he descubierto que el desdén hacia el mundo (eso que los místicos llaman desapego) no requiere de ninguna dieta vegetariana ni de enseñanzas basadas en una disciplina tan intransigente como cruel. A mí me basta volcar la mano sobre la mollera para no esperar ya nada, para que la vida ya no me concierna.

Quien me viera en esos momentos pensaría que soy presa del aburrimiento o la desidia. En realidad, se trata de la única forma en que mi ánimo logra recrearse. Afortunadamente carezco de testigos : rascarse la cabeza es un placer que sólo puede disfrutarse a solas, y he llegado a pensar incluso que la tonsura eclesiástica no representa otra cosa que la sustitución de un onanismo por otro.

http://retors.net/spip.php?article285
 
Antiguo 11-jun-2014  

"Cuando la gente se empieza a encariñar con la gente, es cuando alguien tiene la habilidad de dañar".

Jodidos, ¿cómo evitar encariñarse?
 
Antiguo 12-jun-2014  

CALÍGULA
¿Quién te dice que no soy feliz?

CESONIA
La felicidad es generosa. No vive de destruir.

CALÍGULA
Entonces es que hay dos tipos de felicidad y yo he elegido la de los asesinos. Porque soy feliz. Hubo una época en que creía haber alcanzado el límite del dolor. ¡Pues no!, todavía se puede llegar más lejos. En los confines de esa zona impera una felicidad estéril y magnífica. Mírame.(CESONIA se vuelve hacia él) Me río, Cesonia, cuando pienso que durante años Roma entera evitó pronunciar el nombre de Drusila. Porque durante años Roma se equivocó. No me basta el amor, eso lo comprendí entonces, y sigo comprendiéndolo ahora cada vez que te miro. Amar a una persona es aceptar envejecer con ella. Yo no soy capaz de semejante amor. Drusila vieja era mucho peor que Drusila muerta. La gente cree que un hombre sufre porque su ser amado muere de súbito. Pero su auténtico sufrimiento es menos fútil: sufre porque se da cuenta de que tampoco la pena dura. Hasta el dolor carece de sentido.
Ya ves, yo no tenía disculpa, ni la sombra de un amor, ni la amargura de la melancolía. No tengo justificación alguna. Pero ahora soy todavía más libre que hace años, porque me he liberado de recuerdos y de la ilusión.(Ríe con vehemencia) ¡Sé que nada dura! ¡Saber eso! Sólo dos o tres en la historia hemos vivido de verdad esa experiencia, hemos llevado a cabo esa dicha demente. Cesonia, has sido testigo hasta el final de una curiosa tragedia. Ha llegado para ti el momento de que caiga el telón.

(Se coloca de nuevo tras ella y rodea con el antebrazo el cuello de CESONIA.)

CESONIA(Aterrada)
¿A esa espantosa libertad le llamas felicidad?

CALÍGULA (Apretando poco a poco la garganta de CESONIA.)
Tenlo por seguro, Cesonia. Sin ella, habría sido un hombre satisfecho. Gracias a ella, he conquistado la divina clarividencia del solitario.(Se exalta cada vez más, estrangulando poco a poco a CESONIA, quien se entrega sin resistencia, con las manos un poco tendidas hacia adelante. CALÍGULA le habla, inclinándose sobre su oído.)Vivo, mato, ejerzo el poder delirante del destructor; comparado con ese poder, el del creador parece una pantomima. Eso es ser feliz. Eso es la felicidad, esa insoportable liberación, ese universal desprecio, la sangre, el odio a mi alrededor, ese aislamiento sin par del hombre que abarca toda su vida con la mirada, la alegría desmesurada del asesino impune, su implacable lógica que tritura vidas humanas (se ríe), que te tritura, Cesonia, para alcanzar por fin la soledad eterna que anhelo.

(...)

CALÍGULA
Todo parece tan complicado. Y sin embargo es tan sencillo. Si hubiera conseguido la luna, nada habría sido igual. Pero ¿dónde apagar esta sed? ¿Qué corazón, qué dios tendrían para mí la profundidad de un lago?...

Calígula (Obra en cuatro actos)- Albert Camus
 
Antiguo 16-jun-2014  

Es un arte saber ceder en lo trivial.

Doménico Cieri Estrada
 
Antiguo 16-jun-2014  

Mar Adentro

Mar adentro,mar adentro.
Y en la ingravidez del fondo
donde se cumplen los sueños
se juntan dos voluntades
para cumplir un deseo.

Un beso enciende la vida
con un relámpago y un trueno
y en una metamorfosis
mi cuerpo no es ya mi cuerpo,
es como penetrar al centro del universo.

El abrazo más pueril
y el más puro de los besos
hasta vernos reducidos
en un único deseo.

Tu mirada y mi mirada
como un eco repitiendo, sin palabras
‘más adentro’, ‘más adentro’
hasta el más allá del todo
por la sangre y por los huesos.

Pero me despierto siempre
y siempre quiero estar muerto,
para seguir con mi boca
enredada en tus cabellos.





Ramon Sampedro
 
Antiguo 16-jun-2014  

Hoy vi morir el amor, cuando caminaba en el frío amanecer que el sol de junio opacaba.

Vi morir el amor, cuando paseaba por aquellas calles abrazados y le hacías falta a estos brazos, ahora vacíos.

Vi morir el amor, cuando supe que estabas lejos y ausente.

Vi morir el amor, cuando aquella canción de los dos, dejó de vibrar en mi pecho.

Vi morir el amor, cuando sentado junto al teléfono ansiaba una llamada que nunca llegaría.

Hoy vi morir el amor, cuando me di cuenta que mi brazo ya no te acompañaba.

No pude hacer un pacto con el tiempo... y vi como las agujas del reloj, lentamente amenazaban un ocaso.

Me pregunté mas de una vez si yo podría haberlo evitado; y no encontré el motivo ni el momento en que todo se perdió.

Tampoco recuerdo su última mirada... ésa en la que solía perderme entero.

Hubiese eternizado su último aliento, la última huella de su risa... si hubiese sentido que jamás regresaría...

Hoy veo desde lejos la inquietud agitada de su espíritu y puedo oler el perfume de su distancia.

Vuelvo a mirar mis manos... todavía siento su piel.

Saboreo mis labios... y su boca tibia regresa...

Sus pasos se siguen escuchando al lado de los míos... será tal vez, mis ganas de creer que aun sigo su camino.

Una vez más vuelvo a preguntarme... y vuelvo a castigarme...

En qué momento de esta historia de amor, llegué a perderlo todo...

Cuándo fue que dejé de ser su cómplice. Cuál fue el día en que dejó de reír junto a mí.

¿Acaso era yo ese niño valiente que temeroso le confesó su amor?

¿Fui yo quien se enfrentó con el mundo sólo por estar a su lado?

Dónde quedó mi fuerza... dónde quedó mi coraje para amarla tanto...

Sé que no importa que me derrumben, sólo importa que vuelva a levantarme.

Yo era a veces, único dueño de sus noches... Pude meterme en sus sueños...

Acariciar su llanto y velar su cansancio.

Yo tenía su brillo en mis manos...

Hoy escucho su voz a lo lejos... y a veces me cuesta entender.

Sé que ya está lejos de aquí... Sé que ya no piensa en mí...

Volveré entonces a esa esquina, la que fue sólo mía por un día.

Volveré a esperar que despierte... que vuelva a mirarme.

El dolor me hace más fuerte...

Y tal vez mañana... quizás... sonría al verme llegar.
 
Antiguo 22-jun-2014  





 
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