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Antiguo 17-jul-2004  

Buena idea Martín-G y demás participantes, espero que prospere.

CAPÍTULO III "EL PADRE DE CATA".


No sé si porque de pronto me doy cuenta que aún no he comido nada desde anoche, o porque la persistente atención de los demás me empieza a resultar embarazosa, le digo a mi amiga que nos sentemos, eligiendo el lugar más apartado y discreto de la cafetería, y cuando al poco tiempo pasa por alli la camarera le pido que me traiga un doble desayuno.

Comienzo ha devorarlo, mientras mi amiga me mira con disimulada envidia, ya que una tendencia natural a engordar, que le mantiene a dieta desde que abandonó el parvulario y su inquebrantable deseo de ser perfecta, no le permite seguirme en mi alarde de pantagruelico bandono.

En los escasos momentos que dejo de concentrar la atención en mi comida, vuelvo a notar esa vaga inquietud que ví es sus gestos nada más saludarnos, mi querida amiga, mira con insistencia mi comida como si quisiera desviar sus pensamientos de otros que la perturban y no deja de retorcerse el dedo meñique hasta hacerse daño, y de hacer un gesto automático metiendose y sacandose un anillo que yo mismo le compre en "fashion plus", la tienda más moderna " en la calle mas fashión de Madrid.

Le miro sonriendo como para animarla a hablar, entonces ella sonrie tambien con ternura y me quita una hebra de cebolla que cuelga de la comisura de mis labios, ya que despues de despachar en pocos minutos el desayuno doble, ahora estoy comiendome una hamburguesa.

Me recrimina ligeramente por mis 100 kilos de peso, pero enseguida empieza a hablar de lo que le preocupa verdaderamente, ya que sabe que mis problemas con la comida, son tan antiguos como los suyos, pues nos conocimos precisamente, haciendo terapia en un grupo de autoayuda para personas con transtornos alimentarios

-Recuerdas cual es el trabajo de mi padre- me pregunta.

-Si es Inspector Jefe de policía en la aduana- le respondo.

-Pues está en un grave apuro, le acaban de suspender cautelarmente de sus funciones y si no consigo ayudarle posiblemente termine en la carcel.

-Cuentamelo todo por favor- le digo, comprendiendo la angustía de su mirada.

- Ya sabes yo haría cualquier cosa por mi padre, siempre lo he hecho y siempre lo haré, cuando me sugirió que me hiciera la cirugía estética, que aumentara mis pechos y todo lo demás, lo hice sin dudarlo ní un solo momento, hasta me puse lentillas del color que a él le gustaba. -yo asentía con la cabeza, mientras comía-

-Ahora, sus superiores le han acusado de ser uno de los responsable de la desaparición de un importante alijo de drogas que incautarón la semana pasada. Además eso no es todo.

La máfia rusa que opera en el puerto de Amsterden, le ha amenazado también, ya que eran ellos los receptores de la droga en Europa, y ahora, le amenazan con quitarle la vida si lo dejan en libertad sus compañeros.

la única solución es volar hasta Amsterdan e intentar convencer a los rusos allí.

- Pero ¿quien te ha dicho todo esto?- le pregunto atragantandome sin comprender aún lo que pasa.

- Ha sido mi propio padre, me ha dicho con lágrimas en los ojos, que yo soy la única persona que puede ayudarlo ya que él esta encerrado.

Mi amiga me miraba implorante como no atreviendose a pedirme nada, pero buscando en mí el apoyo que necesita. Los dos sabemos que, a pesar de las apariencias, también soy su único amigo.

Entonces dejando la hamburguesa sobre la mesa y cogiendo su mano, y atrapandola delicadamente entre mis dos manazas le digo con ternura:

- No te preocupes cariño, no vas a ir sola, no se si te serviré de mucha ayuda, pero te acompaño.
 
