Una vez más la enceguecedora congoja de mi miserable cuerpo se ha apoderado para ya nunca alejarse. Una vez más, porque ya ante mi memoria se presentan incontables las ocasiones en que este letal suplicio de mí ha formado parte. Imposible para mí sería determinar si algún remoto día de este nefasto mal yo me encontré distante, pero no cabe duda que de sus imponentes tentáculos nunca podré liberarme.
Una vez más, presa del omnipotente miedo me he tornado. Mi amilanada voluntad de mi mando hace mucho se ha esfumado, y muy pero muy lejos como un frío e inerte cadáver yace. Tan fría como todos los viles sentimientos que han secuestrado a mi frágil alma.
Una vez más el dolor sus raudas raíces en mí ha arraigado. De su infame y torturante presencia jamás pretender lograr una fuga será probable. Burlarse de su autoridad suprema en este desolado sitio donde solo yo me hallo, resultaría tan inútil e insensato que ni siquiera vale la pena intentarlo.
Una vez más, resignación y fracaso no cesarán de acompañarme por el tenebroso transitar que significa mi vida, tan carente de sentido que no puedo definirla.
Una vez más y otra más, no existe ya alternativa.