La ira es inmovilizante y por lo general proviene del deseo de que el mundo y la gente sean diferentes a lo que realmente son.
La ira es una elección y un hábito. Es una reacción aprendida ante la frustración y a resultas de la cual te comportas como preferirías no hacerlo. De hecho, la ira profunda es una forma de locura. Así pues, cuando estás enfadado y pierdes el control o no sabes expresar tus sentimientos de una forma adecuada, sufres una locura temporal. La ira no tiene retribuciones ni compensaciones psicológicas. La ira es debilitante. Físicamente puede producir hipertensión, úlceras, urticaria, palpitaciones cardiacas, insomnio, cansancio e incluso enfermedades cardiacas. Psicológicamente, la ira acaba con las relaciones afectivas; interfiere en la comunicación; conduce a la culpabilidad y la depresión y en general interfiere con tu vida. Claramente, la expresión de ira es más saludable que su represión, pero existe una postura aún más sana: no sentir esa ira. En ese caso, no tendrás que enfrentarte con el dilema de si será mejor echarla fuera o guardarla adentro.
Como todas las emociones, la ira es un resultante del pensamiento. No es algo que simplemente te sucede. Cuando te enfrentas con circunstancias que no van por donde tú quisieras que vayan, te dices a ti mismo que las cosas no deberían ser así (frustración) y entonces eliges la acostumbrada reacción de enfado que sirve a un propósito. Y mientras aceptes la ira como parte de lo que significa ser un ser humano, tendrás razón en aceptarla y en evitar ocuparte de su eliminación.
Empieza a pensar en ti mismo como alguien que puede comenzar a pensar de forma diferente cuando se sienta frustrado, de modo que la ira inmovilizante pueda ser reemplazada por emociones más gratificantes y positivas. Lo más posible es que seguirás sintiendo rabia, irritación y desilusión, ya que el mundo no será nunca como tú quieres que sea. Pero la ira, esa respuesta emocional tan perjudicial puede ser eliminada.
Cada vez que eliges enfadarte debido al comportamiento de otra persona, le estás privando de su derecho de ser lo que escoja. Dentro de tu cabeza está la frase neurótica: ¿Por qué no eres más parecido a mí? Entonces te querría y me gustarías en vez de enfadarme. Pero los demás no serán nunca como tú quieres que sean, todo el tiempo por lo menos. Gran parte de las cosas y de las personas serán distintas a lo que tú quisieras que fueran. Así es el mundo. Y la posibilidad de cambiarlo es nula.
De modo que cada vez que optas por la ira cuando te enfrentas con alguien, aunque sea de formas reprimida, optas a la vez por dejarte herir o inmovilizarte de alguna manera por culpa de la realidad. En vez de escoger la ira puedes pensar en los demás como seres que tienen derecho a ser diferentes a lo que tú quisieras que fueran. Puede que no te guste que sea así, la ira sólo los alentará a seguir siendo como son y te provocará todas las tensiones físicas y las torturas mentales que describimos antes. La elección está en tus manos realmente.
Quizá te veas a ti mismo en el campo contrario, esto es, alguien que siente mucha rabia pero que nunca ha tenido el valor de expresarla, puede ser por miedo o por no haber aprendido en su momento. Te la guardas y nunca dices nada, trabajándote esas dolorosas úlceras y viviendo tus momentos presentes con gran cantidad de ansiedad. En realidad no eres la otra cara de la persona que chilla y despotrica. Tienes las mismas frases en la cabeza respecto a la gente y las cosas, que deberían ser como tú quieres. Si lo fueran, éste es tu razonamiento, no sentirías rabia, no te enfadarías. Esta es una lógica equivocada y el secreto para deshacerte de tus tensiones radica en destruirla. Aunque quieras aprender a expresar tu furia contenida en vez de guardártela, la meta final debe ser aprender a pensar de forma diferente para no crear esa furia.
LA POSESIÓN DEL SENTIDO DEL HUMOR:
Es imposible enfadarse y reírse al mismo tiempo. La rabia y la risa se excluyen al mismo tiempo. Quizá te tomes la vida demasiado en serio. Tal vez la característica más acusada de la gente sana es un sentido del humor sin hostilidad. Dentro del esquema de las cosas de este mundo, lo que tú haces y el hecho de que estés enfadado o no, provocará un impacto similar al que puede producir un vaso de agua volcado sobre el torrente de las cataratas del Niágara.
Que escojas la rabia o la risa no importa mucho, salvo que la primera colmará tus momentos presentes de tristeza y la segunda de alegría. Cuando empieces a ponerte demasiado serio y sensato en lo que a ti respecta o lo que haces, recuérdate a ti mismo que no tienes más tiempo que éste.
LOS MUCHOS ROSTROS DE LA IRA:
La agresión verbal o el ridiculizar a tu pareja o seres queridos.
Violencia física, pegar, golpear objetos etc. Llegado al extremo, está detrás de todos los crímenes.
Decir cosas como “Él me enfurece” o “realmente tú me das rabia”
Usar frases como “lo mato” et
Pataletas de rabia.
El sarcasmo, el ridículo y el tratamiento del silencio.
REEMPLAZA LA IRA:
Lo primero y lo más importante es tomar contacto con tus propios pensamientos en el momento mismo que te enfadas. Lo más importante es estar alerta al respecto.
Aplaca tu ira durante los primeros segundos clasificando lo que sientes. Los primeros 10 segundos son cruciales. Si logras sobrepasarlos verás que a menudo la rabia se ha desvanecido por sí sola.
Ten conciencia de que todas las cosas en las que crees serán desaprobadas por el cincuenta por ciento de la gente, cincuenta por ciento del tiempo.
Ten conciencia de que si bien la expresión de la ira es una alternativa saludable el guardarse ese sentimiento en el interior no es la forma más saludable.
Ámate a ti mismo. Si lo haces, no te sobrecargarás de un sentimiento que resulta tan destructivo para tu persona.
La ira se entromete en nuestro camino. No vale para nada, no es beneficiosa. La ira es un medio que sirve para usar elementos externos a ti a fin de explicar cómo te sientes. Haz por tu cuenta tus propias elecciones y no permitas que éstas estén empañadas por la ira.
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