Antiguo 18-jul-2004  


Interesante cambio de argumento enma, me he reido mucho al comienzo ya te diré porqué, la trama se complica ¿eh?, ah! y gracias por la promoción
ahora continuemos...

______________________


Mientras sostengo las manos de Cata noto en ellas un leve temblor y que sus ojos empiezan a humedecerse. Ella no dice nada, no hace falta, pero me aprieta un poco más fuerte mis manos señal inequívoca de agradecimiento por mi apoyo incondicional a pesar de que aún no me ha contado toda la realidad en que me estoy metiendo, en que nos estamos metiendo.

Nuestras manos resbalan poco a poco a la vez que un par de lágrimas de emoción largamente contenida ruedan por sus ahora ruborizadas mejillas.

Aparté brevemente mi mirada de sus hipnotizadores ojos para no hacerle más embarazoso el momento y pude ver en una milésima de segundo que la camarera estaba detrás de nosotros sin despegar la oreja, al principio no le dí importancia: creí que sólo era una cotilla entrometida satisfaciendo uno de sus vicios.

De repente un fugaz pensamiento me hizo caer en la cuenta de que quizás no había hecho bien en precipitarme de aquella manera. Cata había soltado una de sus manos y se disponía a enjugarse las lágrimas sin saber las consecuencias que se derivarian de aquel sencillo acto y a mí no me dió tiempo a impedirlo.

Como en una escena mil veces ralentizada miré mis manos y a continuación sólo fuí capaz de distinguir un rastro de mahonesa cruzando la carita confundida de mi amiga.

No sé porqué lo hice pero creo que me resultaba tan cómica la situación y el nuevo aspecto de indio Sioux recién engalanado con sus pinturas de guerra en la siempre inmaculada piel de mi amiga, que no pude por más que soltar una ostentórea carcajada que se escuchó en todo el local y que hizo volverse a todo el mundo menos a la camarera que no había dejado de quitarnos ojo.

Lo siguiente que escuché es una estupenda bofetada que sonó como un insustituible "¡eres un cerdo!", y que podía competir sin demérito con la de la mismísima Gilda.

Cata se miró en el espejo que envolvía una columna cercana y puso cara de enfado pero no pudo por más que reirse también. Yo cogí una servilleta de papel, y sin dejar de sonreir la arrugué y se la tiraba mientras le decía : "¡tu estás loca!", a lo que ella me respondió tirándome otra y gritándome entre risotadas: "¡TU SI QUE ESTÁS LOCA!"

- ¡Locaaaaa tuuuu!

- ¡Locaaaaaaa!

- ¡Locaaaaaaaaaaaa!

- ¡aaaaaaaaaaaaaaaaaa!

- ¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

- ¡aaaaaaaaa!

- ¡aaaaaaaaa!

La guerra duró lo que tardó en vaciarse el exiguo servilletero que había en la mesa, y para entonces no había en la cafetería nadie que no se preguntáse quienes eran esas dos "locas" amén de la camarera que empezó a mirarnos con ojos asesinos.

Extenuados decidimos sin cruzar una palabra más salir de aquel sitio, y aunque éramos el centro de atención por una vez a mi no me importó en absoluto.

Emprendimos el camino hacia la puerta riéndonos y empujándonos de manera que chocábamos con las mesas a nuestro paso, organizando aún más algarabía, entrechocar de vasos, murmuraciones de reprobación de alguna de las mujeres, la curiosidad mudada en entusiasmo de alguno de los niños que correteaban por allí y lascivas miradas de los hombres que nos dedicaban disimuladas sonrisas con la precaución de que no les descubrieran sus mujeres.

Estábamos a punto de alcanzar la puerta cuando nos detuvo una voz que escuchamos a nuestras espaldas.

 
Antiguo 20-jul-2004  

¡¡Uff!!, de verdad, chicos, quería, pero no me he podido resistir más tiempo.¡¡¡ Allá voooooooooyyyyy!!!



