Y todo es por mi maldita personalidad. Por motivos de habichuelas, las circunstancias de mi tortuosa vida me han llevado a vivir solo lejos de mi tierra y mi familia. Hago una escapada cada tres o cuatro meses, de vacaciones o para verles, y cada vez menos. Ya llevo más de cinco años, y la cosa tiene visos de ser sempiterna. Al principio me daba igual, lo importante era tener un curro estable. Pero poco a poco te das cuenta de que se te van olvidando nombres de calles de tu ciudad e imágenes que antes tenías archivadas en tu memoria. Pero hay algo aún peor: Al ver a mi familia sólo tres o cuatro veces al año, percibo cómo envejecen con claridad. Es como si al rodar una película, en vez de grabarse 24 fotogramas por segundo, se tomaran 8, y al reproducir la película ves los personajes moviéndose al triple de velocidad. Eso es lo que siento, que me estoy perdiendo cosas irrecuperables sin poder hacer nada. Las cosas más importantes de la vida. Por otro lado está la nostalgia por los paisajes y por las tradiciones de mi tierra, así como el acento y el tema gastronómico. Yo siempre he sido muy despegado de mi familia, muy desarraigado en general, pero el tiempo y los contextos te van dando sorpresas. Cuando me despierto por las mañanas, últimamente, siempre lo hago pensando en el pasado y en mi tierra. Me levanto siempre triste, recordando el sacrificio que hicieron mis padres por mí, las oportunidades que desaproveché y los disgustos que les di. Cuando hablo con ellos por teléfono se me encoge el corazón (sin que ellos lo perciban). Es como si su misión como padres ya estuviera cumplida, como si ya estuvieran en su recta final. Mi padre se jubila dentro de tres años. Son cosas en que las antes no pensaba, y me produce una enorme tristeza. Ellos cumplieron con su cometido, y no tienen la culpa de que yo haya salido así ni de las cosas que he hecho ni he dejado de hacer. Demasiado hicieron, los pobres. En fin, cada uno tiene lo que se merece y con ello tengo que apechugar. Creo que mi deleznable personalidad me ha llevado a esta situación en la que estoy. Es muy complejo de explicar pero así es. Es como una sucesión de fichas de dominó que van cayendo. Pero no quiero echar balones fuera, no quiero culpar sólo a mi código genético, porque sé que mi “yo”, también es culpable (en caso de que existieran diferencias entre ambos). Y bueno, tampoco me voy a quejar; sé que hay cosas peores, pero ese es uno de mis fantasmas interiores.