Me apetece dejar esto aquí.
Un hombre solitario, tímido, callado,
que nunca pudo amar, no supo;
sus razones lejanas, locas, perdidas.
Hoy posó su rostro en las rodillas,
marca el peso el tiempo, llora en silencio.
Él es soledad sin letras que adornen nada.
En un rincón de la noche destapa palabras
que nunca fueron más que eso, que nunca serán.
Brotan sus vacíos detrás de los reflejos de sus pupilas.
Ella pinta su piel con besos imaginarios;
sonríe mirando sus dedos cargados de caricias,
todas ellas en su piel ¡vieja ya!, se marchitan.
¡Quiso besar tantas veces! que sus labios se agrietaron
soñando entre la luz de las tardes;
dieron su dulce y cálido sabor solo a las palabras.
Doce orquídeas representan hoy una vida sin flor.
Él secas sus lágrimas, ella pierde sonrisas.
En los margenes del mundo se escriben vidas;
¡esas vagabundas de la eternidad!.
En los anhelos se dibujan los sueños que nunca serán.
Cada lágrima caída es otro instante enamorado
que hoy vive en el rocío. Ilusiones de agua,
que nunca serán consumidas.
Rendido duerme mientras...
pinta racimos de besos en su espalda;
suspira, la besa, suspira...
Una caricia de amor en la piel dormida
llega al corazón, y ella de amor florece.
Frases del hombre solitario se deslizan
prendidas cada noche, en cada lágrima.
Sueños de mujer vivos que poco a poco,
entre cada sonrisa que no regresa, mueren.