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Iniciado por fobicoanonimo
exacto. yo me siento libre en el foro, por ejemplo, o cuando estoy en soledad. pero cuando se me acerca alguien, es como si tuviese un mecanismo automático que me hace meterme en una caja, me deja sin palabras, y como si todo fuese fingido, no puedo decir lo que pienso, si la otra persona necesita apoyo no sé cómo darselo, no me sale de forma natural abrazarla, o cosas que en esa situeción acercan mucho... me veo y no me gusta cómo soy en esas situaciones. hay una distancia enorme entre la yo que soy cuando no esoty con gente, y la yo en la que me convierto cuando estoy con los demás. necesito que sea la misma, no tan diferente.
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Si te sirve de consuelo no eres la única en sentirse así. Yo llevo 31 largos años luchando cada día contra eso mismo que te pasa a tí, y que como a tí, con tanta intensidad me afecta que a mis 31 años sigo sin haber sido capaz de haberme acercado a nadie sin sentirme más o menos intensamente impulsado a huir. El resultado es lamentable y ya cansa y me provoca angustia el no haber sido capaz en la vida de sobreponerme al miedo y acercarme a alguien sin sentirme como tú bien has descrito; y sobretodo me pasa esto con las mujeres... como supongo a tí te pasará sobretodo con los hombres
Te pondré en antecedentes, porque lo que después voy a decir podría perder parte de su valor de intención sincera si no soy íntegro al confesar todos los problemas que me aquejan:
A mi timidez crónica se sumó hace años una depresión aún no superada por la muerte de mi padre, lo que me llevó a hacer ciertas tonterías que me provocaron un trauma de ansiedad, que se convirtió en constante posteriormente. Básicamente, estos tres hechos (uno desde que nací, los otros 2 más tarde) sirvieron para convertir mi vida de los últimos 10 años en un deambular por un mundo de nieblas, de formas difuminadas, sin nada que resaltara ni destacara. Todo se convirtió para mí en una desidia corrompida desde las entrañas por una desesperación más o menos llevadera, en una náusea contenida por total falta de ánimo vital. Me convertí en un autómata despojado de emociones; incluso todo lo atemorizante que sentía y me atenazaba era amortiguado en gran medida por ese hartazgo vital. Sólo había un miedo y ansiedad de fondo que me embargaban a perpetuidad.
Pues bien, te diré lo que a mí me funcionó en cierta medida y está haciendo que al menos sea capaz de confesar a otros, con los que tengo cierta confianza y en persona, mis problemas de relación social, y que poco a poco sea al menos capaz de volver a sentir cierta vislumbre de esperanza tras varios años de consumirme y apagarme hundido en el barro de la desesperanza.
Hace unos meses una crisis emocional bastante fuerte provocada por puro agotamiento nervioso me hizo plantearme muchas cosas a raiz de haber considerado muy seriamente una salida rápida a 31 años de sinsabores, miedos y constante tensión.
Me asusté tanto de mi propia determinación tan firme, tan decidido a
eso me vi, que inmediatamente sentí una especie de mezcla de orgullo, miedo y enfado que se opuso a esa decisión. Por primera vez en mi vida me valoré profundamente en algo más que un ser apocado y miedoso destinado a morir y ya está.
Ese día era tanta la trascendencia que sentía hacia todo lo que me había pasado, hacia esa crisis, que no me importó justificar mi ausencia al trabajo yendo a donde trabajo, y ante varias personas de mi entorno laboral confesé lo que me había pasado y cómo me sentía. Simplemente dije la verdad de lo que sentía sin tapujos. Durante ese día también llamé a un buen amigo mío y me sinceré totalmente con él.
¿Sentía miedo? Sí, las horas previas a esa confesión sentía miedo, pero era aún más fuerte el sentimiento de que mi problema era más importante que el miedo a confesarlo a otros, y de hecho mientras así me confesaba a otras personas, no estaba considerando cómo me afectaba confesarme a otros, ni en las consecuencias; no me avergonzaba de mí mismo, sino que únicamente sentía cómo me estaba sintiendo en ese preciso instante, y nada más. En el momento oportuno me confesé plenamente ante mis compañeros de trabajo y amigos, expresando como poquísimas veces había hecho mis verdaderas emociones a otros.
