Yo solamente he estado en ese estado de euforia únicamente cuando estoy con una persona con la que realmente me encuentro a gusto. O incluso siendo un grupo pequeño de personas, tres o cuatro, como máximo. Personas afines a mí, con las que me entiendo bien o me siento seguro con ellas. Realmente con quien más a gusto me he sentido ha sido con mi ex novia, (que conocí en este foro, precisamente).
Entiendo como te sientes cuando dices que te sentías sana, normal. Yo sentía que podía hacer cualquier cosa, iba por la la calle con ella sin miedo, hablando, riendo, gastando bromas, sin importarme en absoluto la gente que me rodeaba, que me mirasen, olvidando la ansiedad, las fobias, el miedo, todo. En las pocas ocasiones en que podíamos estar juntos, (por la distancia que nos separaba y nuestros problemas mentales), era como vivir un sueño largamente deseado, como una historia de un cuento con final feliz. Pero luego llega la otra parte, la parte de cuando uno despierta, y vuelve a la cruda realidad. La parte en que ya no estaba con ella, y ahí volvían de nuevo todos los miedos. Miedo a la gente, miedo al teléfono, miedo a salir a la calle, a coger el metro, en fin, todas las cosas que suponen relacionarse con otras personas.
Es entonces cuando vuelven las ganas de no seguir viviendo, cuando vuelve la desesperación, la apatía, la desgana, la desesperanza, las ganas de acabar con todo una vez más, de decir hasta aquí he llegado, de dejar de luchar, de dejar de vivir una vida insustancial, que sólo me depara malos y tristes momentos.
No es algo raro lo que te pasa LeonaErrante, supongo que es una de nuestras características fóbicas. Quizás ese viernes te sentías eufórica porque estabas con unas personas agradables, con las que, inconscientemente, te sentías a gusto, y dejaste salir tu lado bueno. O quizás, la química del cerebro es muy extraña, te sentías bien por cualquier otra causa y eso hizo que pudieras estar bien, hablando, bromeando con tus compañeros de universidad. Luego, ese momento pasó, y, por desgracia, volviste a esa otra situación que nos carcome la mayoría del tiempo.
Procura pensar en esos buenos momentos, piensa en lo bien que te lo pasaste, intenta recordar qué hiciste antes, en qué pensabas, que motivó que estuvieras eufórica y contenta. Piensa tan sólo en cosas buenas. Ya lo sé, es un consejo muy, muy fácil de decir, y además tiene gracia que lo diga yo, que lo único en lo que pienso es en cosas negativas, en mi propia soledad y mi desesperanza. No pienses en el suicidio, por favor. Si has tenido ese momento de lucidez, de bienestar, de euforia, en el que te has sentido realizada, contenta, imagina lo que te perderías si no vuelves a sentirlo. Y sí, también lo sé, que es muy fácil decir esto, te lo dice alguien que piensa en el suicidio día sí y día también. Pero no pierdas la esperanza, verás que podrás conseguir más de esos días buenos.
Y un último consejo, si me permites, espero que no te moleste. No sé si visitas a un psiquiatra o psícologo o tomas algún tipo de medicación. Pero si es así, coméntaselo, hablále de estos temas, hablále de esa euforia, y la posteríor desesperación. El sabrá mucho más que yo, por supuesto, si es algo que entra en el campo de la fobia social o es otra cosa.
En todo caso, y ya acabo, me alegro mucho que por un momento, aunque haya sido sólo un día, hayas tenido un buen momento, un buen día. Eso, en nuestra situación, es muy difícil de conseguir. Me alegro por tí, de verdad, y ojalá que se pueda repetir muchas más veces. No pierdas la esperanza de conseguir más días buenos como ese, porfa.
Un saludo. O dos.