CAPITULO IV "UN VIAJE ACCIDENTADO"

Nos detuvimos en seco, dándonos la vuelta al mismo tiempo.

Frente a nosostros, con chaquetilla roja y una negra y ridícula pajarita por corbata, estaba el que parecía el encargado de la cafetería, nos miraba con tanto odio, como si hubiéramos orinado en público.

Tenía una nota en la mano y la tendía hacia nosostros, como un arma.
Sorprendentemente sus palabras sonaron tan suaves y educadas, que me hicieron sonreir: "POR FAVOR LA CUENTA".

Era cierto, con las bromas nos habíamos olvidado de pagar y el encargado casi había salído corriendo para alcanzarnos.

Ya en la calle, Cata y yo nos pusímos de acuerdo sobre la hora y el lugar donde nos encontraríamos en el Aeropuerto, me dijo que por los pasajes o por el dinero no me preocupara.

-Vaya con Cata- pensé, tan segura estaba de que iba a acompañarle.

-Mi padre me ha dado pasta de sobre y tenemos reserva en un hotel de Amsterdan.

Este hotel está cerca de la Casa-Museo de Anne Frank, precisamente allí será el contacto, para poder entenderse con la máfia rusa-.

De pronto, no supe si enfadarme o admiradla, era un gesto muy suyo, ¿o habría que decir mejor de su padre? .

Pero de todas formas, ese tipo de gestos se compensaban con otros, que justificaban con creces nuestra amistad complice de muchos años.

Por otra parte estaba estupefacto, Anne Frank y la mafía rusa, ¡¡uff!!. Demasiadas piezas en el rompecabezas aún.

Tampoco sabía como pensaba Cata, convencer a esa gente tan peligrosa, que yo conocía tan solo por las películas.

De noche ya, nos encontramos por fin en el Aeropuerto, no tenía maleta y solo encontré una mochila de mi época de Boyscout, -época que no quería recordar- y en la que fui tan infeliz.

Además, solo había sido capaz de reunir dos calzoncillos límpios y otros dos casi, a pesar de todo, sentía esa sensación de incertidumbre que se traduce fisicamente, en un cosquilleo indefinido en la boca del estómago, y que tenemos cuando van a pasar cosas importantes.

Al fin y al cabo esto era toda una aventura.



Dios, me acabo de acordar el significado de voy en Latinoamerica.
 
Antiguo 21-jul-2004  


El primer reto ya se encontraba ante de mí: a través de los cristales de la terminal internacional se divisaban los enormes aviones que despegaban y aterrizaban sin cesar. Nunca antes estuve tan cerca de uno y me entraban sudores sólo de pensar que en pocos minutos debería subir a uno de ellos. Instintivamente miré a Cata, que estaba a mi lado con la mirada perdida en un horizonte que aún no existía más que quizás en su imaginación.

Durante aquella espera me dio tiempo a pensar que a pesar de tener el apoyo de la gente hay situaciones que debes afrontarlas tú solo y que apenas había comido nada desde nuestro encuentro en la cafetería, lo cual quizás explicase los rugidos leoninos que escuchaba cada vez con más claridad. Ahora me arrepiento de haberle hecho caso a los consejos de mi madre que me decía que si viajaba en ayunas no me marearía en el vuelo, y tenía razón: ya iba a ir mareado de antes. De buena gana me metía ahora mismo un bocadillo biodraminas.

Como no podía contarle dónde realmente iba me inventé que iba al Ámsterdam Arts Adventure en un viaje organizado por la facultad y que al ser una especie de intercambio salía prácticamente gratis. En cuanto escuchó la palabra Ámsterdam se le iluminaron desaprobatoriamente los ojos y me soltó el discursito consabido:

- Ten cuidado que por ahí hay mucho vicio, tu si te ofrecen droga no la cojas, hijo... - A lo que terció mi padre :

- Este lo que primero que va es al barrio rojo, si lo sabré yo, anda que si tuviera tu edad...

