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Antiguo 28-mar-2007  

Si es buen ejemplo ese del pintor, y creo Lucía que lo has entendido bien pero yo añadiría que el problema de la ansiedad surge porque en ese ser criticado cómo pintor, esa persona se juega el tipo. La clave podría ser que esta persona los cuadros que pinta le representan. Y cómo no quiere jugarse la vida se inhibe de pintar. Vuelvo a ver aquí el tema ese de la separación, de la distancia necesaria que hay que adoptar, aqui entre lo que uno es y lo que hace. Yo creo que un narcisismo exagerado lo puede sufrir alguien que no tiene claro quien es y busca ser reconocido en los demás. Alguien con autoestima, sin embargo es autosuficiente, su imagen no depende de espejos externos.
 
Antiguo 28-mar-2007  

Enrike, se nota que eres todo un profesional y que te lo curras un montón. ¿De donde sacas toda esa información?... Gracias por ese pedazo de blog, de verdad.

Me he sentido identificado en ese perfil... Echad un vistazo, igual también os veis a vosotros...

El fóbico social es un narcisista que no se atreve a serlo. Así pues, el temeroso de ser él mismo es un ansioso con una intensa preocupación acerca del control racional e inteligente con el que cree que debe afrontar las situaciones que le horrorizan y que podrían poner en entredicho su dignidad y su capacidad de control emocional. En el fondo, lo que teme es el resultado catastrófico de una liberación imprevista e inadmisible de sus deseos inconscientes.

El fóbico es pues necesariamente un reprimido, además de ser un inseguro.El temor de ser uno mismo nace de la ineluctable tendencia a encerrar los deseos más recónditos en una razón entendida como represión, orden, normalidad y moral. La fobia social es, en este sentido, una negación del derecho de desear. El fóbico aparta de su consciencia todos aquellos afectos, emociones e instintos inaceptables, e intenta abolirlos con tal rigidez que quedan cautivos en el inconsciente, pero con tal fuerza perturbadora que parecen una olla a presión a punto de estallar. El control de los deseos a los que ha negado el derecho de existencia es difícil, hasta el punto de que éstos pugnan constantemente por emerger y arrastrarle hacia conductas que teme sean repudiadas por su entorno, y en particular por las personas de autoridad.

El deseo, que la represión ha separado de su representación simbólica por miedo al repudio, queda libre en forma de angustia, la cual es elaborada y ligada a numerosas situaciones sociales. Además , el fóbico tiene interiorizado un orden moral tan rígido, persecutorio y destructivo, que necesita reproyectarlo y ubicarlo fuera, donde lo percibe amenazador, formándose mediante este complejo mecanismo las situaciones temidas, que incluyen tanto el deseo como su recusación. Quedan así estranguladas sus posibilidades de un desenvolvimiento social satisfactorio.

El fóbico se siente sofocado en sus iniciativas y empobrecido en sus posibilidades personales. Evita mirar cara a cara, pues su escasa seguridad queda en evidencia. No le gusta que le observen mientras desarrolla una actividad que no domina, ni ser objeto de críticas ni de comentarios chistosos. Se retrae, se refugia en un mundo imaginario, no atiende a las solicitudes de los demás y parece ensimismado. Hablar en público tiene para él connotaciones apocalípticas, supone un apunte dramático, urgente y dantesco. Las palpitaciones, el temblor, la sudoración y una inoportuna sequedad de boca acuden a la cita con puntualidad inglesa y atenazan implacablemente su discurso ante la mirada escrutadora del público.

La valoración que hace de sí mismo es baja y tiende, por ello, a considerar a los demás como críticos despiadados, por lo que opta por el laconismo en cuanto intuye la presencia de un semejante. Odia a los demás, pues problematizan más aún su vida, que ya de por sí es una angustiosa incógnita. Se siente incómodo ante las figuras de autoridad. No es extraño pues que adopte frente a ellas una actitud sumisa e incluso suplicante.

Nunca se atreve a negarse a nada ni protesta si cree ser víctima de un engaño. Es un artista de la resignación, un especialista en la aquiescencia y un mártir sin causa. Ejerce sus derechos ciudadanos con timidez, de puntillas y sin hacer ruido, pidiendo perdón por el atrevimiento. Es más espectador que actor de su propia biografía. Dubitativo ante las exigencias cada vez mayores de la vida social y laboral, se muestra huidizo de los compromisos y responsabilidades. Inseguro y dependiente, el temeroso de ser exterioriza una queja permanente en forma de cansancio crónico, ansiedad y temor a la soledad, nacida de un agrietamiento de su frágil estructura psicológica; derivada, a su vez, de la frustración producida por su insignificancia existencial, que choca frontalmente con un mundo extremadamente complejo.

