TU VERDADERO NOMBRE
¿Quién ha dicho que se habían muerto todos los profetas?
El desentrañamiento del misterio del mal, la obra de la Humanidad entera desde el principio de los tiempos.
No me creáis ni una palabra. Ni una.
Escucharos a vosotros mismos, desde los más profundos y, hasta ahora, insondables abismos de vuestro interior. Escuchaos más allá de toda la locura del mundo:
-La Verdadera causa del profundo malestar de nuestro tiempo:
Todos los hombres que van por el mundo con la conciencia más o menos tranquila tienen algo en común: han conseguido traducir el conocimiento que tienen del mundo al lenguaje de su corazón.
En otro tiempo podía bastar con la religión, la poesía o el conocimiento directo de la naturaleza pero hoy, ya con todas, todas las ilusiones rotas por la crudeza de la realidad, no parece que haya nada a lo que agarrarse pero, justamente eso, es lo que nos empuja con más fuerza que nunca a llegar a comprender nuestro corazón.
Porque en todas las ilusiones queda siempre algo que no podemos llegar a comprender del todo, y esto es por lo que se inventan los mitos del pecado, o de la infinita avaricia humana, o el de un supuesto enfrentamiento contra la naturaleza; sólo por intentar hacer soportable una angustia que nos exige algo más.
Para comprender esto necesitamos escuchar con un poco de atención a nuestros corazones que nunca, nunca jamás se equivocan, aunque parezca que se dejen llevar por la locura. A mí no me creáis.
Creeros a vosotros, a vuestro dolor y a vuestro placer; eso es todo cuanto necesitáis.
La Ley Universal no habla a nuestra conciencia sino con dos letras: bienestar y malestar. Y sólo con esas dos letras, con su infinidad de matices, somos capaces de maravillarnos de todo lo que de hermoso tiene el mundo. Lo que nos hace actuar es un llamamiento permanente a mejorar el mundo, el amor no es otra cosa.
En realidad tenemos una idea de la perfección de todo lo imaginable, y que no contradice en nada la Ley General del Universo, sino que la confirma absolutamente.
Para retarnos a alcanzar esta idea de perfección la Naturaleza se sirve del miedo, el hambre, el dolor ( todos) y de todos los tipos de placer que se pueden llegar a sentir.
Como por pura lógica no nos es posible llevar a todo el Universo a la Perfección ( el cumplimiento de sus leyes) al mismo tiempo, en nosotros está un sistema de prioridades, de cuyo orden se encarga la psicología práctica, a saber: lo que no puedas mejorar déjalo en paz.
Y, ¿cómo es posible entonces que dañemos el mundo que nos rodea si, inevitablemente, lo amamos?
Pues por la misma simple cuestión de prioridades. El noble propósito de la angustia en nuestras vidas es que dejemos de causar el mal cuando deje de compensarnos (aquí y ahora, que es todo lo que existe)
Y todo el problema del mundo es que usurpando el lugar de lo realmente importante y hermoso ( lo que nos trae el placer y nos quita el dolor) se encuentra un montón de pura basura destinada únicamente a mantenernos en la angustia permanente: los supuestos intereses de la humanidad, de las patrias y las clases; el interés de una naturaleza supuestamente enfrentada al hombre; las historias de amores fantásticos y hasta el último producto de moda que nos promete la felicidad.
Y como nunca podremos salvar a la Humanidad, ni a la Patria, ni a la Naturaleza; ni podremos realizar las historietas de amor loco ni comprar hasta la última baratija del mundo; nos sentimos eternamente culpables.
Y de la razón de que estos intereses contrarios a nuestro bienestar nos dominen, trataré a continuación, aunque sin duda ya los estáis intuyendo ( no pretendáis creer más que en vosotros mismos)
-La Verdadera razón de la existencia de la tiranía:
Sigue sin creerte ni una sola palabra de lo que te diga.
Duda de todo lo que mantenga tu malestar, aunque éste sólo sea un rumor sordo ya casi olvidado. No creas más que en tu dolor y en tu placer. Es todo cuanto te guía realmente.
Empezaré explicando una cuestión:
Normalmente hay dos modos de entender las sociedades, basados los dos en el principio del enfrentamiento perpetuo entre los hombres.
Hay quien piensa que las tiranías están para ocuparse de los intereses de una patria o de una raza( llámesele civilización o como se quiera) y quién piensa que por el contrario están únicamente para servir a los intereses de la mínima porción superior de la pirámide social.
Y aquí está el giro copernicano del asunto que proclama la sociología contemporánea:
¿Y si en lugar de ser que la tiranía estuviese al servicio de las patrias o las clases, suceda justamente lo contrario: que las mil castas que dividen y apilan a los hombres unos encima de otros no tuviesen más fin que el mantenimiento de la tiranía?
Estudiemos el funcionamiento del poder criminal:
En la práctica se puede considerar todo el funcionamiento del crimen como dividido en tres estructuras: la mentira, la pirámide social y la guerra.
