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Antiguo 04-ago-2014  
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Ojalá alguien me lea ¬¬

Primeramente mi sospecha de lo que detonó mi FS gira alrededor de, junto a mi ensimismamiento natural y acomplejamiento genital, algunos episodios humillantes que voy a intentar sintetizar:

- de niño una profesora (estilo fuhrer) indginada por una grosería (nada grave) que le dije a una compañera y llegó a sus oídos decidió castigarme días después delante de toda la clase, la humillación a la que me sometió fue tan extensa temporalmente que todavía lo recuerdo bastante bien.

- una vez orinando en el baño de la escuela en uno de los inodoros privados, un compañero me espió y salió burlándose del tamaño de mi pene delante de chicas que a mí me conocían bien y me agradaban (ellas se rieron de buena gana y yo sentí un ejército de puñaladas infiltrarse y revolver salvajemente en lo más profundo de mi ser). Eso fue terrible.

- la mismo ocurrió muchísimos años después en la adolescencia ya consolidada (esta vez afuera de un lugar donde la gente iba a bailar y embriagarse), lo cual fue igualmente destructivo, con el agregado de refrescarme la ocasión anterior.

- en un cumpleaños se me escaparon un par de flatulencias inoportunas que no pasaron desapercibidas (no se rian hijos de **** -.-), y eso me causó un gran espanto a partir de la impredecible que me resultaba la ridiculez a la que uno podía estar expuesto involuntariamente de un momento a otro.

- en una discoteca, en el baño, hace unos años atrás, un tipo se enojó porque le dije que "apuntara mejor" (yo me encontraba orinando al lado suyo y salpicaba), era un tipo robusto y alto, decidió apuntar mejor: y empezó a orinarme a mí en la pierna. No contento con esto me preguntó "¿le estoy acertando ahora?", "sí" respondí y sentí como mi dignidad se despedía cierrando la puerta silenciosamente sin juzgarme, pero para siempre.

Esos son los casos más concretos que recuerdo de escenarios que podrían llegar a tomar el rótulo de "traumas" (aunque no le daría a ninguno el premio).

Nunca me hicieron bullying en la escuela, pero cuando me cambié de secundaria y tuve que dejar a mis amigos de toda la vida, no fue nada fácil. El curso que me tocó estaba plagado de personas más grandes que habían repetido una o varias veces. Y tanto mujeres como hombres eran no solamente crueles (y sumamente ingeniosos) sino también muy experimentados en materia sexual. Para alguien como yo era una realidad paralela. Todo se dificultó cuando en algunas oportunidades se burlaban de mí (imposible en un curso como ese que no ocurriera). La realidad es que fueron ocasiones contadas, a muchos hasta le caía yo muy bien, pero cada vez que pasaba que alguien reparaba en mí para atacarme, por más insignificanete que hubiese sido la burla, hacía mella en mí toda la semana. De ahí heredé la susceptibilidad obsesiva y a veces infundada para con cualquier "relativa hostilidad" que transite en mis relaciones interpersonales. Esto duró un año. El año próximo a ese, justicia divina, viví el mejor año de la secundaria (repetí de curso y cambió la comisión). Uno es determinado en gran medida por su entorno, esa lección hay que aprenderla, hay gente de todo tipo en este planeta.

Terminada la secundaria yo, resignada mi vida sexual ya desde los 15 años y carente de habilidades sociales, opté por aislarme completamente de todo. Decidí no irme a estudiar a la universidad ni mierda. Mi familia tenía un negocio de hospedaje, tomé el turno nocturno (tenía miedo de trabajar por la cuestión de interactuar con gente y me pareció que en la noche iba a ser menos probable que lo hiciera en proporción a hacerlo de día). Fueron seis meses de vivir al márgen de todo sin días libres ni nada (tampoco me intesaba tenerlos, no salía a ningún lado). Luego cambié a otros turnos, horarios más cómodos, pocas horas de trabajo. Seguí adentrándome en los abismos de la soledad de todas maneras. Pasaba meses en una soledad impenetrable que derivó finalmente en casi 4 años de ostracismo implacable y total.