Decidí luego saldar algunas deudas con ciertos fantasmas del pasado que me perseguían más o menos en silencio y comenzar un cambio
progresivo (muy importante este punto), intentando en todo momento ser consciente precisamente de que iba a ser un cambio lento y progresivo; no iba a poder operar un milagro social de la noche a la mañana; eso es lo que había intentado muchas veces en el pasado y había acabado siempre en batacazo. No es sólo intentar pequeños cambios, sino también tener en mente únicamente esos pequeños objetivos. El error está en hacer los progresos (sean pequeños pasos o grandes saltos) teniendo en mente sólo el gran objetivo final de superar el miedo a los demás. Hay que fijarse en lo más cercano e inmediato y ponerse a ello; poco a poco.
Así es que poco a poco voy cuidándome más haciendo ejercicio, comiendo mejor, leyendo más, etc. Poco a poco voy mostrando a los demás mis verdaderos sentimientos, sobretodo los sentimientos, ya que son precisamente ellos los que por tanto tiempo hemos reprimido.
Este foro mismo y el chat que hay asociado son una buena "terapia", por llamarlo de algún modo. Poco a poco vas recordando la manera ya casi olvidada de relacionarte con los demás. Es un buen comienzo para, en un aumento de dificultad afectiva (ya no es por escrito, es cara a cara) pasar luego a ser más sincero con tus amigos y las personas más cercanas a tí.
Es tan sencillo (tan complicado para nosotros), como no buscar el decir algo interesante, no angustiarse por los vacíos, no buscar agradar o imponer las propias ideas, no estar dispuesto a condescender en todo momento, no pensar en el "qué pensará". Todo esto es lo que nosotros siempre hacemos de manera más o menos consciente, siendo así que a menudo ya nos sale todo ello espontáneamente, nos inhibimos así automáticamente, sin pensar conscientemente en todas esas barreras que erigimos en la comunicación y relación con el prójimo.
Simplemente se trata de dejar que fluya la comunicación, no querer moverse en unos límites, no frustrarse o avergonzarse ante lo imprevisto o lo que creemos que vulnera nuestra intimidad. De algún modo no dejar que el pensamiento y los miedos condicionen nuestro ser ante los demás.
Y sucede también que estamos tan habituados a comportarnos así que hemos creado una especie de robot afectivo de nosotros mismos programado para actuar y responder según un patrón de timidez establecido, para de ese modo ni siquiera tener que sentir el esfuerzo de rechazar el contacto con los demás, un esfuerzo de repulsión que ya nos ha agotado y cansado; al final ya dejamos que ese robot sea quien responda, y nosotros nos limitamos a sentir cansancio o hastío por los demás. Así, es evidente que cualquier tema que nos propongan o cualquier persona que se nos presente ya nos resulte tedioso, porque estamos ya tan habituados al miedo hacia los demás, que se ha distendido su intensidad emocional y transformado de este modo en aburrimiento, hastío, desidia, pereza.... Algo más llevadero... reprimimos tanto la intensidad de las emociones por miedo que al final, en cierto sentido, reprimimos hasta la intensidad de sentir miedo hacia los demás, y lo sustituimos por sensaciones más ténues (la pereza, el asco, el aburrimiento, la dejadez, desidia, etc)
"Todo lo que dices es muy bonito y aparentemente útil, ¿Pero cómo lo aplico a mí misma?" Seguramente sea esto lo que pienses. Es ese sutil paso de la teoría a la práctica lo que siempre falla.
Resulta bastante curioso y frustrante que tú, y cualquiera de nosotros, de algún modo u otro sepamos todos cómo deberíamos comportarnos y ser ante otros si no fuésemos tímidos. Es algo tan simple y complejo a la vez como que cuando llega el momento nos bloqueamos y toda la teoría, toda la premeditación, todas las buenas intenciones y toda la voluntad de ánimo previa se desbaratan igual de facilmente con que de un manotazo desmorona alguien un cuidadoso y esforzado castillo de naipes que tanto nos ha costado levantar (siempre, siempre sentimos que pese a que la timidez la sufrimos nosotros "en carne propia", proviene no obstante de algún influjo exterior, de fuera, de más allá de nosotros y de nuestra posibilidad de controlarla)
Es por esto que quien no padece de tímidez extrema jamás comprenderá al tímido, que por mucho que nos digan cómo hacer o deshacer o nos lo muestren, nunca lo entenderán. Porque lo que falla es un error de base, una pieza clave, un panel afectivo que entra súbitamente en cortocircuito emocional ante un estímulo concreto: el otro. Si uno no es tímido, jamás comprenderá a otro tímido, o como mínimo no sentirá
empatía por esa timidez. Y si bien todos somos en mayor o menor grado tímidos, únicamente se va a dar una empatía profunda cuando se reconoce en el otro la misma timidez extrema que uno sufre.
