Veamos, momento de gran concentración. Un telón palpitante que aguarda alzarse con gran estrépito y causar desazón, sorpresa, maravilla y fundamento de identificación simpatizante.
Pues bien, derribemos esa estructura anhelada.
¡Shhhhhhhh! Callaos, breves seres, escuchad vuestro fondo. No hacéis más que pulular a vuestro alrededor y magnificar vuestro minúsculo ego hasta dotarlo de asombrosas proporciones. ¿Quién no ha de aterrarse ante una mole que se abalanza sobre uno? Así claro que es normal descender a esa nada que uno es; pero descendéis por el camino
fracturado, sin aprehender la parte refrescante y vitalizadora del trago amargo.
Nuevo recogimiento y zumbidos que distraen en derredor. Barrunto sumido, agazapado hacia un suspiro contenido de gozo, y nueva sonrisa al desvelar la burla en esto.
¿Qué hace que acongoje no el hecho, sino las consecuencias? Si cada uno observara el hecho señalado y no lo que éste nos suscita, ¿dónde quedaría ese yo doliente que se nutre de la atención otorgada?
Hablad, hablad, vuestras palabras son huecas; no oigo más que palabras, palabras, palabras. ¡Mi dolor es auténtico! gritáis en derredor, boqueando desesperados para creeros a vosotros mismos en el reflejo del convencimiento ajeno. Qué clase de estupidez es esa. Lo que duele de verdad es colocar el dedo en la herida, clavar la mirada en la carne sangrante y callar, y observar atentamente. Cuando hay dolor de verdad lo siente uno en toda su intensidad, imposible de compartir, imposible de que otro me alivie de parte de ese dolor. Uno ha de estar ahí, con su dolor, no perdiéndose en los demás, sino ahí, con su dolor. Y observar atentamente.
Si eres miserable no te lamentes; eres miserable en toda su maravillosa desnudez, no vistas con lamentos lo que hay.
En efecto, tengo, del verbo tener, la solución. Es mera transacción lo que como mucho se puede hacer con estas palabras, porque están tan muertas como el dinero, como los bienes de consumo, como los rostros solamente grises que muchos vemos en derredor.
Jajajaja, qué gilipollez. He dado a luz un nuevo retoño malogrado ya desde su concepción. Lo voy a publicar sólo como testimonio de mi propia estulticia, estulticia que no lo es sólo por lo idiota de haber pretendido poder decir algo auténtico cuando es evidente que no lo es, sino además por aguardar expectante en vosotros, mis pobres y esperados congraciados, la aprobación, y que en esa vuestra aprobación mi propio texto sea redimido... Como si esperase de vosotros el don de la resurrección; ¡palabras, texto, levántate y anda!, ¡qué magnitud de fe absurda! Egolatría propia y ajena al mismo tiempo, deliciosa paradoja.
Un saludo.
P.D. Considerad este texto como un chiste algo extenso, en parte es gracioso ¿no?