- Con la de chicas majas que hay aquí, no sé porque se iba a ir tan lejos, tu escúchame a mi: si se te acerca una pelandusca tu ni caso, que ésas solo van a lo que van y luego pasa lo que pasa...

- Déjale al chico que disfrute, mujer, a ver si se foguea un poco por ahí, que falta le hace, ahora eso sí, –dijo mirándome desganadamente- si te traes un mochuelo aquí luego no vengas con lamentaciones, que ya sabes lo que hay.

En estas frases se resumía toda la educación sexual y en valores que tuve en casa. Tenía unos padres que andaban anclados en el pleistoceno medio y bastante pesaos porque me llevaban repitiendo esta cantinela desde los catorce años, pero eran buenas personas y aunque no me soltaron ni un doblón se empeñaron en acompañarme al aeropuerto.

Yo me resistí lo que pude pero al final me alegré que vinieran porque aunque no quería pensar mucho en ello no las tenía todas conmigo. Hasta el punto que para parecer más duro en las negociaciones ni siquiera me afeité, me puse la camiseta de los Whitesnake que tenía desde los catorce años y que me venía bastante estrecha, y descolgué y escondí como pude la katana ritual por si venian mal dadas... Sólo que me la quitaron nada más pasar el control de viajeros. Lástima.

Tras la breve, efusiva y chocante despedida y una vez esperando en el área de embarque tuvimos unos momentos de tensa calma en que ni Cata ni yo hablamos palabra. Sólo de vez en cuando me miraba lánguidamente y esbozaba una leve y enigmática sonrisa que yo mentalmente asocié con el extravagante aspecto que podía dar tan extraña pareja.

En estos pensamientos estaba cuando súbitamente escuchamos nuestros nombres por megafonía.

 
Antiguo 21-jul-2004  

¡Señores Florentino Ferdinal y Catherina Camprehabe, por favor, acudan a información!

Tuvimos que escuchar nuestros nombres varias veces, por la megafonía estridente de la terminal del aeropuerto, para comprender que estaban llamándonos a nosotro.

Era lógico, excepto mis padres, nadie me llamaba así y el nombre de Cata ni lo conocía, para el resto del mundo éramos Gurb y Cata.

Quien más y quien menos arrastra secretos inconfesables como estos.

Con el estrés de una jirafa, acudimos raudos al mostrador de información, allí además de varios policías e inspectores pude distinguir sin sorpresa, a la camarera de la cafetería de esta mañana y su mirada oblicua.

Nos introdujeron en otro despacho que tenía todo el aspecto de una sala de interrogatorios, en medio de la sala como único mobiliario dos sillas.

La camarera-policía me hizo un silencioso gesto, para que me sentara y otro a Cata, en esa situación estuvimos más o menos media hora, tiempo para mí suficiente con el que poder contar todas las baldosas del suelo y mirar con insistencia, cual hignotizador hindú, el dibujo de mi camiseta negra: Una cobra con las fauces abiertas a punto de atacar, que por el efecto de la postura sobre los plieges y la talla, inclinaba su cabeza sobre mi vientre, pareciendo a punto de lamerme con su lengua bífida el ombligo al descubierto.

De pronto se abrió una puerta, en otro lugar de la sala distinto por el que habíamos entrado y apareció el que parecía que iba a interrogarnos, si esto era un interrogatorio.

Con un leve gesto de cabeza, uno de sus subordinados le acercó una silla, sentándose frente a nosotros.

Empezó a hablar lentamente mientras nos mirara con atención y fumaba echándonos el humo directamente a la cara.

De pronto yo me fijé en que tenía una mirada extrañamente limpia y serena, en sus manos pacificas, grandes y ...... Como una ola inmensa que me cayó encima sin previo aviso, como un puñetazo en pleno estómago, sentí una subidón de libido incontrolado.

