A veces me da por pensar que con mis 30 años estoy lejos de demostrar que los tengo, pues observo a adolescentes que tienen tal dominio de la proxodia, la proxomia y el lenguaje corporal que me acompleja y me recuerda la cantidad de años perdidos que acarreo, y que con mis iguales nunca estaré a su nivel, por tanto allá donde vaya me sentiré inferior, torpe y fuera de lugar.
Es lo que tiene no haber podido tenido un aprendizaje progresivo y paulatino, como todo el mundo.