Prefiere hablar por teléfono o expresarse por escrito que enfrentarse a la hostil mirada del otro. Alérgico a la burocracia, detesta ir a las ventanillas de la administración pública, sobre todo si va con la razón, pues teme no saber defender sus intereses y quedar además como un imbécil. Vive las relaciones interpersonales como conflictos inevitables que provocan la necesidad de protegerse de ellas. De ahí, la urgencia de enviar su cuerpo adecuadamente vestido a luchar contra los elementos, mientras su propio Yo queda en casa bien arropado.

Está de tal modo habituado a temer el ridículo, la crítica o la desaprobación, que su mirada, su voz y sus gestos, contra su voluntad , expresan un miedo irracional ante la proximidad de cualquier potencial adversario. Es una de esas patéticas personas cuyo principal problema consiste en protegerse de los demás. Es rígido, cauteloso, silencioso si es necesario, receloso siempre e incapaz de mostrarse natural y confiado. Ante el prójimo su escasa espontaneidad se pierde y su despreocupación termina.

Parece resignado con el espacio logrado. No siente demasiada curiosidad por lo que rebasa la línea de su horizonte, pues teme a lo que puede haber más allá. Insiste una y otra vez en lo conocido, en un inamovible recorrido dentro del repertorio de lo consuetudinario. Sus iniciativas se reducen a la consumación de recorridos harto repetidos y familiares, en un marco social atestado de temores injustificados, del cual sólo emerge hacia destinos estrictamente previstos. Y si traspasa este umbral, no lo hace sin la presencia de su acompañante habitual -objeto contrafóbico-, con quien mantiene una estrecha relación dependiente, inmadura y cargada de agresividad, que incluso puede llegar a ser sádica.

Como todo solitario tiene una gran vocación de masas, vive y sobrevive rodeado de gente, aunque sea imaginaria. Hace las cosas para que lo quieran los demás, y también para que le odien un poco, que el odio bien llevado acompaña mucho.

Fuente: La crisis existenciales del nuevo siglo. Ana Isabel Zuazu (Psicóloga de la Clínica de Rehabilitación de Salud Mental) y Fabricio de Potestad (Jefe Servicio de Psiquiatría y Director del Sector I-A de Salud Mental) del Servicio Navarro de Salud.
 
Antiguo 28-mar-2007  
Su

No sé, suena interesante pero a mí no me cuadra: no creo que tenga que ver con el narcisismo ni la represión. Creo que la gente me tratará mal porque me trataron mal cuando era pequeña, sin ningún buen motivo. Entre los valores no escritos de la sociedad están el pisar al prójimo, las apariencias, las jerarquías absurdas, los prejuicios... son estas costumbres las que rigen el comportamiento de la gente y no la moral ni la ley ni nada por el estilo, respetar las normas llega a verse como cosa de pringaos y el saltarselas sin que te pillen, el ir de listo es lo que se aplaude
 
Antiguo 28-mar-2007  

Hola Su. Sí se puede relacionar el narcicismo con su represión en la fobia social, porque por lo general es precisamente por el maltrato que tu mencionas que los impulsos narcicistas fueron ahogados por el medio circundante. Eso se tradujo en la huida de ellos a la sombra (discúlpenme que acuda a un término junguiano) y desde allí atormenta a la persona con fantasías de humillación en donde el ego se siente constantemente bajo amenaza. Es por eso que una vía es rescatar ese ego mancillado, reconocer a ese niño que una vez se sintió omnipotente y comenzar a construir una identidad adulta en donde haya un balance con aquellos aspectos que quedaron sepultados y los actuales. Pero la verdad tampoco hace falta entender ésto a cabalidad. Los propios procesos de sanación van haciendo visibles esos elementos ocultos y a medida que se va avanzando es más sencillo incorporarlos a la personalidad sin rechazarlos ni sintiéndose amenazados. Una persona que por ejemplo se somete a terapia con psicodrama (saco este ejemplo ya que a ti misma te llamó la atención la relación entre teatro y psicoanálisis) solo necesita entregarse a las experiencias para empezar a darse cuenta cómo hay aspectos que se le van revelando y que no necesitan el asimilar conceptos o poder describir fenómenos psicoanalíticos, simplemente se siente que algo positivo está pasando. No nos quedemos atrapados en las explicaciones. El entregarse a las experiencias siempre son las que terminan haciendo la diferencia.
 
Antiguo 28-mar-2007  

Esa es otra Su, no vivimos tampoco en un mundo ideal, dónde la gente desde luego tiene sus propias estrategias, deseos y problemas cómo para preocuparse en darnos un lugar ( y más cuando nos mostramos inseguros y carentes y piensan que no van a sacar nada con ello). De ahí que nuestro miedo sí pueda ser aprendido y tenga una causa justificada. Pero bueno, eso no quita para no saber quienes somos y actuar conforme a eso, tenga o no éxito.
Quizá sea eso fuerza personal para superar dificultades, que con la depre que causa la inhibición primera ya es para nota. :(

Edito porque se me acabaron los mensajes.
Curioseando en el blog de Enrique, me ha llevado al de Timorato dónde he leido algo curioso sobre los efectos de los dos tipos de autoestima:


“No podrás acabar con él porque... sienta tan bien”. Esto fue lo que le dijo el demonio de la baja autoestima a Ed (el aprendiz de chaman de la serie Doctor en Alaska) respecto a la lucha que iba a llevar a cabo contra el demonio de la validación externa de una paciente. ¡Qué bien sienta el reconocimiento! Caviar vitamínico para inseguros y derrotistas. Si, además, sucede que la adulación viene por un hecho merecido, nuestro suministrador de dopamina se pone el traje de los domingos y se vuelve generoso en extremo .