Esto no era nuevo, no lo podía achacar a la abstinencia sexual, más bien pensaba, que era un rasgo del lado más sensible de mi caracter.

No sé, pero cuando esto ocurría, solo podía permanecer callado aparentando indiferencia, como el que silba mirando para otro lado, mientras que mis huesos se iban aflojando blandamente y llenándose de espuma.

Tanto esfuerzo estaba haciendo para recuperar el control de la situación, que moví la cabeza como un perrito cuando se seca.

En ese momento no quería otra cosa, que volver a tomar el control de mis neuronas, mis hormonas y todo lo que terminara en "ona".

Entonces noté un dolor agudo en el brazo.

Era Cata, que me acababa de dar un disimulado pellizco (pellizcos de monja) que según ella era lo único que le habían enseñado mientras permaneció en el internado suizo.

El interrogatorio se había terminado, mientras que yo abstraído en la contemplación de mis zapatos militares apenas me había enterado de nada.

Aunque hubiera muchas cosas importantes de las que enterarse:

En primer lugar, el padre de Cata se había escapado confirmando así su culpabilidad.

En segundo lugar, el comisario no nos creía culpables y en realidad nos había estado ofreciendo ayuda para salir de atolladero, compadecido por la impresión de pardillos lamentables que dabamos.

Finalmente alargó a Cata una tarjeta con su nombre y teléfono para que acudiéramos a él, si nos encontrábamos en un apuro, aconsejándonos antes de nada, que desistiéramos de nuestro viaje, a lo que Cata tercamente se negaba.

Cuando rechazó también la tarjeta, me la dio a mí.

Entonces yo pensé: ¡Puto carácter!

¡Mira que gustarte un madero!
 
Antiguo 22-jul-2004  


Capítulo V. Regreso al orígen.

Durante unos instantes vagamos sin rumbo entre el tropel de viajeros y maletas, apenas sin poder digerir los últimos acontecimientos cuando de nuevo resonaron nuestros nombres por la estridente megafonía: "... última llamada para los pasajeros del vuelo de KLM siete cinco siete siete con destino Amsterdam-Schiphol acudan urgentemente a la puerta de embarque B cincuenta y dos" (in inglish queda más chulo pero la tengo colgada desde primero así que no hay transcipción)

Definitivamente yo no podía volver a mi casa: demasiadas explicaciones, Cata tampoco a la suya: demasiado riesgo, y aunque el plan Amsterdam se había chafado pensé que unas vacaciones nunca vienen mal. Cata estaba demasidado callada y pensativa lo que me hizo desistir de mi idea y en su sustitución empezó a formarse otra que al principio nebulosamente pero luego más claramente impedía volverme y mirar atrás.

Cuando salimos del interrogatorio vi un hombre con traje y chaleco pero sin corbata y que además llebava un sombrero no muy común y que no supe identificar. Daba tanto el cante que al principio pensé que si era un espía tenía menos futuro que Bond, James Bond, vestido de Lagarterana en un ring de lucha libre en el barro. Luego volví a fijarme en él y que caminando despacio y mirando hacia todos lados cada vez se acercaba más a nosotros. Entonces me invadió un terrible presentimiento que pronto se convirtió en certeza: ése hombre nos seguía.

Finalmente nos alcanzó y pareció que un relámpago atravesaba todo mi cuerpo cuando después de poner su gran mano sobre mi gran hombro soltó a quemarropa un enigmático "Hola" a la vez que esbozaba una amplia sonrisa.

Aquel hombre de ancha cara y rasgos andinos nos contó casi en susurros que se llamaba Humberto José y venía de parte del padre de Cata y que si le acompañabamos nos llevaría hasta donde él estaba.

Cata parecía seguir hipnotizada, y a falta de mejor plan nos pusimos en marcha en dirección al aparcamiento. Allí nos esperaba un Talbot Horizon del año La Tana color café-con-leche y con el capó color crema, y que inexplicablemente me hizo recordar el olor y sabor de unos churritos recién hechos, el rugido consiguiente creo que aún retumba en la sabana.