Quien no padece timidez extrema no tiene ni idea de la intensidad de frustración e impotencia, de anhelo y congoja, todo junto, que uno siente ante algo que no puede hacer o lograr por su timidez, y más cuando ha tenido que soportar esa misma frustración una y otra vez, cuando la provoca cualquier hecho a su alrededor que para la gente "normal" es totalmente cotidiano o natural: hablar con otros, salir a comprar, tener pareja y besarla, intimar, confiar, bromear desinhibidamente; en definitiva ser y comportarse plenamente como una persona. Es tanta la frustración acumulada que uno tiende a dudar de ser siquiera persona, ya que no es capaz de comportarse como tal con
naturalidad, si no es basándose en un modelo estudiado y fingiendo. Esto, todo esto, también cansa, y mucho.
¿ Hay solución ? Para empezar, como este problema nuestro nos preocupa y angustia, es algo a lo que tendemos a fijar nuestra atención con mayor o menor obsesión. Pues bien, ante la dificultad de establecer relaciones afectivas con los otros porque todo lo que no sea este problema que focaliza nuestra atención nos parece accesorio, secundario, es un buen comienzo comenzar a charlar con alguien que padece el mismo problema y
compartir la experiencia, los sentimientos, las sensaciones, lo que nos sugiere, evoca o hace pensar este nuestro problema. Sinceramente, si la otra persona tímida siente un mínimo de necesidad de querer cambiar y compartir, la comunicación fluirá y aumentará la confianza mutua al sentir complicidad por alguien que sabemos cómo se siente y padece porque es, precisamente, lo que uno mismo también siente y padece. Poco a poco, la conversación fluye de manera natural y ya no se centra sólo en lo que nos atormenta, pues poco a poco volvemos a ser personas con
naturalidad, y nos sentimos cómodos con el prójimo.
No es fácil nada de esto, claro que no. Menos hacerlo cara a cara. Yo aún no soy capaz de aplicar mis propios remedios, quizás porque son erróneos, quizás porque me falta un mínimo de valentía y determinación, no sé. Lo único que tengo claro es que no quiero volver a sentirme como me he sentido estos últimos años, no quiero volver a abismarme a ciertos infiernos que, sinceramente, no están hechos para el ser humano.
Añadiré a propósito de la tentación de renunciar a un fin más elevado por la dificultad de conseguirlo y conformarse con un autoengaño unas frases que se me ocurrieron hace un tiempo, cuando en una especie de premonición futura, vislumbraba ya, al menos, el agotamiento extremo de una posición vital anti natural:
Sí... Que los muertos sean enterrados aún más profundo. Que los vivos caminen sobre las sepulturas sin percatarse. Que la vida sea para éstos tan desconocida como la muerte.
Que en mis ojos no haya abismos, sino luz. Y si esa luz distorsiona los colores, sea al menos para hacerlos más alegres, no como la oscuridad que me ciega ahora. Que si al menos toco un techo, lo crea cielo. Y que todos vuestros ángeles y promesas, toda vuestra gloria y beatitud, me sean tan ignoradas como los infiernos que ni puedo imaginar.
Ahora comienzo a comprender que antaño trataba de alcanzar un imposible impulsado por mi sentimiento de desgracia, y que mi dimensión humana me capacita únicamente a intentar conseguir ser... humano, ni más, ni menos. Sí... que lo que antaño creía autoengaño tal vez sea en realidad aceptar lo que soy, con las limitaciones y libertades que ello implica. La diferencia es que antes no aceptaba mi humanidad, y ahora quisiera ser, al menos, humano. Aún nada he conseguido, pero tengo la sensación de que llevo un rumbo bastante más acertado que antes
Sea tal vez eso lo que en realidad nos da tanto miedo; ser simplemente humanos y como tal relacionarnos con otros seres humanos
P.D. Bien, espero no haber agotado la paciencia de nadie. Lo que en principio iba dirigido a una persona se ha alargado y generalizado. Todo esto es un intento de expresar cómo considero y vivo mi problema, que es también el problema de la mayoría de los que estamos en este foro. Si a tí, Fóbicoanónimo, o a cualquier otro le ha servido de algo, me alegraré y me hará sentir bien, no lo negaré, aunque siquiera le sirva para querer iniciar un cambio aunque aún no sepa muy bien cómo.
Todos, todos, estamos embargados por ese sentimiento de estar perdidos, sin rumbo fijo, sin sentido. A mí sentirme bien conmigo mismo y poder relacionarme con los demás de mánera cómoda y no forzada tal vez no me aporte un sentido, un para qué, pero al menos me hace más llevadero el camino mientras busco las respuestas ¿Y a vosotros?
¡Un saludo!