Entonces ocurrió la magia (negra): ese refugio de la soledad que era mi templo, donde me encontraba a gusto, y si sufría solamente era de vez en cuando, empezó a desintegrarse. Paulatinamente todo empezó a parecerme poco, instatisfactorio, un sinsentido, hasta que no podía concentrarme ya en nada y sólo me quedaba detener mi vista en la desgracia y la desdicha que era mi existencia. Toda mi vida adulta había fantaseado con matarme (todavía creo que es una posibilidad aunque ya mucho más distante), pero en aquél momento empezó a ocurrir que realmente empecé a planificar cómo hacerlo. Si alguien me hubiese dado un arma en ese tiempo no me cabe duda de que habría ejecutado la inexistencia sin pensármerlo demasiado.

Dicen que no se mide la grandeza de un hombre por que tan alto llega sino por que tan alto rebota al tocar el suelo. Sea mi padre que me ayudó a salir de eso, sea que no tenía otra opción que intentar algo para dejar de sufrir, decidí terminar las materias que me quedaban en una escuela nocturna e irme a vivir una experiencia universitaria. Contaba yo con 23 primaveras cuando empecé a estudiar.

Arranqué mi vida académica con mucha fuerza y convicción, fueron seis meses de salir con compañeros, asistir a fiestas, fumar marihuana a lo jamaiquino, apertura intelectual amplia... y finalmente, como debía de ser para un tipo como yo, se terminó la nafta y terminé confinado en mi balcón (universitario ja), aislado e infeliz viendo cómo había fracasado una vez más en la empresa de cómo lidiar con el mundo, con la realidad y, por sobre todo, con los demás. Apenas me quedó una amiga (lo que leyendo sobre FS se llama "un amigo sombra"). Con ella viví cosas buenas y sanas, y cosas malas y enfermizas. Yo no estaba bien y ella tenía un caracter que demolía mi autoestima.

Empecé a beber, whisky amigos, a las rocas, nada de bebidas debiluchas, si iba a arruinar mi vida iba a hacerlo como un hombre. Una semana comenzó durandome la botella, a los meses, apenas dos días. Bebía como si el mañana fuera una invención salida de un cuento para esquizofrénicos. Una vez más empecé a concebir la idea de matarme pero esta vez era peor: sentía una gran impotencia, porque no tenía ni siquiera la osadía de plasmarlo en la realidad, no tenía el coraje de pensar en cómo llevarlo a cabo (lo peor de lo peor).

Yo seguía en la universidad, era lo único que le daba un relativo equilibrio a mi vida, ese año, tras uno muy exitoso, empezaba a tambalearse cortesía del whisky. Había solamente una cosa que me gustaba de mi vida: una compañera preciosa de la facultad, con quien podía comunicarme como quien nunca antes. Era un oasis. Y como todo oasis, a veces resulta un vil reflejo. Ella empezó a dejar la facultad de a poco. Ya no asistía. Empecé a deprimirme más. Ella era especial, me gustaba muchísimo, y era extraordinariamente fácil hablarle. Entonces ocurre la estocada final: una noche (yo solamente salía de mi domicilio para asistir a la facultad y al comedor porque no tenía dinero para costear alimento al mismo tiempo que el whisky), y sucede: yo la veo a ella junto con unos compañeros comiendo (mi "amiga sombra" estaba también con ella). Fue un shock, caí en cuenta que lo que más amaba de ella es que la consideraba una paria social como yo, y al mismo tiempo una diosa de idiosincrasia única. Era todo lo que yo quería y "ellos", los "otros", esos que nunca sintieron ansiedad ni angustia al comunicarse con otros homo sapiens se la llevaban, me la arrebataban como si no tuvieran suficiente con todo el mundo que era suyo. Apenas pude disimular mi catastrofe anímica, me despedí de todos ellos como pude y salí disparado, paso a paso sin pensar ni una sola vez (no pienses no pienses) hasta llegar a mi casa. Llegué al balcón donde pasé tantas noches mezclando drogas legales con ilegales, y me fundí en un abrazo con la desesperación y el hambre de muerte. Estaba angustiado como nunca antes. Y recibí una llamada, casi milagrosa diría, de mis padres, fue la única vez que los necesité, y lloraba y lloraba en el teléfono (que difícil debe ser el oficio de padre). Ellos se deshacían en opciones para que estuviera yo mejor: desde que me iban a buscar esa misma noche y no se hable más (porque yo era demasiado fóbico para tomar transportes) hasta disfrazarse de unicornios y surcar el aire ahí mismo. Entonces me calmé unos días. Pero estaba en las últimas, empecé a beber casi una botella por día y la combinaba con las pastillas que cayeran en mis manos. Pasé cosas extrañas como dormir días seguidos por los efectos mezclados. En retrospectiva me parece asombroso que no haya terminado internado como mínimo. Y lo mismo con mis caídas en la calle por ebriedad (fueron tres veces, a partir de la última tomé la política -porque me tomaba todo- de no tomar más whisky fuera de casa).