Cata se subió delante, Humberto José al volante y yo detrás como una reina, hasta pensé en sobarme un rato hasta llegar al destino para olvidarme de los churritos que no hacían más que dar vueltas en mi cabeza.

Sin llegar a coger la horizontalidad se abrieron las dos puertas laterales y por ellas entraron un par de bigardos hindúes vestidos de hindúes con enormes bigotazos negros y sus correspondientes turbantes a juego, se sentaron a ambos lados reduciéndo drásticamente el hasta entonces amplio espacio que me había correspondido, no pude dormir.

- Si se portan bien, no les pasará nada. -dijeron a dúo, y nos portamos bien, vaya que sí. En ése momento me acordé de mi katana y que tenía que haberla recuperado, lástima, aunque quizás puedo usar la excusa para volver a ver al policia de ancho y velludo pecho..., si es que vuelvo para contarlo.

El coche arrancó y nos pusimos en marcha en dirección al centro de la ciudad, para ser un secuestro auqello no parecía muy lógico pero en aquellas circunstancias no era como para pedir explicaciones.

Finalmente llegamos a la Plaza de España al pie de uno de los más altos y significativos rascacielos que era claramente identificable desde cualquier punto de la ciudad. Montamos en el ascensor y subimos hasta la planta 24, cuando llegamos delante del apartamento 2416A la puerta se abrió y fué cuando nuestras dudas se despejaron a la vez de dejarnos boquiabiertos.

Apoyada en el quicio de la puerta había una mujer alta y delgada con rasgos duros, un cigarrillo en la comisura de los labios y con un sorprendente parecido a ANTONIA DELL'ATE, pero no fué éso lo más sorprendente.

Como si despertara de un trance y con los ojos muy abiertos Cata pronunció una sóla palabra pero que a partir de ése momento cobró una dimensión muy diferente:

- ¡ MAMÁ !

 
Antiguo 23-jul-2004  


La mujer alargó los brazos hacía Cata visiblemente emocionada, con la intención de abrazarla, pero con un gesto rápido esta se apartó.

-Ciao, mía carisima.
-Mi pequeña Catherina, te he echado tanto de menos- La mirada de Cata era tan fría como el hielo y solo se dignó decir:

-Pero .....¡que haces aquí!-.

Como en un flash-back los recuerdos de su pasado acudieron a su mente:

La madre de Cata, había sido una cantante de cierta fama, aunque venida a menos desde hacía una década, cantaba sobre todo versiones de otros artistas.

Tuvo algunos éxitos importantes en los años 70, que se escuchaban en todas las emisoras de radio como una versión de: "Si tú me dices ven" en italiano.

Ella y su padre se conocieron, en cierta gira promocional, cuando al entrar por la frontera a España, un perro policía pastor alemán, saltó al coche donde viajaba Catherina madre he intentó montar a la pequeña perrita lulú, en celo, que le acompañaba.

Ella intentó separarlos sin éxito, pero la pobre e inocente perrita murió allí en el acto.

En medio del terrible guirigay, un joven aduanero ayudó a reponerse a Catherina, presa de un ataque de nervios.

Mientras le daba una tila en el reducido despacho del puerto fronterizo, entablaron conversación y de ahí, surgió el amor.

Unos años después, de ese amor no quedaba más que una niña de cinco años que enviaron a un internado suizo.

Cuando definitivamente la madre de Cata desapareció, su padre agobiado por las deudas, tuvo que traerla de nuevo a vivir con él.

De esa vida Cata apenas recordaba nada, creía que había sido una infancia feliz y adoraba a su padre.

Pero entonces fue cuando comenzaron las pesadillas que la atormentaban cada noche desde su infancia.

Siempre era el mismo sueño, aunque ella había ido creciendo dentro del mismo.