Sin una no hay la otra por pura lógica, y no sucede ni sucedió jamás en ninguna parte del mundo desde que nació la tiranía que se rompiera esta unión( y llevara a la victoria)
Centrémonos en cada una de ellas:
La mentira.
No creo que a estas alturas haya que explicar en que consiste: pretendiendo aclarar, confunde. Pretendiendo aportar soluciones, trae el desastre. Pretendiendo dilucidar nuestros sueños, nos hace enloquecer. ¿Puede dudar alguien del tremendo atraso en el conocimiento común que produce?
Está claro que por sí misma no pudo venir al mundo.
El apilamiento de la Humanidad.
En los tiempos actuales, realmente todo el mundo se encuentra por encima y por debajo de alguien, y está condenado a robar a sus semejantes o morir.¿ Duda alguien de que se conseguiría muchísimo más si tuviésemos la oportunidad de colaborar con los demás en lugar de pasarnos la vida peleando?
Aquí tampoco está el origen de nuestros males.
La guerra.
Por todos es conocida la profunda angustia a la que están sometidos los soldados, y como se les procura aumentar por todos los medios posibles. ¿Qué sentido tiene esto?¿Es posible que sean técnicamente mejores en su trabajo cuando se les fuerza a la locura? La situación actual no ayuda en nada a la estrategia ni al puro manejo de las armas. Sin embargo, hay una razón muy poderosa.
Para ganar las guerras actuales no hace falta únicamente saber manejar bien el fusil ni tener una férrea disciplina, sino que es absolutamente necesario destruir ciudades, arrasar campos, violar mujeres y mutilar niños; y todo esto, por nuestra propia naturaleza condenada a buscar la perfección, no lo puede hacer más que gente profundamente angustiada, con alguna ilusión dañina que ocupe el lugar que le corresponde a sí mismo en la cima de la lista infinita de sus afectos.
Aquí parece estar por fin la clave que llevábamos tanto tiempo buscando.
Y si los tres poderes del mal son absolutamente dependientes los unos de los otros, ¿cómo fue posible que dejásemos que el lugar de la realidad lo ocupase la ilusión, y el de la ayuda mutua la más despiadada competencia?¿cómo nos pudimos dejar arrebatar nuestro lugar en lo alto de nuestras preocupaciones?
Pues no por ninguna cuestión de ignorancia, sino porque en determinados lugares y en determinadas circunstancias compensó, y no podía ser de otra manera.
En todo el mundo, en lugares sin conexión aparente entre sí ocurrió el mismo fenómeno: México, Perú, China, La India, Mesopotamia, Egipto y en realidad absolutamente en el mundo entero.
Y aunque pueda parecer que estemos para siempre condenados a vivir bajo la tiranía, no va a seguir siendo así hasta el fin de los tiempos.
Inevitablemente. La humanidad entera, condenada a luchar por el pan y la luz, conspira contra el poder criminal.
El mundo entero no tiene más que una voz: ¡Más cadenas!¡Aún no bastan a contenernos!
Y no bastarán, porque mientras sufra alguien en el mundo, el Hombre está condenado a atender su llanto; y en toda la Historia no ha habido un solo momento de tregua contra la tiranía. Ni una sola gota de sangre ni de sudor ha sido derramada en vano jamás.
Efectivamente, Dios no se había olvidado de nosotros.
Más pronto o más tarde, el puro perfeccionamiento de la humanidad hará que quede totalmente obsoleta la necesidad de dañarnos para ganar todas las batallas.
Y a partir de ese día ( el día de hoy), todas y cada una de las personas del mundo no se pertenecerán -por toda la eternidad- mas que a sí mismas. A este fin inevitable conduce el latido del mundo.
Conclusión
Pero no hace falta buscar la libertad en un futuro hipotético.
Desde el mismo momento en que te devuelves tu posición al frente de ti mismo, sin necesitar mayor justificación que el latido de tu propio corazón, ya eres el Hombre, el hombre libre. Y estás condenado a ser el espejo donde la gente atormentada vuelva a ver la pureza de su propio corazón, sin necesidad de ocultar ni de exagerar nada, les estarás enseñando el camino de su propia libertad.
El Hombre, el hombre verdadero, tú, yo, lo que todos los seres humanos se esfuerzan tanto por conseguir; está condenado por su propia existencia, ponga más o menos empeño, a combatir al poder criminal en la medida exacta de sus posibilidades.
No necesitáis creer más que en la guía que la Ley Universal ha puesto en todos los corazones del mundo: procura el bienestar, huye del malestar.
¡A cumplir nuestra heroica misión, a la misma altura de todo lo que existe y lo que no existe en el Universo, nuestro hermano inseparable!
¡A barrer las sombras que enturbian nuestros afectos!
Yo no soy más que la humilde voz, a la misma altura que Dios, a través de la cual hablan todos nuestros muertos y todos nuestros locos, a los que el Mundo nunca, nunca dejará de agradecer su labor.