05-sep-2014
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Yo tenía un perro negro. Su nombre era depresión. Cada vez que el perro negro aparecía, me sentía vacío y la vida parecía detenerse. Sin ninguna razón y en cualquier momento, podía sorprenderme con su visita. El perro negro me hacía parecer y sentir más viejo de lo que era.
Cuando el resto del mundo parecía estar disfrutando de la vida, yo sólo podía verla a través del perro negro. De repente, las actividades que normalmente me provocaban placer ya no me interesaban. Le gustaba arruinarme el apetito.
Él masticaba mi memoria y mi habilidad para concentrarme. Si quería hacer algo o ir a algún lado con el perro negro necesitaba una fuerza sobrehumana. En situaciones sociales, él podía olfatear y darse cuenta de mi confianza y ahuyentarla.
Mi mayor temor era que me descubrieran. Me preocupaba que la gente me juzgara. Debido a la vergüenza y el estigma del perro negro yo estaba constantemente preocupado que me descubrieran.
Por lo que invertí una gran cantidad de energía en ocultarlo. Mantener una mentira emocional es agotador. El perro negro podía hacerme pensar y decir cosas negativas.
Podía transformarme en una persona irritable y hacer difícil el estar cerca mío. Podía llevarse mi amor y enterrar mi intimidad. Por sobre todas las cosas, él amaba despertarme con pensamientos sumamente repetitivos y negativos.
También le gustaba recordarme cuán agotado estaría al día siguiente. Tener un perro negro en tu vida no se trata de sentirte un poco abatido o triste… sino de sentirte totalmente desprovisto o vacío de sentimientos.
A medida que fui creciendo el perro negro si hizo más grande y comenzó a estar alrededor mío todo el tiempo. Intentaba ahuyentarlo con cualquier cosa que yo pensaba lo haría irse corriendo. Pero con mucha frecuencia él salía airoso y llegaba a la cima, decaer se hizo más fácil que levantarse de nuevo.
Así es que me hice bastante bueno en auto-medicación… que en realidad nunca me ayudó. Al final me sentí totalmente aislado de todo y de todos el perro negro había por fin logrado secuestrar mi vida.
Cuando se pierde toda la alegría en la vida uno comienza a preguntarse qué sentido tiene. Afortunadamente, este fue el momento en que busqué ayuda profesional. Este fue el primer paso hacia la recuperación y un importante punto de inflexión en mi vida. Aprendí que no importa quién seas, el perro negro afecta a millones y millones de personas; es una cuestión que le puede tocar a cualquiera.
También aprendí que no existe una píldora mágica. La medicación puede ayudar a algunos, mientras que otros pueden necesitar un enfoque completamente diferente. También aprendí que el ser emocionalmente genuino y auténtico con los que están cerca de ti puede ser un elemento de cambio absoluto.
Lo más importante es que aprendí a no tener miedo del perro negro y hasta le enseñé algunos trucos nuevos por mi cuenta. Cuanto más cansado y estresado tu estás, más alto ladra, por o que es importante aprender a calmar y relajar tu mente.
Está probado clínicamente que el ejercicio regular puede ser tan efectivo para tratar la depresión leve como los antidepresivos. Entonces sal a pasear o a correr y deja atrás a la bestia.
Lleva un diario sobre tus estados de ánimo; el anotar tu ánimo en un papel puede ser catártico y a menudo ayuda a mejorar. También mantén un registro de las cosas por las que estás agradecido. Lo más importante para recordar es que no importa cuán seria se ponga la situación… si tomas los pasos adecuados y hablas con la gente adecuada, los días del perro negro pasarán.
No voy a decir que estoy agradecido con el perro negro, pero él ha sido un maestro increíble. Me obligó a re-considerar y simplificar mi vida. Aprendí que más que huir de los problemas es mejor abrazarlos. El perro negro va a ser siempre parte de mi vida pero ya no volverá a ser la bestia que era. Tenemos un acuerdo.
A través del conocimiento, la paciencia, la disciplina y el humor aprendí que se puede curar al peor perro negro. Si estás en dificultad, nunca tengas miedo de pedir ayuda. No hay absolutamente nada de que avergonzarse, la única vergüenza es perderse la vida.
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