El sueño comenzaba como la realidad, durmiendo en su cama, de repente, algo la despertaba, era algo muy siniestro, un susurro apenas imperceptible tras la puerta.

Ese susurro iba haciéndose cada vez más audible, manteniéndola paralizada sin poder moverse dentro de su cama.

La pesadilla siempre terminaba, cuando tras un gran esfuerzo ella conseguía emitir un grito, el mismo grito que la despertaba, bañada en sudor y sin poder articular palabra.

En todo eso pensaba cuando miraba a su madre, desde que se fue, abandonándola a ella y a su padre, no la había vuelto a ver.

Sin embargo, el tiempo no la había cambiado mucho allí.

Allí estaba su madre con los brazos extendidos para acogerla de nuevo.....

Lo que sigue lo escribí anoche, hoy no lo habría hecho, o le habría dado otro aire, nadie es responsable de mís actos, excepto yo, pero tal vez........hoy no me sienta muy bien.
 
Antiguo 24-jul-2004  


Sin mediar palabra Cata nos dió la espalda a todos nosotros y comenzó a caminar en dirección a la salida, sin dudarlo salí detrás de ella, nadie más se movió ni dijo nada.

Tuve casi que correr para alcanzarla al final de un largo pasillo que terminaba en un ancho y luminoso hall con una claraboya en el techo por el que traslucía un enorme y deslumbrante sol. La cara de Cata era una mezcla de enfado y contrariedad que bajo aquella luz ardiente parecía a punto de estallar.

Las puertas de uno de los ascensores se abrian y Cata entró sin esperar a que saliera un muchacho al que pegó un empujón que casi le tira contra una gran maceta con una palmera que había en aquel lugar, yo esbocé una sonrisa conciliadora y salté al interior del ascensor que ya había empezado a cerrar sus puertas.

Cuando nos encontramos sólos Cata me rodeó con sus brazos y después de dos hondos suspiros comenzó a sollozar débilmente. Yo sin saber qué decir la abracé delicadamente dejándola desahogarse durante unos instantes sin atosigarla.

Cuando llegamos al piso inferior Cata se separó, se secó las lágrimas y salió con paso decidido hacia el exterior. Cuando llegó a la acera se volvió hacia mi y sólo me dijo:

- Esto lo debo superar yo sola.

Yo intenté acompañarla, consolarla, protegerla..., pero ante su determinación comprendí que cada uno debe luchar sólo contra sus propios demonios.

Finalmente me quedé allí, en la acera, con una indescriptible sensación de impotencia y desamparo.

Debieron pasar algunos minutos hasta que muy despacio empecé a caminar sin una dirección fija, crucé la calle, atravesé un parque y me senté junto a un estanque sobre el que se reflejaban trémulas figuras de un Sancho junto a su Quijote.

Mi cabeza me pesaba y tenía una terrible sesación de vacío interior. Al cabo de un rato de duración indeterminada vi un pequeño Snaucer merodeando junto a mi, yo alargué una mano con la intención de acariciarlo pero sólo conseguí que me enseñase los colmillos y me gruñera.

- Tienes razón amigo -pensé yo- no debería acercarme a nadie.

Me levanté trabajosamente y dejé el parque con los ojos clavados en algún lugar algo más allá que la punta de mis botas con la única idea de encontrar una sombra que me protegiera del ya inclemente sol.

Alcancé la esquina de Gran Vía y tuve la sensación de que entre tanta gente encontraría de nuevo a Cata la tomaría de la mano y saldríamos juntos de aquello. Sin embargo no la vi.

Subí hasta la Plaza del Callao y seguia buscándola y seguia sin verla.

Un par de pitidos agudos y seguidos indicaban que un mensaje había entrado en el buzón de mi móvil, -¡Cata!- pensé mecánicamente. Me apresuré a leerlo para descubrir que "mi programa de puntos me informaba que había alcanzado los 4621...". Perplejo y con el teléfono en la mano estuve unos segundos clavado en medio de un cruce intentanto averiguar el significado oculto de aquella frase.