Cuestión que el mismo mes en el que ocurrió eso, la misma pieza que extinguió mi esperanza y mi mundo, lo substituyó por el mejor mundo en el que yo había estado hasta el momento: la chica que me encantaba, y encima era hermosa (y no exagero) me manda un mensaje de texto (que el whatsapp no existió siempre aunque no lo creamos), en el que se me tira totalmente en una frase -inolvidable- que declara su interés por mí sin ningún tipo de sutileza. Radical maestro (bartsimpson.jpg). ¿Ahora cuál era el problema? Olvidé decirles amigos y amigas: yo era virgen (para rematar la faena). El pilar de toda mi verguenza, junto con el tamaño de mi miembro, era que en los tiempos que corren, el maldito siglo XXI, yo era una especie de monja metida en una fiesta de electrónica y ácidos. Tuve tanto miedo que la dejé en suspenso a la invitación. No me atreví a hacer nada esa noche en la que me envió el mensaje, para colmo tenía dos erupciones imposibles de entrar al mismo tiempo en mi rostro. Pero los días pasaron y... era muy fácil y disfrutaba mucho de hablar con ella. Se hacen la idea caballeros.

Resumiendo: ella es mi pareja actual, llevamos casi dos años saliendo y todo apunta a convertirse en mucho tiempo más. Con el correr de los meses descubrí que ella también tenía todo tipo de fobias mucho más profundas y confictivas que las mías. No fue una coincidencia que terminaramos juntos.

Yo vivía con mis padres sin emitir palabras a menos que fuera necesario, me convertí en alcoholico y tenía ideas suicidas. Y este año me tiene a mí viviendo con tres chicas, algo desquiciadamente impensable para quién soy, no para quién era, sino para quién soy. Dejé de ser virgen, de ser alcoholico, de ser depresivo, pero no dejé de ser fóbico social. Hoy entré a este foro de nuevo como hace casi un año en el que por primera vez entendía que tenía una enfermedad y no era "mi personalidad" eso que modelaba mi vida. Perdiendo el tiempo hoy con el anime (herencia de mis tiempos pasados de refugio y evasión de la realidad), me entró la inquietud de que tenía que plasmar mi historia en algún lado y este foro se me vino a la mente.

Sigo llevando exactamente el mismo estilo de vida que antes de encontrar a alguien para mí, es decir una pareja, si hoy me dejase ella, así como estoy ahora, lo más probable sería que llegase de nuevo, al menos temporalmente al nivel de antes en cuanto ostracismo. Pero hay una sola cosa que aprendí en mi experiencia: la vida es demasiado basta para que una enfermedad como la fobia social pueda domarla o definirla. Yo tenía opiniones verdaderamente inmutables acerca de una serie de cosas y la vida me demostró que podía destruirlas en apenas una noche. Eso solamente puede comprenderse viviendo una vida como ser humano (allá si sos fóbico social o te falta un brazo), ni la pluma más talentosa puede transmitirte eso.

No pienso aconsejar a nadie, ni siquiera sé si yo voy a superar la FS ni que voy a intentarlo con todas mis fuerzas y bla bla bla, unicamente voy a decir una sola cosa: la existencia ofrece hasta lo innominado, uno con el mero hecho de llevar consigo la credencial de estar vivo puede sufrir y disfrutar de todo eso.

Así que sigamos en nuestro angustioso (o no) porvenir soñando que la muerte es una ficción, que eso (la vida) nos pasa por al lado, la vida no nos pasa por al lado en ninguna oportunidad: todo el tiempo la vida te golpea de frente, nos atraviesa y choca duro y por eso nos duele tanto. Y golpea porque sí, no "para algo o en pos de algo", porque sí golpea y es todo lo que importa, y todo lo que necesitamos saber.

Gracias por leerme.
 
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