Tanto un demonio como otro (a pesar de que actuaban en diferentes personajes) son dos caras de la misma moneda que se complementan. En mi caso, cuando consigo tomar conciencia de que estoy en un estado eufórico inducido por el halago, aparece mi duende verde de la baja autoestima para recordarme que mi personalidad no está construida y que he sufrido una sobreestimación. A veces es tan cruel que se mofa diciéndome que vaya asumiendo que seré así siempre de inseguro. ¡Claro! Se trata de un demonio y su idea no es darme una visión realista de las cosas tal como son, sino que pretende que me reboce en el fango y me hunda en él. La única manera de combatirlo es jugar con sus mismas armas: inducir desde una posición consciente (¿con la ayuda de un duende bueno de la alta autoestima?) cómo soy y qué pretendo ser, lo que supone vislumbrar un camino, incierto desde luego, pero que está ahí.

El peligro que puede tener el tímido es haber caído demasiadas veces en el “cero” y desista “partir de él”. Tal vez sea esta la diferencia entre tímidos y fóbicos, éstos últimos se siente incapaces de levantar el pié del freno y acelerar de nuevo. Por lo tanto, para evitar tantos desencuentros producidos por los bajones anímicos que cuestionan nuestra valía, sólo queda recogernos en la seguridad que nos proporciona la virtud más combativa al desasosiego: la humildad, una especie de “partir de cero” que se produce al haber caído en la nada existencial. La humildad, bien entendida, es la construcción saludable de una personalidad madura, pero si pensamos demasiado en ella la falseamos. Tal vez por eso hablamos de ella como si fuese una curación.

Publicado por timorato
 
Antiguo 28-mar-2007  

Lo que ocurre, es que Ana Isabel Zuazu no habla como psicologa sino en primera persona de su experiencia como fóbica social, la de veces que he leido mensajes parecidos en este foro.
 
Antiguo 28-mar-2007  

es duro??entonces mejor no lo leo
 
Antiguo 29-mar-2007  

Es duro si, pero merece la pena leerlo. En muchos puntos tiene toda la razon, supongo que será debido al hecho de estar basado en su propia experiencia.

Me quedo claramente con esto:

"Vive las relaciones interpersonales como conflictos inevitables que provocan la necesidad de protegerse de ellas. De ahí, la urgencia de enviar su cuerpo adecuadamente vestido a luchar contra los elementos, mientras su propio Yo queda en casa bien arropado."

Joder, si ése soy yo!!!
 
Antiguo 29-mar-2007  

Sí, el texto coincide en muchas cosas conmigo, pero pareciera que la autora le tiene odio a la gente como yo, incluso me imagino que debe ser igual a esos compañeros de la escuela que te maltratan por ser débil, creo que todos tenemos defectos, pero somos merecedores de respeto, por lo menos la fobia social para mí es un castigo que yo no pedí, es una forma de ser totalmente involuntaria y es obvio que por mi forma de ser la mayoría de las veces me siento patética, pero siempre espero de la sociedad aprenda aceptarme y no me recrimine y me trate de patética.
 
Antiguo 29-mar-2007  

Para reír o llorar, pero de lo cómico que resulta: no hay matices en este artículo. Me parece que alguién que se precie de ser un buen "psicológ@" o "psiquiatr@" no se referería a sus pacientes con el término patéticos, por favor. Realmente no creo que una revista de prestigio publique pseudo-artículos tan ofensivos y con tan poco fundamento como este. En lugar de un artículo, pues no creo que pueda llamarse así, es una simple opinión de un par de profesionales poco instruidos, que si le va bien pueden aparecer en las páginas de opinión de un periodiquillo amarillista de tercera categoría, pero creo que ni ahí tendrían cabida. Hay que aprender a reconocer la buena literatura o las opiniones bien fundamentas, de aquellos que lo único que quieren es llamar la atención con criterios tan pobres y hasta ofensivos como ese. De los autores mi compasión por poner tantas tonterías en tan poco espacio, se nota que como profesionales dejan mucho que desear y lo peor es que ni siquiera les da verguenza firmarlo. Una pregunta: ¿qué pensaran los fóbicos sociales que han atendido si es que los han tenido?, pues con el retrato que dan dado no creo que les hayan ayudado mucho. Supongo que se sienten tan mal de si mismos que su fustración la relejan en lo que escriben sobre los demás.

Saludos. Buen Día
 
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