Ajeno al fragor estresado de la gran ciudad fué un amable conductor quien gritando y pitando desaforadamente consiguió que volviese a posarme en el suelo y sin mirarle caminé todo lo estirado que pude hasta entrar en un portal cercano.

La idea me llegó como caida del cielo: ¿Y porqué no era yo el que llamara?, sí, eso es. Marqué nervioso su número y esperé aún más nervioso..., hasta que una voz metálica me informó que el teléfono al que llamaba estaba apagado o fuera de cobertura. ¡Mierda! Sólo me quedaba la esperanza de que ella viera que tenía una llamada perdida.

Bajé hasta la Calle Alcalá y esperanzado seguia buscándola y seguia sin noticias de Cata.

Llegué hasta la Plaza de Cibeles y seguia sin noticias de Cata.

Atravesé el Paseo del Prado y seguia sin noticias de Cata.

Crucé la Glorieta del Emperador Carlos V y seguia sin noticias de Cata.

Por fin entré en la Estación de Atocha, pasé junto al jardín tropical y me senté en un banco justo delante de los trenes con destino Sevilla. Pensé:

- Esta vez sí que te perdí, Cata.

No sé porqué llegué hasta allí ni cuanto tiempo estuve, pero debió ser mucho porque vi llegar y partir varios AVE.

De repente como en una revelación recordé una frase que había oido decir a Vizzini:

- "Si un trabajo sale mal hay que volver al origen"

Si, éso es, tengo que empezar de nuevo y rescatar a mi Buttercup, no debo pensar que no lo conseguiré por el sólo hecho de que nunca antes lo hubiera conseguido.

Me levanté de un salto, envainé mentalmente mi espada y salí a enfrentarme con el destino.

En poco tiempo llegué al portal de mi casa pero no subí, no, no era allí donde iba a empezar, en aquel tétrico lugar en que escuchaba aquellas voces, apenas susurros, que parecian provenir del otro lado de la pared y que casi consiguieron volverme loco.

Continué calle abajo con paso firme en busca de aquellos chicos que se rieron de mi, del tío del móvil que chocó conmigo, del repartidor del pan que me increpó, del conductor del Opel Corsa que casi me atropella, de aquella señora rodeada de niños y cargada de bolsas, de mi cita en la cafetería...

...sólo que aquella vez no estaban los chicos, ni el tio del movil, ni el repartidor, ni el conductor del Corsa, ni la mujer de las bolsas, y, delante de la cafetería ahora vacía, comprobé que la única vez que había llegado pronto a una cita, tú, Cata, mi Cata, tampoco estabas y quizás no ibas a venir.

Entré, me senté en la misma mesa apartada y pedí un café solo, -solo- repetí mentalmente. Durante un escaso segundo volvió a mi mente la imagen del Snaucer enano que me había enseñado los dientes en el parque. Algo debía estar haciendo mal, pero no sabía el que. Había vuelto al origen pero no había conseguido nada.

Aparté el café que se había quedado frío, hundí mi cabeza entre mis brazos y me pregunté:
<blockquote>- ¿ Qué puedo hacer ?

- ¿ Qué puedo hacer ?

- ¿ Qué puedo hacer ?
( sollozando amargamente )
</blockquote>
 
Antiguo 28-jul-2004  


<blockquote>Resuena lejano en mi memoria apenas perceptible un viejo sitar,
y ahora retumba machaconamente implacable una antigua canción de The Doors:

This is the end, mi only friend, the end...</blockquote>
 
Antiguo 26-mar-2005  

Ya que como las golondrínas estan volviendo tantos usuarios ......reabro este hilo, para que como en el poema a Ramón Cijé, tal vez se manifieste algun otro.....
 
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